23 de septiembre de 2012

Un pequeño trozo del diario de una artista frustrada.

Su corazón latía desenfrenadamente, vivía únicamente siguiendo los pasos marcados por el ritmo de las tarolas que sonaban en sus audífonos a un volumen ensordecedor. Encontraba atractiva la idea de hacer de su vida un mar de ilusiones y de vivir como si su camino fuera guiado por los aires a través de un bosque como una flotante hoja: Fresca, ligera y dejándose llevar por aquel viento al que llamaba destino.

"Quisiera poder cambiar mi vida, hacer de ella algo además de una rutina." Se decía cada vez que se veía atrapada en ese cubículo de cuatro por cuatro con muros color lila, cercano al rosa; a su derecha tenía su clóset desacomodado y cerca de su brazo un tocador en el que tenía un joyero negro con dibujos de hermosas flores doradas, rojas y blancas; un cosmetiquero que jamás abría y, colgado en la pared, un espejo que hacía juego, el mismo reflejaba una gran ventana que no permitía ver a la calle, en lugar de intentar desvelar una vista que representara libertad sólo le permitía ver el otro extremo de su casa la cual, para ella, fungía el rol de una prisión a sus ideales. En la esquina de la pared que el espejo mostraba con luz apagada había un juguetero que desempeñaba el doble papel de librero y archivero dado que era allí donde tenía su valiosa colección de libros y libretas y al otro lado tenía un estante colgante en el cual veía toda su infancia materializada en simples y banales juguetes con un enorme valor sentimental; cosas que significaban y a la vez asesinaban el alma.


Cada noche era para ella su oportunidad de seguir a su alma voladora hasta la luna y, si no podía llegar hasta allá al menos podría recostarse en una de las estrellas. Consumida por la belleza y esplendor de lo que miraba, deseaba ser capaz de tocar una y guardarla consigo; pero después volvía a la realidad con un semblante de tristeza en el rostro dado a que las ilusiones que tenían eran exclusivamente eso: Ilusiones.


Agarraba su libreta vacía y con un lapicero con tinta suficiente para poder pintar sus sentimientos con ese negro intenso que la distinguía del resto, tomaba sus audífonos y, con su canción favorita a un volumen alto, se perdía en su propio mundo creando así una fantasía digna de escribirse y aún así no tener sentido alguno. Se decía a sí misma que el aire en su cuerpo era el único recurso del que podía mantenerse. Para ella esas tres cosas eran necesarias para poder vivir una vida perfecta.


Pero lo único que la retenía era su fría casa, inhóspita y destructora de esperanzas... Su espíritu moría día con día, su llama era consumida por el tiempo que la apagaba poco a poco.

No veía la hora para conocer otra forma de vida, otra experiencia y aprender de ella, no veía el momento de tomar su maleta y marcharse para hacer sus ideales una realidad.

Día con día iba desesperándose y noche con noche idealizaba la forma perfecta de vivir un sueño trivial y que al mismo tiempo la llenaba de fuerza suficiente para seguir soportando sus tormentos hasta que llegara el momento de salir de ellos. Cada noche, cada desvelo, cada lagaña materializada en palabras que juntas daban el peso armónico que necesitaba para ser feliz poco a poco iban borrándose de su vocabulario y apagándose con la soledad y tristeza que le provocaba el hecho de no poder ver materializados sus sueños.


Mirando al gris cielo se preguntaba si todo lo que acontecería en su futuro sería mejor de lo que esperaba; de alguna forma también quería que se le abriera alguna puerta o le fuera indicada con algún gran letrero un camino a seguir para poder continuar con su utópica vida. Mientras esperaba que su cielo de grises confusiones se despejara tan sólo un poco para poder ver la luz del sol, o de algún futuro prometedor, se decepcionaba cada vez más pues éste no hacía nada más además de mofarse con su cruel indiferencia al nublarse más, incluso su casa parecía llorar con el agua de lluvia corriendo por las paredes y ventanas.


Al día siguiente un sensible rayo de sol calentó su pálida mejilla incitándola a despertar crudamente; sus revueltos pensamientos empezaron a adquirir forma en cuando vio el celeste que cubría lo que alguna vez tuvo nubes de duda y confusión. "Un nuevo amanecer, un nuevo día y una nueva forma de ver la vida" Susurró a la fría ventana de su ahora iluminado cuarto. La muchacha salió a su patio para sentir una leve brisa de verano y dejar sus penas volar con el viento. Una hoja de árbol pasó a su lado rozándole la cara y danzando en libertad total, después la hoja ayudada por el aire voló hasta que se perdió de su vista: "Esa hoja soy yo, jamás dejé de ser libre, mas bien yo decidí atraparme y ahora movida por el sentimiento vuelo con ayuda del destino".


La chica, ahora feliz, decidió enamorarse del sentimiento que rodeaba a su corazón. Cada rayo, gota y luz que percibía ahora lo tomaba como un soplo de amor: Amor por su persona y su libertad.



[FIN]