27 de octubre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective. CAPíTULO 15 "Dolida"

Y todo ocurre de nuevo, se muestra en mi cabeza de mil maneras distintas. Golpes de luz en mis ojos que me consumen hasta que la imagen se hace nítida.  Y todo vuelve a cambiar.

Primero el bebé necrótico, asfixiado; después, las bolsas negras, el agujero; todos los secuestros a niños y ahora los anuncios en los postes y periódicos, todos cumpliendo el patrón de edad, dos años de edad o menores sin importar el sexo. Para colmo, no siento que Lisandro vaya a volver a mi vida en un largo tiempo. Todo me remonta al inicio de esta época rara de mi vida, en la que incluso mi cerebro empieza a sentir espasmos.

Cuando Graciela vino a mí.

Sí. Ese momento alteró todo en cuanto fuimos descubriendo Adrián, Memo y Daniel lo que fue ocurriendo, y hasta que seguimos a ese Brayan, fue cuando pudimos unir los hilos.

Entonces mis pechos intentan explotar de placer, pero algo se desordena en mi garganta, en mi cuerpo, en mi corazón, en mi cabello, en mis palabras… en mi vida. Y más cuando volteo a mi costado en este momento. Me encuentro con una mirada fría y expresiva; esos ojos morenos y grandes que miran a mi cuerpo con hambre y recelo, que buscan con intensidad a mi cadera, suben hasta mis senos y culminan en mis ojos.

Se está esmerando en hacerme sentir algo, pero lo cierto es que no puedo sentir nada.

Se atora todo de nuevo, y la boca que se supone debe de gemir sólo queda cerrada, ahogando al placer. Y todo acaba en un orgasmo de lo más aburrido.

–¿Terminaste? –le pregunto, pero no me escucha y sigue besando cada uno de los poros de mi piel.

–Sí –responde.

–Ahora vete.

Me mira extrañado totalmente, diría yo que perplejo, pero esa palabra no puede abarcar lo que sus ojos totalmente abiertos me han dicho sin expresar ni una sola sílaba.

–Wow, sí que estás dolida –indica, pero no respondo. Me pongo mi ropa y lo invito a salirse 

–vuelve a llamarme cuando puedas disfrutar.

–Dudo que sea pronto –contesto sin que me interese –pero de aquí a que ocurre, pasa buena noche.

–Igual –y entonces se va.

Regreso a lo mío; me meto a bañar y en plena ducha me sigue llegando a la mente la joven Graciela, quien no deja de estar metida hasta el cuello y tal vez ni siquiera sepa lo que está haciendo. El agua me recorre y se lleva los residuos de esta tarde, en la que, por dolor y despecho, usé brutalmente a un chico esperando poder desahogarme, hasta que quedé más rota en el proceso.

Salgo de la ducha, uso mi teléfono… llamadas perdidas de mi madre. Siempre he tenido ese problema con ella, no deja de marcar, y no ha cesado esto desde que me mudé a vivir sola. Le hablo todos los fines de semana, y pareciera que esa rutina, aunque viva en China, jamás cambiará. Paso de las llamadas hasta que llego al número que me interesa.

–Daniel –hablo con entusiasmo, él me responde de igual modo mientras busca entablar conversación conmigo… como siempre –bien, aún dolida, pero voy mejorando, creo… mira, no estoy para discutir mi fallida vida amorosa, estoy aquí para pedirte un mega favor de trabajo.

–No puedo trabajar hasta que hayan depositado el pago.

–Graciela ya depositó todo, lo revisé –aclaro –pero precisamente de ella es quien sospecho algo importante…

–Qué cosa.

–Que no está consciente del todo de lo que hace.

–Mujer, ella secuestra niños, más culpa no puede tener.

–Sí, los secuestra y de eso no la eximo, sólo quiero asegurarme de que de verdad no sabe lo que pasa con ellos después de que los entrega al mensajero del rastro.

–Te pasas de benévola.

–Toda persona merece el beneficio de la duda, aunque ahora ella ya está en el hoyo, creo que puedo conseguir razones por las cuales está haciendo lo que hace.

–¿El dinero te parece una razón fuerte?

–Sí ¿por? –respondo. Aún tengo la vieja manía de caminar por toda mi casa hasta llegar a sentarme de cabeza en uno de los sillones.

–Te enviaré lo que encontré –me levanto, pongo en pie y me dirijo a la computadora.

Reviso mi correo electrónico; las imágenes que me envía son impresionantes, conversaciones en correo electrónico y algunos enlaces de perfiles, pero lo que llama mi atención es la cantidad de ceros que adorna una cifra que le habían prometido a esta mujer.

