15 de enero de 2017

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective. CAPíTULO 19: "Camuflaje"

–¿Estás segura de esto? –pregunta mientras me ve empacando una pequeña mochila que consiguió en la semana como una petición mía –puedes quedarte tanto como gustes.

–Lo sé y gracias –respondo –pero no me interesa quedarme en un lugar en el que puedan… hacerte… daño –trago pesado cuando pienso en la posibilidad –y tú también deberías irte de aquí.

–Sí, debería –empieza a pensar –y por eso me iré contigo.

–Eres tan gracioso –respondo –pero sabemos los dos que no pasará.

–No me retes… sé que en al menos un mes querrás que vaya contigo.

–Porque te conozco, después de un tiempo determinado, te arrepientes de las cosas que haces o dejas de hacer.

–Eso ya se verá, pero prométeme que vas a irte de aquí en cuanto yo me vaya y que esos cabrones no te encontrarán.

–Estás más preocupada que yo.

–Soy obsesiva y lo sabes.

–Bien, lo prometo… igualmente mañana pensaba cambiar de depa.

–Bueno, nos vemos pronto.

–Adiós –se despide de mí con un beso en la frente, el cual en su idioma significa “cuídate mucho, que te quiero bien”.

Salgo de ahí sin decir nada, realmente cuando se pone loco con esas confusiones, no me gusta pensar en nada, prefiero irme antes de que él siga diciendo tanta locura.

En su caso, un “te amo” me parece una locura.

Sigo caminando hasta llegar a un autobús que me regresará a donde solía vivir, y cuando llego, tomo algunas de mis cosas, mi computadora portátil, mi cámara, una libreta y un poco de ropa para cambiarme en los trayectos que me toquen vivir.

Ya no tengo a nadie, o a casi nadie. Adrián y Memo están muertos y Daniel salió del país por un trabajo que le ofrecieron recientemente, mientras yo estaba internada y recuperándome del secuestro, por lo tanto, estoy sola.
Otra vez.

Me he pintado el cabello a rojo y me he puesto pupilentes del color del cielo. La combinación discorda, definitivamente, pero es mejor que ser identificada por el hecho de ser quien soy. 

Daniel podrá estar fuera, pero no por ello deja de ser un amigo leal. Siempre le he admirado su capacidad para seguir con las personas, cosa que yo no poseo salvo en raras ocasiones, como con él.

“–Listo –dice mientras me pasa todo el historial del Brayan.

–Gracias –le digo animada en mi cuarto de hotel mientras reviso toda la información en una computadora barata que conseguí para estas ocasiones.

–Deberías agradecer que no te ahorqué por ir a volver a ver a ese idiota –y por idiota se refería a Fernando. Mi historia con él no es la mejor, y francamente, tampoco confío mucho en él, pero hizo la labor que debía y por ello es que sé que debo estar agradecida. A pesar de que siempre que estoy con él, termino con un mal sabor de boca.

Ya sé que no fue mi mejor idea, pero como mínimo terminé en un hospital en lugar de desangrada en la mitad de la calle.

Sólo por eso es que le doy un punto –cruzó los brazos durante la videollamada –pero bueno, eso es colateral, como dices, pero sigo sin fiarme.

Nadie te pide que te fíes de él, es más, ni siquiera estoy con él ¿entendido?

Bien, ¿y ahora qué harás?

Con lo que me mandaste, la idea es averiguar sus puntos de reunión y espiarlo. Y corroborar mi sospecha.

Ya te dije que no lo creo…

¿Por qué?

Porque ese sujeto tiene menos cerebro que una tabla de planchar, por más asesino que sea, no se ve que sea inteligente…

Bien, lo corroboraré.

Corté la llamada y me fui a pintar el cabello.”

“Bien, veamos si de verdad tienes menos cerebro que una tabla” pienso y entonces me dispongo a salir a otro bar, pero ahora este es de mala muerte, un escondrijo en el segundo piso de una tienda de ropa de segunda mano, justo detrás de una calle que da a un callejón que me da muy mala espina. Sin embargo, entro.

Olor a cigarro, cerveza barata, orines, sobaco de hombre sudado y cuero caliente…

No me equivoco, hay un grupo de grandulones llenos de pelos y con los cabellos cebosos alrededor de cervezas en una mesa que parece quemada por tantos cigarros encendidos que dejan ahí. Trato de camuflarme, de no llamar la atención y pido un trago de tequila, porque en realidad… me gusta.

–Un tequila –digo con voz tranquila, me sirven un caballito, el que me tomo lentamente hasta que me percato de que uno de esos sujetos, los de la mesa contigua, me están viendo. Sus ojos son similares a un par de navajas que buscan llegar a mi cuerpo, empezando por mi mente.

Me fastidia que hagan esas cosas.

Tomo todo de golpe, la garganta me raspa y entonces desvío la mirada hacia la ventana, la que me da una perfecta visión de todo el panorama… incluido Brayan.

Sí, ese sujeto que se ve todo repugnante con ese cigarro en la cara. Piel cebosa, cabello corto de los lados, manos gigantes y brazos grasosos. Escucho atentamente lo que dicen… siendo sus palabras puras tonteras de gente que ya está ebria, y entonces, en medio del intento de aquelarre y los improperios llenos de alcohol, Brayan suelta el primer golpe y saca una navaja que agarra por… el filo.

La sangre no ha dejado de correrle de la mano, y ahora suenan un par de manotazos que han resonado en todo el local, el cual es muy chico para ser un bar.

Decido salirme… no hay nada que me interese.

