[Cuatro
semanas después de rehabilitación]
–Dicen
que tomar es mala idea bajo tu condición –me dice Fernando, mientras le da un
sorbo inmenso a su cerveza, sólo lo miro con incredulidad y me recuesto en su
pecho.
Una
charla con él era lo que me hacía falta.
–¿Entonces
cómo sugieres que enfrente esto? –pregunto –mataron a Memo y me lo llevaron a
mi puerta como regalo de navidad… y estoy segura de que Santa no fue -tomo un
gran trago de mi bebida y para mi sorpresa, me he acabado la lata de piña
colada, y en realidad no me interesa que en este momento empiece a salir la
risa sin control.
–No
hablo sólo de esa condición –indica
rozando mi cicatriz, sólo escondo mis ojos, pero los logra encontrar.
Su
mirada es tierna, intenta hacerla ver como mala, pero lo conozco mejor que
nadie, sé lo que trata de hacer al verme con esos ojos que busca tensar para
agravar el peso de su ver, pero sus labios se ven menos amenazadores que los de
un cachorro de perrito husky, logrando sólo hacer que yo sonría un poco más.
Mi
corazón se desboca… como siempre lo hace cada que le veo a los ojos y recorro
con la vista toda su cara hasta culminar en su cuello. Tiene algo que me atrae
de sobremanera, no sé qué sea, pero es peligroso, porque siempre que le veo,
sólo me es imposible decirle “no” a lo que sea que vaya a salir de su boca.
Su
presencia es infernal para mi cuerpo, pasan horas antes de que pueda volver a
controlar mis reacciones y mi estómago termina pagando caro por esas
reacciones, puesto que siento cómo se revuelve todo adentro de mí. ¿Me
contengo? Desde luego que sí, porque mis dientes no han dejado de tiritar y mis
manos están incontrolables.
El
único modo que encuentro para calmar esta sensación es abrazándolo muy fuerte,
en aras de mantenerme a mí misma con fuerza. Sin embargo, sigue siendo capaz de
descontrolarme con sólo rozar mi piel, sin tocarla sino lo suficiente para
generar más estragos adentro de mi cuerpo.
Sí.
Me atrae más de lo que estoy dispuesta a soportar, y yo a él, lo sé por cómo se
escucha cada latido de su corazón desbocado en mis oídos.
Trato
de mantenerme en control, trato de que no se note siquiera que me tiene en sus
manos, trato de que mi ex novio no tenga una mínima idea de lo que es ser yo
alrededor de sus brazos, lo único bueno de todo esto, es que parece entender mi
lucha.
–¿Qué
pasó exactamente? –me pregunta, algo que agradezco, porque Lisandro -a pesar de
que me hacía entrar en la calma más añorada que jamás experimenté con nadie- no
hacía. Me levanté un poco y lo vi directo a los ojos mientras él me acariciaba
el rostro con una delicadeza bastante forzada; intenta tratarme como algo que
no soy: una persona delicada.
–Mataron
a Memo y lo dejaron enfrente de mi puerta en la oficina –respondo sin titubear,
Fer de pronto arquea las tupidas cejas que tiene y sin preguntar más, me abraza
y coloca mi cabeza nuevamente en su pecho, lo conozco lo suficiente como para
saber que me está invitando a desahogarme, mas decido que es mejor que me lo
diga verbalmente –y a Adrián cuando… -me cuesta trabajo aún poder digerirlo.
–Te
escucho –y esa es mi invitación para continuar. Comienzo desde el principio,
desde Graciela, la lesión de Daniel, Adrián y las foto, gobierno, la supuesta esterilidad de la esposa del
gober, el trabajo de Memo, las conversaciones de Facebook, Brayan, los secuestros,
los bebés y finalmente los cadáveres, Memo, Adrián y las notas. A Fer no le
puedo ocultar nada, y me impresiona lo fácil que es que salgan estas palabras
de mi boca con el estímulo adecuado, Fer sólo está rascándome la cabeza y
enterneciendo la mirada –lo que sea que necesites, aquí estoy para ti, nunca me
excluyas. Una llamada, un mensaje de WhatsApp,
o una conversación por video, siempre la tendrás conmigo, pero por favor,
cuídate mucho, más ahora que tienes a un loco matando a tu equipo con el propósito
de matarte a ti.