–Interesante cifra –sigo revisando las conversaciones, y de inmediato aparece una en la que ella ha planeado ir a un bar esta misma noche para encontrarse con quien le pagará todo. Facebook no es el mejor lugar para guardar tus secretos, menos con Daniel presente –¿ya mejoró tu costilla?

–Ya puedo caminar sin sentir mucho dolor, si a eso te refieres ¿por qué preguntas?

–Necesito que me lleves a un lugar en especial…

–NO –responde tajante –siempre que vamos a un lugar, las cosas acaban mal. Tienes malas ideas

–Nunca dije que ésta fuera la excepción –se me dibuja una sonrisa que seguramente le resonó al otro lado del teléfono, pero no puedo dejar de pensar en qué demonios me encontraré ahí si voy –y necesito que vayamos.

–Llevaré el auto, pero me parece mejor que le digas a Memo… o Adrián.

–Memo está vigilando al gobernador y Adrián tiene otro trabajo como fotógrafo esta noche. 
Estás en el hoyo.

–Nos vemos en veinte minutos.

–Vale…

Y cuelgo el teléfono con dureza mientras me enfoco en preparar mi atuendo para ir a un bar que en apariencia es muy fresa, dinero para una cosmo, tal vez y también empacar en mi bolsa guantes para agarrar cosas asquerosas. Todo puede pasar en esta vida.

Llega Daniel en un carro viejo, pero útil para el momento. Me subo y le saludo ahí mismo.

–Espero que sepas lo que haces –me espeta en la cara, y aunque no estoy segura en realidad de lo que quiero ir a observar, sé que algo tendré que encontrar ahí si se encuentra Graciela.

–Tal vez encontrar a una persona a la que le dicen Leo y que ésta le dé millones por secuestrar bebés que maten, eso es lo que busco ahí.

–Entonces deberás ser más discreta, por cierto, te ves bien.

Me reviso el cuerpo: mezclilla ajustada, de esa que no me deja respirar; una camisa fajada traslúcida que deja entrever mi brasier negro, botas altas y mi cabello despeinado. Mis pestañas no son más negras nada más porque no las remarqué más.
Joder, me he arreglado para hacer mi trabajo.

En silencio hemos llegado al bar y nos hemos sentado en la mesa. El lugar es tranquilo, y hay muchas mujeres bien arregladas y vestidas, la mayoría intenta verse despampanante, buscan resaltar con joyas y vestidos muy ajustados, pero debo admitir que se ven muy bien.

Y ahí sigo yo, observando como de costumbre mientras las veo hablar conforme avanza la noche. Daniel se está aburriendo, por lo que ha pedido unas botanas mientras fingimos hablar un rato.

–Entonces te acostaste con el pintor –me dice Daniel –¿no que no te acostabas a menos de que sintieras algo?

–Quería probarme a mí misma que podía sentir algo, ¿ok? –se acerca la mesera y le pido una margarita sin alcohol.

–Enseguida –dice ella, se marcha y puedo continuar platicando con Daniel.

–Sí sentiste algo, sentiste peor –sonríe y se lleva las botanas que pidió a la boca –no te culpo –insiste –cuando Jessenia y yo terminamos, creí que moriría y que jamás podría sentir algo por ninguna otra mujer… ¡y mírame! Siento algo por Melanie.

–Tal vez necesito distraerme sin involucrar sexo –indico,  pero no le convencen mis palabras. Abren la puerta de entrada, y en cuanto veo la cabellera morena de Graciela, me pongo mis gafas y una boina que estaban en mi bolso para evitar que me vea.

Funciona mi ridículo camuflaje y mientras la vigilo, noto que se va a sentar a la barra y pide un clericot para pasar el rato.

–¿Es ella? –me pregunta, sólo asiento con la cabeza –wow, sí que cambió mucho.

–Se llama recibir dinero por coger –respondo cabalmente. Cuando reviso el historial de esta mujer, me doy cuenta de que ha ocultado mucho. No sólo no trabajó en gobierno, sino que en apariencia hacía favores sexuales al gobernador y peor tantito, secuestra para cobrar cantidades enormes de dinero… lo único que podría ayudarle aunque fuera un poco sería que no supiera qué pasa con los niños que entrega, pero ya a estas alturas, dudo que no lo sepa.