Me pongo de pie y apenas coloco las plantas en el piso:

–¡Y no vas a irte hasta que me des todo tu dinero! –grita otro de los grandulones. No me inmuto, no hago absolutamente nada, sólo pregunto al cantinero dónde está el baño y paso lentamente a lado de estos bastardos –dijiste que tenías para pagar lo de la apuesta!

–Y lo tengo –balbucea ebrio. Las voces se van apagando en lo que me acerco al baño y cierro la puerta. Pero me quedo escuchando –mañana te pago, carnal.

–Otra vez con ese cuento. Ya llevas tres semanas sin darme ese dinero.

–Yo podré… podré pagarte.

–¿Significa que no puedes ahora? –la voz, si no me equivoco, es la del gigante con cara de simio, y le está reclamando a Brayan por una apuesta que perdió –si no puedes ahora, entonces ya sabes cómo me vas a pagar.

Y se escucha un enorme grito cortar los aires, y a su vez: un súbito silencio, el cual cruzó más fuerte por mis oídos que ninguna otra cosa.

En efecto, Brayan era un idiota. Y al parecer, también un apostador irresponsable.

No era mentira, ya tenía el dinero, pero no lo daba…


Eso saca a Brayan de la lista; vaya modo aquel el de terminar.

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective. CAPíTULO 18: "Rehab"

[Semana de rehabilitación]

–¿Made? –pregunta tonteando, más que tonteando, bostezando y tallándose los ojos. No dudo que esté sorprendido, esta no es la hora a la que le hablaría generalmente, de hecho no es un momento de mi vida en el que yo le hablaría a alguien. Mi estómago está revuelto, mis manos me tiemblan y no sé qué hacer.

Esta es la mejor idea que he tenido hasta ahora, o tal vez es la peor, pero no me interesa hasta que lo veo a los ojos, los que se abren de golpe y entonces me mete a su cuarto y me recuesta en su cama.

–Fer –respondo, y siento frío en mi cabeza, húmedo y algo cubrirme de pies a hombros.

–Detendré la herida ¡no te muevas! –avisa, pero no siento ganas ni tengo energía para moverme. Apenas puedo recordar a trazos. Quién soy, qué hago, quiénes me conocen, qué hago aquí.

Y en ese momento le da a mi garganta por querer gritar estrepitosamente.

Un cuarto oscuro, el dolor me empieza a corroer las muñecas y se extiende a mi cabeza, la que se siente cálida y líquida, como si se derritiera y corriera hasta hacerse uno con mi piel.

–¡Estoy aquí, estoy aquí! –consuela, sigo sintiendo húmedo en mi cabeza –esto es mucha sangre…

El recuerdo se hace más nítido. Oscuro, sólo una bombilla sobre mi cabeza, el dolor se hace más presente en mis muñecas y en mi cabeza se concentra en una pequeña zona que arde.

–Es una cortada profunda ¿cómo te hiciste esto? –pregunta, pero no sé cómo responder, ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí. Empieza a hablar solo, parece desesperado -¡manden una ambulancia pronto! la dirección es… sí, es una hemorragia, la estoy deteniendo como puedo, ¿10 minutos? bien –siento calor en mi rostro, pierdo la energía.

Y el conocimiento.

Despierto en un cuarto de paredes blancas, atiborrado de aparatos y con una máscara de oxígeno en mi rostro suministrándome la vida en respiraciones largas.

Lo hice con un espasmo en mi mente, abriendo los ojos de modo total en cuanto definí el cuarto. Un lugar oscuro, iluminado por una bombilla de tungsteno, mis muñecas atadas y un dolor punzante en mis mejillas.

Una pelea fuerte cuando me deshice de los nudos, cuando liberé para siempre mis manos y busqué la libertad en cuanto la olí muy cerca. Un chico cuidándome, alto, cabello azabache, ojos marrones, piel morena y una pistola en la cadera; creía yo que sería suficiente el ahorcarlo por detrás para inmovilizarlo y huir, mas no me fue posible. Mi sigilo me falló –como siempre-, volteó a verme y me apuntó a la cara.

Alcé las manos hasta donde él las pudiera ver, no separadas, sino enfrente de mi cuerpo, juntas, lo suficiente como para poder desarmarlo y someterlo por unos segundos en el piso… y no me enorgullece decir que fue más fuerte que yo. Me volteó al jugada, me tumbó y casi me mató con un cuchillo; logré moverme poco, lo que llevó a que mi frente y el lado izquierdo de mi cráneo se vieran para siempre marcados con una cicatriz que ahora mismo estoy viendo cosida con puntos.

El dolor punzante y el calor de la sangre hicieron que me enojara, lo suficiente como para liberarme de nuevo, golpearle los testículos, arrancarle el arma, cortarle la pierna en venganza y salir huyendo de ahí. Me llevé la mano a la cabeza, ahora al lado derecho, y sentí un gran chichón, que hasta ahora logró desinflamarse. Eso me llevó a recordar que Adrián no lo logró cuando me vi metida en todo esto, cuando me llevaron una mano en una caja a mi oficina con una nota.

Su mano.

Y otra nota…
“Este merecía una decoración especial”.

“Ese maldito hijo de zorra” me dije a mí misma en cuanto se me salieron las lágrimas, en cuanto corrieron a la fuga, al igual que yo de mi oficina, y el golpe que me llevó a ese cuarto me fue propinado.

