1 de julio de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 6: "Proxeneta"

Estoy buscando las redes sociales de esta mujer, de Graciela Enríquez, quien aparece en una foto muy esplendorosa de perfil en la que muestra las piernas y se le ven muy afilados los ojos, sin embargo, se ve muy blanca su piel, cuando ella en persona tiene un tono tostado muy atractivo.

Su información dice que tiene su cuenta activa desde hace como cinco años, pero no hay información de ella de aquellos tiempos, aunque por información puede entenderse fotografías, publicaciones, amistades o eventos que haya marcado en su muro de red social.

Nunca entendí el uso de estas aplicaciones para computadora, sólo me sirven para promover mis servicios en un sentido estricto de la palabra, porque no me puedo dar el lujo de gritarles a todos los transeúntes que soy una detective privada ni parecido. Cuando manejo mis redes personales, lo hago con un buen de fotografías porque me carcome la ansiedad de la estática, odio que todo sea igual, y el único uso que le doy es el de quejarme sobre la situación que ocurre, informarme de noticias nuevas o recientes y en su mayoría: compartir estupideces escritas por personas que tienen aplicaciones en sus teléfonos para crear memes o algo similar, pero no tiene nada de interesante manejar una red social, porque en general… me importan todos un rábano.

Pero desde cierto punto del año 2014, Graciela dejó de pensar así, si es que alguna vez lo hizo, porque las fotos de su avatar empiezan a hacerse más y más presentes, porque las publicaciones de sus amigas en y los antros son más frecuentes y porque se le ve etiquetada en muchas fotografías con distintos hombres, y en un momento del año pasado, anota como evento importante su trabajo en el gobierno del estado, y entonces el contacto con sus amistades antiguas se ve disminuido… lo detecto por la frecuencia con la que le publican algo en su muro, sin embargo, otros hombres han empezado a publicar fotos y más fotos de ella en fiestas y en eventos diversos.

En la mayoría de las imágenes está borracha.

Suspiro un poco y me llevo la mano izquierda a la sien mientras que con la otra, anoto más y más nombres que podrían ser personas clave para el caso, para saber quién es el bebé, para saber por qué demonios lo encargan y para saber quién demonios le hace el favor de llevarlos, o quienes, porque no son la misma persona.

–¡Daniel! –hablo a través de mi teléfono con un mensaje de voz de esos del whats app, diciéndole que necesito ciertas conversaciones de ciertos nombres de cierta cuenta de Facebook, sí, las conversaciones de Graciela con estos tipos que parece que no saben abotonarse las camisas y dejan ver las desgracias que tienen en el lugar donde debería haber un pecho de hombre –cuando tengas los historiales, me avisas… y de paso te llevo a que te hagan una limpia.

Sí, me encanta cómo te agrada la gente de la alta.

–¿Alta? Altas las jirafas, éstos sólo viven del erario.

Te entiendo… te lo mandaré todo.

Sólo le dejo en visto mientras hago un virtual sociograma y trato de entender qué más ha pasado, junto con las relaciones de todos estos personajes, pero lo básico me parece obvio. Realmente me dan tanto asco las vidas de las personas con dinero, que sólo desearía tener todo su dinero para quemarlo y tal vez así aspirar a que dejen de hacer estupideces.

Doy otro suspiro mientras coloco mis pies en el escritorio para ver que Daniel ya me ha mandado archivos con las conversaciones.

Y entra en escena Adrián, un amigo mío. Un fotógrafo al que le pido que haga el trabajo sucio, principalmente porque ahora anda sudando toda el agua que no toma y ahora busca entre las cosas del garrafón un vaso para tomar agua como desesperado.

–¡Chingue su madre! –exclama y bebe con las manos. Se ha quemado todo lo que es la cara, y de paso me ha sorprendido su actitud tan, tan…

–¡Neandertal! –exclamo sin pensarlo siquiera una vez cuando lo veo beber el agua directamente de sus manos, y entonces me echo a reír en cuanto me mira y por la manera en la que lo hace.

–Intenta conseguir una fotografía de esa gente de gobierno sin que te armen un escándalo–me reclama en segundos, pero entonces sólo me sonríe y me deja las imágenes ya impresas en el escritorio –por cierto, encontrarás irregularidades.

–¿Fecha y hora?

–Son el pie de foto –informa y las veo con claridad… es bueno en este arte de la fotografía,  pero es mejor para no ser visto, aunque no entiendo qué pasó en el edificio de gobierno para que me dijera eso.

–¿Te vieron?

–Casi –me dice mientras me mira con esas pestañas gigantes que le adornan los ojos –ocurrió –y por poco atrapé a un funcionario robando, pero eso es para otro caso. La foto está entre las doce que logré captar.

–¿Graciela?

–Muy diferente ¿no? –me señala la foto en la que se ve ella caminando cerca de la puerta del gobernador –no coincide con lo blanca que es gracias a los filtros de Retrica.
Y casi se me sale una risa cuando dice eso. Es un chico simpático, con déficit de atención y una sonrisa tierna cuando quiere hacer un chiste.

–Tal vez son filtros de Rétrica, o tal vez sólo tiene demasiada baja autoestima, pero eso ya se verá conforme avance este caso –digo mientras las voy pasando una a una y veo con un efecto de stop motion cómo es que Graciela entra y sale de la oficina del gobernador.

Entra sin nada, y después sale con una bolsa de marca elegante llena hasta el tope con telas y en el otro brazo lleva cargando una bolsa de otra marca todavía más cara.

–Pregunté por ella en los pisos –me informa mientras sonríe de lado con una mirada firme y certera, es obvio para los libros de lenguaje corporal que he leído que eso significa complicidad. Sólo me limito a arquear las cejas –no la conocen, no labora ahí.

–¿Estamos ante la zorra del gobernador? –insisto con una risa maligna y confirmando lo que yo ya sabía de antemano… esa mujer no sólo es madre, sino que tiene un proxeneta.
Me llevo un trago de agua que me ha dado Adrián y busco tragar tranquilamente.

Baia baia –dice y entonces me echo a reír, sacando todo el líquido hasta por la nariz.



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