Tal vez ella sólo recibía la paga directamente del gobernador, pero no creo que sea ese pago en ropa. Pasé de muchas hipótesis hasta comprobar la realidad, pasé de creer que la mujer del gobernador era estéril para terminar viendo cómo tiraban restos de bebés a un hoyo en un campo de terracería. Es mucha información a procesar. E igualmente el dinero que le van a dar hoy se me figura exclusivo de la venta de bebés, pero el nombre que no me cuadra es Leo, porque Brayan negociaba directamente con ella.

Reviso la conversación completa de ella con Leo, y en apariencia hay una buena relación entre estos dos sujetos, pero Graciela aparece cansada de tratar con Brayan, por lo que le pide que otra persona le pague, y esa persona será Leo, hoy mismo, treinta millones, sin mencionar que se hablan con cariño, lo que la hace sentir un poco confiada.

Una mujer bien parecida se sienta a un lado de Graciela, pide una bebida y entablan conversación de inmediato.

Arqueo la ceja en cuanto veo que hay signos de coquetería de una hacia la otra, y de pronto, estos signos se volvieron mutuos, desde agarrarse el cabello hasta rozarse los brazos. Ambas lucen hermosas, ambas se miran directamente a los ojos.

Y ambas se besan con premura. La otra chica agarra la bolsa que lleva y se meten al baño.

Esto explica el cariño con el que se hablaban en el chat.

–Eso es incómodo –dice Daniel enfrente de mí.

–Ni me lo digas –respondo… volteo a mi alrededor, y todas las chicas se han puesto de pie para bailar entre ellas, algunas para besarse entre ellas y otras simplemente se han ido corriendo, como desesperadas –un bar de lesbianas. Jamás lo creí.

Y una chica llega a pedirme bailar con ella.

–Tengo acompañante, gracias.

–Te lo pierdes, hermosa –responde y me guiña el ojo. Se ha vuelto más incómodo.

–¿No dices que quieres sentir algo? –se ríe Daniel por lo bajo mientras lo culmino con los ojos.

–Ahorita regreso –entro al baño, pero no dejo de sentir las miradas de las chicas sobre mi trasero… creo que no es un lugar fino, es otro de esos antros a los que la gente va a buscar algo para coger rápidamente y entonces irse.

Algo así como lo que yo hago cuando estoy dolida.

Entro al baño, todo parece estar en orden. Un lugar muy limpio, pareciera respetar las reglas de higiene… la ventana está abierta, por lo que el frío aire corre por todas las partes de mi cuerpo. Y distingo algo a lo lejos, en uno de los rincones del baño, una pierna acostada.

“Genial, también está en drogas” pienso y me acerco poco a poco, pero no se altera, no se mueve.

No me escucha.

Eso sí es preocupante, por lo que me acerco a velocidad y veo a Graciela caída, desfallecida, pálida… los ojos abiertos y la expresión de sorpresa más horripilante que haya yo visto en mi vida. Sé que es inútil, pero le tomo la presión, me quiero asegurar de que aún respire.

Pero no lo hace.

Me pongo los guantes, porque es algo que aprendí en Criminalística, y toco el cuerpo. Del cabello rizado de Graciela cae una nota de papel.

I Know just, just, what you are…
También va para ti, Madeline Quetzali”.

Llegué tarde, se salió por la ventana y ahora tengo un muerto aquí.

Antes de que me inculpen por un asesinato, procedo a tomar fotos de lo ocurrido con mi teléfono, enviarle un mensaje a Daniel que dice “Paga todo, te veo en el carro” y salir por la ventana.

Y cuando llego al carro, Daniel sólo me mira con extrañeza.

–¿Algo que me quieras explicar? –pregunta, pero decido mantenerme al margen.

–En la oficina te cuento…

20 de octubre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 14: "Dolo"

–Estarás bien, no es el fin del mundo –para ellos no es el fin del mundo acabar con una relación, entregarse abiertamente a otras personas es un evento que ocurre día con día.

Y sin embargo, sigo aquí, escuchando las palabras del que es uno de mis mejores amigos; sí, Adrián está fungiendo como un consejero emocional, y aunque la mayoría de sus palabras son conformadas por un “no sé cómo les haya ido a ustedes dos, no soy para juzgar…” entiendo su punto, y ese es el mismo que me he estado repitiendo, el mismo punto que el sentido común repite como mantra hasta el cansancio.

Seguir adelante.

–No siempre se sigue adelante, a veces sólo pasan los días. Y en lo que pasan, sólo quiero que sigamos vigilando a ese carro –respondo apuntando al auto del Brayan en lo que tomo un sorbo de una bebida que yo desearía fuera cloro –mira, ya se mueve.

Y entonces Adrián avanza y sigue al auto a varios metros de distancia mientras yo lo vigilo, aún enfocada en todo lo que ha pasado en estos días.