Sólo recuerdo que, después de haber salido de ese lugar y haber vencido a mi único guardia, pensé en el último sitio en el que alguien me buscaría sobre la tierra. Mi mordaza, aún la tenía en la boca, ni la había sentido… la usé el tiempo necesario para cubrir la sangre y obligué a un taxista a dejarme cerca de donde Fer, para caminar unos minutos mientras perdía el conocimiento.

Toqué a su puerta repetidas veces hasta que abrió y se compadeció de mí.
Y ahora estoy aquí.

–Despertaste –indica, sólo sonrío ante su obviedad, pero me pareció muy tierna en el instante.

–¿Me lo juras? –decido ser sarcástica con él por una vez en mi vida, le siento tomar mi mano.

–¡¿Qué fue lo que pasó?! –pregunta alarmado, yo sólo agacho la cabeza… Adrián me sigue invadiendo. Sigue su fantasma muy cerca de mí.

Hace poco me habían asignado el caso de una chica que había sobrevivido a un accidente de carretera, en un camión de transporte, pero no lo tomé por la falta de información, sin mencionar que ésta llegó salva a su casa, salvo por una pierna que le tuvieron que amputar en el hospital. Esta mujer de nombre Leah juraba que de no haber sido por el espíritu de su abuelo y de un fantasma llamado Nael, jamás hubiera sobrevivido a esa experiencia. Y no la tildo de loca ni mucho menos, si antes creía en los fantasmas y los entes paranormales, ahora me creo capaz de asegurar su existencia, más ahora con mis amigos deambulando por las calles en formas que por desgracia, no puedo mirar.

No puedo mirar a Fer a los ojos, sólo me dan ganas de llorar nuevamente, pero toma mi mano, haciéndome sentir música en mis venas, reviviendo pasiones muertas.

–Más de lo que puedo soportar –me atrevo a responder, pero no busco decir… más de lo que puedo soportar.

–Estarás internada una semana para que te recuperes de las lesiones, después irás a mi cuarto, pasarás el tiempo que necesites ahí y no quiero que me discutas, conociéndote sé que te atreverás ¿entendiste?

–No puedo negarte nada ahora ¿o sí?
Sonríe un poco y me saca la máscara de gas por unos segundos para rozarme los labios con los suyos. No puedo ocultar esa sensación que me produce desde hace muchísimo tiempo, y ahora jamás la podré esconder, porque el electrocardiograma ha hecho su trabajo y ha delatado a mi corazón acelerarse conforme él lo hace.

Sin embargo, él se asusta.

–¿Estás bien? –pregunta sonriendo, a lo que yo, sonriendo, respondo:


–Mejor que nunca.

12 de enero de 2017

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective. CAPíTULO 17: "Foto"

[Cuatro semanas después de rehabilitación]

–Dicen que tomar es mala idea bajo tu condición –me dice Fernando, mientras le da un sorbo inmenso a su cerveza, sólo lo miro con incredulidad y me recuesto en su pecho.
Una charla con él era lo que me hacía falta.

–¿Entonces cómo sugieres que enfrente esto? –pregunto –mataron a Memo y me lo llevaron a mi puerta como regalo de navidad… y estoy segura de que Santa no fue -tomo un gran trago de mi bebida y para mi sorpresa, me he acabado la lata de piña colada, y en realidad no me interesa que en este momento empiece a salir la risa sin control.

–No hablo sólo de esa condición –indica rozando mi cicatriz, sólo escondo mis ojos, pero los logra encontrar.
Su mirada es tierna, intenta hacerla ver como mala, pero lo conozco mejor que nadie, sé lo que trata de hacer al verme con esos ojos que busca tensar para agravar el peso de su ver, pero sus labios se ven menos amenazadores que los de un cachorro de perrito husky, logrando sólo hacer que yo sonría un poco más.

Mi corazón se desboca… como siempre lo hace cada que le veo a los ojos y recorro con la vista toda su cara hasta culminar en su cuello. Tiene algo que me atrae de sobremanera, no sé qué sea, pero es peligroso, porque siempre que le veo, sólo me es imposible decirle “no” a lo que sea que vaya a salir de su boca.

Su presencia es infernal para mi cuerpo, pasan horas antes de que pueda volver a controlar mis reacciones y mi estómago termina pagando caro por esas reacciones, puesto que siento cómo se revuelve todo adentro de mí. ¿Me contengo? Desde luego que sí, porque mis dientes no han dejado de tiritar y mis manos están incontrolables.

El único modo que encuentro para calmar esta sensación es abrazándolo muy fuerte, en aras de mantenerme a mí misma con fuerza. Sin embargo, sigue siendo capaz de descontrolarme con sólo rozar mi piel, sin tocarla sino lo suficiente para generar más estragos adentro de mi cuerpo.

Sí. Me atrae más de lo que estoy dispuesta a soportar, y yo a él, lo sé por cómo se escucha cada latido de su corazón desbocado en mis oídos.

Trato de mantenerme en control, trato de que no se note siquiera que me tiene en sus manos, trato de que mi ex novio no tenga una mínima idea de lo que es ser yo alrededor de sus brazos, lo único bueno de todo esto, es que parece entender mi lucha.

–¿Qué pasó exactamente? –me pregunta, algo que agradezco, porque Lisandro -a pesar de que me hacía entrar en la calma más añorada que jamás experimenté con nadie- no hacía. Me levanté un poco y lo vi directo a los ojos mientras él me acariciaba el rostro con una delicadeza bastante forzada; intenta tratarme como algo que no soy: una persona delicada.