–Entiendo
que me quieran matar, he entrado en la vida de muchas personas…
–Pero
ahora no se trata de personas comunes y corrientes, esto es delito de cuello
blanco
–empieza a plantear, y de algún modo y sin percatarme de ello, he terminado
encima de él, como si se tratara de una noche de sexo en la que yo suelo tener
el control.
–¿Cuello
blanco? –me sorprende lo que ha dicho.
–Mujer
–siempre me ha llamado “mujer” o “hembra” o cosas por el estilo,
así que ya no me sorprende de su parte algún apodo –por lo que me cuentas, no
me sorprendería que se tratara de ese tal Brayan traicionando a su jefa y
compañera y queriéndose quedar con todo el dinero, además de que ya te atrapó
espiándole.
Entonces
me toma el cuello ligeramente y empieza a besarlo con suavidad, como siempre lo
supo hacer
–¿Por
qué demonios no trabajas conmigo? –le pregunto entre risas y ahora un poco
excitada.
–No,
gracias… los dos sabemos cómo terminaría tu oficina.
Y
me sonrojo totalmente.
No
es la primera vez que terminamos en estas condiciones, a pesar de que ya
hayamos hablado sobre la relación que deberíamos tener bajo el hecho de ser una
expareja, bajo el hecho de que hemos pasado por cosas distintas cada uno de
nosotros, y aun así, existe el aferramiento corporal, en el que terminamos
rompiendo esas pieles de tela que nos recubren y nos separan de nuestros deseos
profundos y banales en espera de seguir colonizándonos mutuamente en una relación
que nace y muere cuando se nos da la gana, en una relación en la que la palabra
“ética” pierde todo el sentido al instante en el que lo único que usas como
ropa, es la ropa de cama.
–¿Cuándo
terminará esto? –pregunto sin dejar de mirar al techo, teniendo consciencia de
que sólo estoy usando una sábana sobre mis pechos, sobre los cuales Fer
recuesta su cabeza, viendo directamente a mis pupilas.
–El
día en el que dejes de responder a mis mensajes…
–¿Estás
diciendo que esto es consciente de tu parte?
–No.
Estoy diciendo que entre tú y yo, esto es inevitable, y que si terminamos
casados y formando familias, seguiremos encontrándonos, tal vez como esposos o
amantes.
–¡Qué
hueva!
–Lo
sé… -se recuesta de nuevo sobre su almohada –y quiero evitarme la parte de ser
amante tuyo cuando te llegues a casar.
Esto
me ha llamado la atención de sobremanera.
–¿De
qué hablas?
–Ven
a vivir conmigo…
La
petición me ha dejado en shock. No he podido siquiera digerir lo que ha estado
pasando entre él y yo en los últimos siete años y ahora busca una solución como
esa ante una problemática en la que ni siquiera he buscado meterme.
Y
mientras yo me hundo entre mis pensamientos más oscuros, algo suena afuera de
la puerta.
Me
levanto sin considerar el vestirme o no, al final del día, me conoce desnuda y
eso no creo que cambie en mucho tiempo. Enciendo la luz y veo un papel, lo
tomo… un maldito sobre.
–Ábrelo
–me pide Fer con prisa, lo abro rápidamente y saco las hojas.
Fotos.
En
cuanto las veo, se me caen al piso y sin darme cuenta, me recargo sobre la
pared con los ojos abiertos. Fer las toma y las ve con atención. Al final de
una de las imágenes, viene una nota que lee en voz alta.
“Hay destinos de los que uno no puede
escaparse,
tú tienes dos: tu exnovio y mi cámara”.
–Hey,
salgo bien –trata de animar el ambiente, pero eso no me ayuda para nada –no
importa lo que este sujeto haga, siempre estaré ahí para ti –lo abrazo y me
acuesto en su cama un rato.
–Brayan,
me las pagarás, cabrón -murmuro -¿acaso no hay sitio en el que no me puedas
encontrar? –exclamo, Fer me besa la cabeza en medio de un abrazo muy fuerte, intento
descansar… y entonces me duermo en los brazos de Fernando.
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