El carro se ha desviado, toma la ruta que va directamente a la conexión con el puente intermunicipal y decide perderse entre otros carros de distintos colores, modelos y tamaños, pero la placa es fácilmente identificable.

–Tengo un mal presentimiento de este sujeto –indica Adrián, yo sólo sigo mirando a los carros y en lo que él habla, yo sólo busco hilar los hechos…

Un bebé asfixiado en casa de Graciela, y de pronto las reuniones se efectúan con rapidez.

Y ayer recibí una llamada extraña.

El celular indicaba el número de la señora Inés.

“–Señito –me dijo por el teléfono mientras Adrián abrazaba mi casi inmóvil cuerpo. De pronto, todo lo que este sujeto me hacía sentir… la taquicardia, los mareos y el olor que se desprendía de su ropa, ya no tenían ningún efecto en mí.

Esta fábrica de cariñitos se cerró para siempre.

¿Sí?

Vi las noticias y que disque según que ya encontraron al chamaquito –dijo con la voz aguda, como si implorara que le dijéramos… a mi criterio, su voz iba muy teatralizada -¿está bien el escuinclito?

Sí, sólo con el detalle de que lo encontramos verde y sin mucha vida…

Está muerto…

¡¿Qué?! ¿Cómo pasó? –gritó, parecía a punto de llorar.

Lo asfixiaron con una almohada –no respondió.

Se me figura que fue esa vieja loca, la Graciela esa o uno de sus achichincles de gobierno. Pero a lo que iba. Esta desgraciada mujer regresó con más niños, ahora son chavalitos de como 5 a 6 meses de edad y quiere que los cuide a todos. Se fue en su carro, una cosa blanca y bien hechecita con una W –se le salía la tonada clásica de la capital, y encima tenía un tono enojado –vienen casi cada semana con críos nuevos y recogen a uno y así cada siempre…

Enterada, gracias por hacérmelo saber.

Entonces colgué la llamada”.

Se sigue la carretera hasta llegar a tierra caliente, donde toma otra desviación a algunos kilómetros que decido pasar en silencio. Vamos a una velocidad prudente, no nos dejamos delatar y eso está bien, para personas que conocen poco del sigilo…

El camino es de terracería, y aparte es bastante largo, por lo que esperamos unos 10 minutos antes de volver a seguirle.

Me recargo de nuevo en el asiento del copiloto y contemplo todo el camino que falta por recorrer; mientras empiezo a pensar en mi vida y en lo rápida que se está yendo. Adrián intenta hacerme plática, pero no me dejo. No quiero hablar ahora. No quiero que otra cosa que no sea el sol calentando mi ropa negra comunique nada que no tenga que ver con un pequeño sufrir que pueda ser incluso peor que el hecho de haberme roto el alma o haber fragmentado la realidad.

–Síguelo –le ordeno, pero no hace caso hasta que le digo –sí, sigo rota ¿feliz? Ahora tenemos que hacer nuestro trabajo.

No media palabra alguna. Intenta entender mi posición puesto que no soy la única persona a la que le hayan roto el corazón y ni siquiera es la primera vez, por lo que no entiendo por qué duele tanto. Respiro y veo la terracería avanzar con nosotros encima de una carcacha y siguiendo las huellas de otra carcacha.

Llegamos después de unas horas, llegamos al atardecer y sobretodo llegamos a una carpa, la que está haciendo una sombra bastante tenue para lo que significa una tarde despejada y naranja como la que se despliega en el cielo del santo ocaso. Adrián se ha estacionado justo debajo de un árbol muy frondoso, detrás de unos arbustos y el viento ha creado otra cortina de tierra que nos ha camuflado más de lo que esperaba. Tanto ha sido el camuflaje que no distingo mucho, sólo una pequeña luz que se ha encendido en el interior de esa tela y aparte, escucho muchos intentos fallidos de palabras…

Muchos “Da dá” o eso es lo que llego a comprender.

Y al final: sollozos.

El atardecer ha terminado, y entonces la noche se pinta sobre nosotros para delatar a un sujeto que ahora tiene bolsas oscuras que bota a un agujero escarbado detrás de la carpa. 
Busco entender lo que ocurre, y no es difícil de comprenderlo cuando se ve algo gotear de las bolsas.

La situación hizo enfurecer a Adrián; y a mí, atar los cabos sueltos.

Las fechas de las conversaciones fueron previas al día en el que encontramos el cuerpo del niño asfixiado, y entonces las reuniones se volvieron a efectuar...

Brayan mató al bebé y se lo dejó a Graciela como amenaza.