–Mataron a Memo y lo dejaron enfrente de mi puerta en la oficina –respondo sin titubear, Fer de pronto arquea las tupidas cejas que tiene y sin preguntar más, me abraza y coloca mi cabeza nuevamente en su pecho, lo conozco lo suficiente como para saber que me está invitando a desahogarme, mas decido que es mejor que me lo diga verbalmente –y a Adrián cuando… -me cuesta trabajo aún poder digerirlo.

–Te escucho –y esa es mi invitación para continuar. Comienzo desde el principio, desde Graciela, la lesión de Daniel, Adrián y las foto, gobierno,  la supuesta esterilidad de la esposa del gober, el trabajo de Memo, las conversaciones de Facebook, Brayan, los secuestros, los bebés y finalmente los cadáveres, Memo, Adrián y las notas. A Fer no le puedo ocultar nada, y me impresiona lo fácil que es que salgan estas palabras de mi boca con el estímulo adecuado, Fer sólo está rascándome la cabeza y enterneciendo la mirada –lo que sea que necesites, aquí estoy para ti, nunca me excluyas. Una llamada, un mensaje de WhatsApp, o una conversación por video, siempre la tendrás conmigo, pero por favor, cuídate mucho, más ahora que tienes a un loco matando a tu equipo con el propósito de matarte a ti.

–Entiendo que me quieran matar, he entrado en la vida de muchas personas…

–Pero ahora no se trata de personas comunes y corrientes, esto es delito de cuello blanco 
–empieza a plantear, y de algún modo y sin percatarme de ello, he terminado encima de él, como si se tratara de una noche de sexo en la que yo suelo tener el control.

–¿Cuello blanco? –me sorprende lo que ha dicho.

–Mujer –siempre me ha llamado “mujer” o “hembra” o cosas por el estilo, así que ya no me sorprende de su parte algún apodo –por lo que me cuentas, no me sorprendería que se tratara de ese tal Brayan traicionando a su jefa y compañera y queriéndose quedar con todo el dinero, además de que ya te atrapó espiándole.

Entonces me toma el cuello ligeramente y empieza a besarlo con suavidad, como siempre lo supo hacer

–¿Por qué demonios no trabajas conmigo? –le pregunto entre risas y ahora un poco excitada.

–No, gracias… los dos sabemos cómo terminaría tu oficina.
Y me sonrojo totalmente.

No es la primera vez que terminamos en estas condiciones, a pesar de que ya hayamos hablado sobre la relación que deberíamos tener bajo el hecho de ser una expareja, bajo el hecho de que hemos pasado por cosas distintas cada uno de nosotros, y aun así, existe el aferramiento corporal, en el que terminamos rompiendo esas pieles de tela que nos recubren y nos separan de nuestros deseos profundos y banales en espera de seguir colonizándonos mutuamente en una relación que nace y muere cuando se nos da la gana, en una relación en la que la palabra “ética” pierde todo el sentido al instante en el que lo único que usas como ropa, es la ropa de cama.

–¿Cuándo terminará esto? –pregunto sin dejar de mirar al techo, teniendo consciencia de que sólo estoy usando una sábana sobre mis pechos, sobre los cuales Fer recuesta su cabeza, viendo directamente a mis pupilas.

–El día en el que dejes de responder a mis mensajes…

–¿Estás diciendo que esto es consciente de tu parte?

–No. Estoy diciendo que entre tú y yo, esto es inevitable, y que si terminamos casados y formando familias, seguiremos encontrándonos, tal vez como esposos o amantes.

–¡Qué hueva!

–Lo sé… -se recuesta de nuevo sobre su almohada –y quiero evitarme la parte de ser amante tuyo cuando te llegues a casar.
Esto me ha llamado la atención de sobremanera.

–¿De qué hablas?

–Ven a vivir conmigo…

La petición me ha dejado en shock. No he podido siquiera digerir lo que ha estado pasando entre él y yo en los últimos siete años y ahora busca una solución como esa ante una problemática en la que ni siquiera he buscado meterme.

Y mientras yo me hundo entre mis pensamientos más oscuros, algo suena afuera de la puerta.

Me levanto sin considerar el vestirme o no, al final del día, me conoce desnuda y eso no creo que cambie en mucho tiempo. Enciendo la luz y veo un papel, lo tomo… un maldito sobre.

–Ábrelo –me pide Fer con prisa, lo abro rápidamente y saco las hojas.

Fotos.

En cuanto las veo, se me caen al piso y sin darme cuenta, me recargo sobre la pared con los ojos abiertos. Fer las toma y las ve con atención. Al final de una de las imágenes, viene una nota que lee en voz alta.
“Hay destinos de los que uno no puede escaparse,

 tú tienes dos: tu exnovio y mi cámara”.
–Hey, salgo bien –trata de animar el ambiente, pero eso no me ayuda para nada –no importa lo que este sujeto haga, siempre estaré ahí para ti –lo abrazo y me acuesto en su cama un rato.


–Brayan, me las pagarás, cabrón -murmuro -¿acaso no hay sitio en el que no me puedas encontrar? –exclamo, Fer me besa la cabeza en medio de un abrazo muy fuerte, intento descansar… y entonces me duermo en los brazos de Fernando.

2 de noviembre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective: CAPíTULO 16: "Nota"

Sigo mirando por la ventana al cielo grisáceo. La noche apunta a una tormenta y mis ideas se entremezclan, esperando todas y cada una de ellas para resolverse a sí mismas, mas yo no las dejo. Mi cabeza vuela y yo no tengo las alas tan fuertes como para soportar hasta dónde voy a llegar, y mucho menos tengo fuerza suficiente para soportar la caída.

Daniel se acerca a mí y me da una taza de chocolate caliente, la que sostengo con unas manos que aparentan al tono del fantasma más que al de un ser vivo y que se asemejan a un par de témpanos de hielo.

–Tu semblante no cambia… -me notifica Daniel, como si yo no pudiera ver mi reflejo en el vidrio -¿qué fue lo que viste ahí?

–Un cadáver y una nota para mí…
Abre los ojos. Siempre tuvo unas enormes pestañas que adornaban su mirada, que intensificaban los momentos en los que él necesitara poner una expresión.

–¿Y qué dice la nota?

–Es la letra de una canción de Britney Spears… Womanizer, “I know just just what you are”… lo único que me preocupa es la literalidad del mensaje.

–Sé qué eres… ¿iba dirigido a ti? ¿fue esa chava que fuiste a seguir al baño?

–Tengo mis sospechas -¿quién más podría ser? Me mira Daniel de nuevo con ojos inquisitivos,  o si es que así se le puede llamar a la mirada que me dirige, arqueando las cejas y torciendo un poco la boca. He aprendido con el tiempo a imaginar lo que alguien piensa o dice sin siquiera abrir la boca, pero este conocimiento cabe dentro del plano imaginativo, por lo que aun así, tengo mis dudas –la pelirroja, la de la bolsa, Leo…la que iba a entregar el dinero.

–No podemos sacar una conclusión apresurada e ir detrás de alguien –me indica, pero no sé qué hacer ahora, si seguir lo que me dice o escuchar los gritos de mi corazón y tenderme en mi cama a dormir –voy a checar las redes de esta mujer, debe estar en activo por algún lado, si es así, la podremos rastrear.

–Prende la tele, quiero que haya algo de ruido –pido de favor mientras sigo mirando al cielo… ¿habrá sido Leo? Es la única que acompañó a Graciela en todo el trayecto; si consigo más información sobre ella, podré hacer un perfil completo y determinar quién es ella en realidad. Es la de los pagos, y una jefa estricta, tal vez jefa del Brayan también ¿la habrá matado como ejemplo para los que no cumplen? No… Graciela fue leal, ella entregó a los niños al Brayan para el matadero, pero pudo haberse enojado porque no habían llegado a tiempo y encargarse ella misma del asunto, sin mediar palabra con Brayan. Brayan, ¿él tiene alguna conexión con Leo o sólo es un achichincle? ¿estoy excluyendo algún factor extra? Sí… esta persona sabe de mí.

La televisión resuena…

Un extra informativo.

–Nos encontramos afuera del bar Bombay que se vio envuelto en la muerte de dos jóvenes asistentes identificadas como Graciela Enríquez Ledezma y Leonela Arco del Villar, quienes fueron asesinadas brutalmente por asfixia y encontradas en el baño y basurero del bar respectivamente. Las autoridades correspondientes llevarán el caso al departamento de Feminicidios del estado. Scarlett García reporta para…

–Esto está jodido… exclamo, tratando de reunir las piezas en su lugar.

–Ve el lado bueno –me dice Daniel –ya no tendremos que buscar a Leo.

–Ve el lado bueno –repito con tono de burla -¡tendremos trabajo extra!

Los focos titilan y de repente la luz se va. La oscuridad de la ciudad es impresionante, el brillo de sus luces me deja pensando que tal vez a nosotros se nos acabe la propia.

Regresa la energía, y algo me llama la atención por debajo de la puerta: un charco rojo se hace presente y notorio y el olor a hierro me enerva los sentidos.
Mis muertos detrás de la puerta.

Daniel la abre lentamente y entonces cae un bulto pesado con una nota clavada…

Memo.
“No suelo escatimar en envolturas,
Continúen siguiéndome y habrá más de dónde vino este…”


27 de octubre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective. CAPíTULO 15 "Dolida"

Y todo ocurre de nuevo, se muestra en mi cabeza de mil maneras distintas. Golpes de luz en mis ojos que me consumen hasta que la imagen se hace nítida.  Y todo vuelve a cambiar.

Primero el bebé necrótico, asfixiado; después, las bolsas negras, el agujero; todos los secuestros a niños y ahora los anuncios en los postes y periódicos, todos cumpliendo el patrón de edad, dos años de edad o menores sin importar el sexo. Para colmo, no siento que Lisandro vaya a volver a mi vida en un largo tiempo. Todo me remonta al inicio de esta época rara de mi vida, en la que incluso mi cerebro empieza a sentir espasmos.

Cuando Graciela vino a mí.

Sí. Ese momento alteró todo en cuanto fuimos descubriendo Adrián, Memo y Daniel lo que fue ocurriendo, y hasta que seguimos a ese Brayan, fue cuando pudimos unir los hilos.

Entonces mis pechos intentan explotar de placer, pero algo se desordena en mi garganta, en mi cuerpo, en mi corazón, en mi cabello, en mis palabras… en mi vida. Y más cuando volteo a mi costado en este momento. Me encuentro con una mirada fría y expresiva; esos ojos morenos y grandes que miran a mi cuerpo con hambre y recelo, que buscan con intensidad a mi cadera, suben hasta mis senos y culminan en mis ojos.

Se está esmerando en hacerme sentir algo, pero lo cierto es que no puedo sentir nada.

Se atora todo de nuevo, y la boca que se supone debe de gemir sólo queda cerrada, ahogando al placer. Y todo acaba en un orgasmo de lo más aburrido.

–¿Terminaste? –le pregunto, pero no me escucha y sigue besando cada uno de los poros de mi piel.

–Sí –responde.

–Ahora vete.

Me mira extrañado totalmente, diría yo que perplejo, pero esa palabra no puede abarcar lo que sus ojos totalmente abiertos me han dicho sin expresar ni una sola sílaba.

–Wow, sí que estás dolida –indica, pero no respondo. Me pongo mi ropa y lo invito a salirse 

–vuelve a llamarme cuando puedas disfrutar.

–Dudo que sea pronto –contesto sin que me interese –pero de aquí a que ocurre, pasa buena noche.

–Igual –y entonces se va.

Regreso a lo mío; me meto a bañar y en plena ducha me sigue llegando a la mente la joven Graciela, quien no deja de estar metida hasta el cuello y tal vez ni siquiera sepa lo que está haciendo. El agua me recorre y se lleva los residuos de esta tarde, en la que, por dolor y despecho, usé brutalmente a un chico esperando poder desahogarme, hasta que quedé más rota en el proceso.

Salgo de la ducha, uso mi teléfono… llamadas perdidas de mi madre. Siempre he tenido ese problema con ella, no deja de marcar, y no ha cesado esto desde que me mudé a vivir sola. Le hablo todos los fines de semana, y pareciera que esa rutina, aunque viva en China, jamás cambiará. Paso de las llamadas hasta que llego al número que me interesa.

–Daniel –hablo con entusiasmo, él me responde de igual modo mientras busca entablar conversación conmigo… como siempre –bien, aún dolida, pero voy mejorando, creo… mira, no estoy para discutir mi fallida vida amorosa, estoy aquí para pedirte un mega favor de trabajo.

–No puedo trabajar hasta que hayan depositado el pago.

–Graciela ya depositó todo, lo revisé –aclaro –pero precisamente de ella es quien sospecho algo importante…

–Qué cosa.

–Que no está consciente del todo de lo que hace.

–Mujer, ella secuestra niños, más culpa no puede tener.

–Sí, los secuestra y de eso no la eximo, sólo quiero asegurarme de que de verdad no sabe lo que pasa con ellos después de que los entrega al mensajero del rastro.

–Te pasas de benévola.

–Toda persona merece el beneficio de la duda, aunque ahora ella ya está en el hoyo, creo que puedo conseguir razones por las cuales está haciendo lo que hace.

–¿El dinero te parece una razón fuerte?

–Sí ¿por? –respondo. Aún tengo la vieja manía de caminar por toda mi casa hasta llegar a sentarme de cabeza en uno de los sillones.

–Te enviaré lo que encontré –me levanto, pongo en pie y me dirijo a la computadora.

Reviso mi correo electrónico; las imágenes que me envía son impresionantes, conversaciones en correo electrónico y algunos enlaces de perfiles, pero lo que llama mi atención es la cantidad de ceros que adorna una cifra que le habían prometido a esta mujer.

–Interesante cifra –sigo revisando las conversaciones, y de inmediato aparece una en la que ella ha planeado ir a un bar esta misma noche para encontrarse con quien le pagará todo. Facebook no es el mejor lugar para guardar tus secretos, menos con Daniel presente –¿ya mejoró tu costilla?

–Ya puedo caminar sin sentir mucho dolor, si a eso te refieres ¿por qué preguntas?

–Necesito que me lleves a un lugar en especial…

–NO –responde tajante –siempre que vamos a un lugar, las cosas acaban mal. Tienes malas ideas

–Nunca dije que ésta fuera la excepción –se me dibuja una sonrisa que seguramente le resonó al otro lado del teléfono, pero no puedo dejar de pensar en qué demonios me encontraré ahí si voy –y necesito que vayamos.

–Llevaré el auto, pero me parece mejor que le digas a Memo… o Adrián.

–Memo está vigilando al gobernador y Adrián tiene otro trabajo como fotógrafo esta noche. 
Estás en el hoyo.

–Nos vemos en veinte minutos.

–Vale…

Y cuelgo el teléfono con dureza mientras me enfoco en preparar mi atuendo para ir a un bar que en apariencia es muy fresa, dinero para una cosmo, tal vez y también empacar en mi bolsa guantes para agarrar cosas asquerosas. Todo puede pasar en esta vida.

Llega Daniel en un carro viejo, pero útil para el momento. Me subo y le saludo ahí mismo.

–Espero que sepas lo que haces –me espeta en la cara, y aunque no estoy segura en realidad de lo que quiero ir a observar, sé que algo tendré que encontrar ahí si se encuentra Graciela.

–Tal vez encontrar a una persona a la que le dicen Leo y que ésta le dé millones por secuestrar bebés que maten, eso es lo que busco ahí.

–Entonces deberás ser más discreta, por cierto, te ves bien.

Me reviso el cuerpo: mezclilla ajustada, de esa que no me deja respirar; una camisa fajada traslúcida que deja entrever mi brasier negro, botas altas y mi cabello despeinado. Mis pestañas no son más negras nada más porque no las remarqué más.
Joder, me he arreglado para hacer mi trabajo.

En silencio hemos llegado al bar y nos hemos sentado en la mesa. El lugar es tranquilo, y hay muchas mujeres bien arregladas y vestidas, la mayoría intenta verse despampanante, buscan resaltar con joyas y vestidos muy ajustados, pero debo admitir que se ven muy bien.

Y ahí sigo yo, observando como de costumbre mientras las veo hablar conforme avanza la noche. Daniel se está aburriendo, por lo que ha pedido unas botanas mientras fingimos hablar un rato.

–Entonces te acostaste con el pintor –me dice Daniel –¿no que no te acostabas a menos de que sintieras algo?

–Quería probarme a mí misma que podía sentir algo, ¿ok? –se acerca la mesera y le pido una margarita sin alcohol.

–Enseguida –dice ella, se marcha y puedo continuar platicando con Daniel.

–Sí sentiste algo, sentiste peor –sonríe y se lleva las botanas que pidió a la boca –no te culpo –insiste –cuando Jessenia y yo terminamos, creí que moriría y que jamás podría sentir algo por ninguna otra mujer… ¡y mírame! Siento algo por Melanie.

–Tal vez necesito distraerme sin involucrar sexo –indico,  pero no le convencen mis palabras. Abren la puerta de entrada, y en cuanto veo la cabellera morena de Graciela, me pongo mis gafas y una boina que estaban en mi bolso para evitar que me vea.

Funciona mi ridículo camuflaje y mientras la vigilo, noto que se va a sentar a la barra y pide un clericot para pasar el rato.

–¿Es ella? –me pregunta, sólo asiento con la cabeza –wow, sí que cambió mucho.

–Se llama recibir dinero por coger –respondo cabalmente. Cuando reviso el historial de esta mujer, me doy cuenta de que ha ocultado mucho. No sólo no trabajó en gobierno, sino que en apariencia hacía favores sexuales al gobernador y peor tantito, secuestra para cobrar cantidades enormes de dinero… lo único que podría ayudarle aunque fuera un poco sería que no supiera qué pasa con los niños que entrega, pero ya a estas alturas, dudo que no lo sepa.

Tal vez ella sólo recibía la paga directamente del gobernador, pero no creo que sea ese pago en ropa. Pasé de muchas hipótesis hasta comprobar la realidad, pasé de creer que la mujer del gobernador era estéril para terminar viendo cómo tiraban restos de bebés a un hoyo en un campo de terracería. Es mucha información a procesar. E igualmente el dinero que le van a dar hoy se me figura exclusivo de la venta de bebés, pero el nombre que no me cuadra es Leo, porque Brayan negociaba directamente con ella.

Reviso la conversación completa de ella con Leo, y en apariencia hay una buena relación entre estos dos sujetos, pero Graciela aparece cansada de tratar con Brayan, por lo que le pide que otra persona le pague, y esa persona será Leo, hoy mismo, treinta millones, sin mencionar que se hablan con cariño, lo que la hace sentir un poco confiada.

Una mujer bien parecida se sienta a un lado de Graciela, pide una bebida y entablan conversación de inmediato.

Arqueo la ceja en cuanto veo que hay signos de coquetería de una hacia la otra, y de pronto, estos signos se volvieron mutuos, desde agarrarse el cabello hasta rozarse los brazos. Ambas lucen hermosas, ambas se miran directamente a los ojos.

Y ambas se besan con premura. La otra chica agarra la bolsa que lleva y se meten al baño.

Esto explica el cariño con el que se hablaban en el chat.

–Eso es incómodo –dice Daniel enfrente de mí.

–Ni me lo digas –respondo… volteo a mi alrededor, y todas las chicas se han puesto de pie para bailar entre ellas, algunas para besarse entre ellas y otras simplemente se han ido corriendo, como desesperadas –un bar de lesbianas. Jamás lo creí.

Y una chica llega a pedirme bailar con ella.

–Tengo acompañante, gracias.

–Te lo pierdes, hermosa –responde y me guiña el ojo. Se ha vuelto más incómodo.

–¿No dices que quieres sentir algo? –se ríe Daniel por lo bajo mientras lo culmino con los ojos.

–Ahorita regreso –entro al baño, pero no dejo de sentir las miradas de las chicas sobre mi trasero… creo que no es un lugar fino, es otro de esos antros a los que la gente va a buscar algo para coger rápidamente y entonces irse.

Algo así como lo que yo hago cuando estoy dolida.

Entro al baño, todo parece estar en orden. Un lugar muy limpio, pareciera respetar las reglas de higiene… la ventana está abierta, por lo que el frío aire corre por todas las partes de mi cuerpo. Y distingo algo a lo lejos, en uno de los rincones del baño, una pierna acostada.

“Genial, también está en drogas” pienso y me acerco poco a poco, pero no se altera, no se mueve.

No me escucha.

Eso sí es preocupante, por lo que me acerco a velocidad y veo a Graciela caída, desfallecida, pálida… los ojos abiertos y la expresión de sorpresa más horripilante que haya yo visto en mi vida. Sé que es inútil, pero le tomo la presión, me quiero asegurar de que aún respire.

Pero no lo hace.

Me pongo los guantes, porque es algo que aprendí en Criminalística, y toco el cuerpo. Del cabello rizado de Graciela cae una nota de papel.

I Know just, just, what you are…
También va para ti, Madeline Quetzali”.

Llegué tarde, se salió por la ventana y ahora tengo un muerto aquí.

Antes de que me inculpen por un asesinato, procedo a tomar fotos de lo ocurrido con mi teléfono, enviarle un mensaje a Daniel que dice “Paga todo, te veo en el carro” y salir por la ventana.

Y cuando llego al carro, Daniel sólo me mira con extrañeza.

–¿Algo que me quieras explicar? –pregunta, pero decido mantenerme al margen.

–En la oficina te cuento…

20 de octubre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 14: "Dolo"

–Estarás bien, no es el fin del mundo –para ellos no es el fin del mundo acabar con una relación, entregarse abiertamente a otras personas es un evento que ocurre día con día.

Y sin embargo, sigo aquí, escuchando las palabras del que es uno de mis mejores amigos; sí, Adrián está fungiendo como un consejero emocional, y aunque la mayoría de sus palabras son conformadas por un “no sé cómo les haya ido a ustedes dos, no soy para juzgar…” entiendo su punto, y ese es el mismo que me he estado repitiendo, el mismo punto que el sentido común repite como mantra hasta el cansancio.

Seguir adelante.

–No siempre se sigue adelante, a veces sólo pasan los días. Y en lo que pasan, sólo quiero que sigamos vigilando a ese carro –respondo apuntando al auto del Brayan en lo que tomo un sorbo de una bebida que yo desearía fuera cloro –mira, ya se mueve.

Y entonces Adrián avanza y sigue al auto a varios metros de distancia mientras yo lo vigilo, aún enfocada en todo lo que ha pasado en estos días.

El carro se ha desviado, toma la ruta que va directamente a la conexión con el puente intermunicipal y decide perderse entre otros carros de distintos colores, modelos y tamaños, pero la placa es fácilmente identificable.

–Tengo un mal presentimiento de este sujeto –indica Adrián, yo sólo sigo mirando a los carros y en lo que él habla, yo sólo busco hilar los hechos…

Un bebé asfixiado en casa de Graciela, y de pronto las reuniones se efectúan con rapidez.

Y ayer recibí una llamada extraña.

El celular indicaba el número de la señora Inés.

“–Señito –me dijo por el teléfono mientras Adrián abrazaba mi casi inmóvil cuerpo. De pronto, todo lo que este sujeto me hacía sentir… la taquicardia, los mareos y el olor que se desprendía de su ropa, ya no tenían ningún efecto en mí.

Esta fábrica de cariñitos se cerró para siempre.

¿Sí?

Vi las noticias y que disque según que ya encontraron al chamaquito –dijo con la voz aguda, como si implorara que le dijéramos… a mi criterio, su voz iba muy teatralizada -¿está bien el escuinclito?

Sí, sólo con el detalle de que lo encontramos verde y sin mucha vida…

Está muerto…

¡¿Qué?! ¿Cómo pasó? –gritó, parecía a punto de llorar.

Lo asfixiaron con una almohada –no respondió.

Se me figura que fue esa vieja loca, la Graciela esa o uno de sus achichincles de gobierno. Pero a lo que iba. Esta desgraciada mujer regresó con más niños, ahora son chavalitos de como 5 a 6 meses de edad y quiere que los cuide a todos. Se fue en su carro, una cosa blanca y bien hechecita con una W –se le salía la tonada clásica de la capital, y encima tenía un tono enojado –vienen casi cada semana con críos nuevos y recogen a uno y así cada siempre…

Enterada, gracias por hacérmelo saber.

Entonces colgué la llamada”.

Se sigue la carretera hasta llegar a tierra caliente, donde toma otra desviación a algunos kilómetros que decido pasar en silencio. Vamos a una velocidad prudente, no nos dejamos delatar y eso está bien, para personas que conocen poco del sigilo…

El camino es de terracería, y aparte es bastante largo, por lo que esperamos unos 10 minutos antes de volver a seguirle.

Me recargo de nuevo en el asiento del copiloto y contemplo todo el camino que falta por recorrer; mientras empiezo a pensar en mi vida y en lo rápida que se está yendo. Adrián intenta hacerme plática, pero no me dejo. No quiero hablar ahora. No quiero que otra cosa que no sea el sol calentando mi ropa negra comunique nada que no tenga que ver con un pequeño sufrir que pueda ser incluso peor que el hecho de haberme roto el alma o haber fragmentado la realidad.

–Síguelo –le ordeno, pero no hace caso hasta que le digo –sí, sigo rota ¿feliz? Ahora tenemos que hacer nuestro trabajo.

No media palabra alguna. Intenta entender mi posición puesto que no soy la única persona a la que le hayan roto el corazón y ni siquiera es la primera vez, por lo que no entiendo por qué duele tanto. Respiro y veo la terracería avanzar con nosotros encima de una carcacha y siguiendo las huellas de otra carcacha.

Llegamos después de unas horas, llegamos al atardecer y sobretodo llegamos a una carpa, la que está haciendo una sombra bastante tenue para lo que significa una tarde despejada y naranja como la que se despliega en el cielo del santo ocaso. Adrián se ha estacionado justo debajo de un árbol muy frondoso, detrás de unos arbustos y el viento ha creado otra cortina de tierra que nos ha camuflado más de lo que esperaba. Tanto ha sido el camuflaje que no distingo mucho, sólo una pequeña luz que se ha encendido en el interior de esa tela y aparte, escucho muchos intentos fallidos de palabras…

Muchos “Da dá” o eso es lo que llego a comprender.

Y al final: sollozos.

El atardecer ha terminado, y entonces la noche se pinta sobre nosotros para delatar a un sujeto que ahora tiene bolsas oscuras que bota a un agujero escarbado detrás de la carpa. 
Busco entender lo que ocurre, y no es difícil de comprenderlo cuando se ve algo gotear de las bolsas.

La situación hizo enfurecer a Adrián; y a mí, atar los cabos sueltos.

Las fechas de las conversaciones fueron previas al día en el que encontramos el cuerpo del niño asfixiado, y entonces las reuniones se volvieron a efectuar...

Brayan mató al bebé y se lo dejó a Graciela como amenaza.