2 de noviembre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective: CAPíTULO 16: "Nota"

Sigo mirando por la ventana al cielo grisáceo. La noche apunta a una tormenta y mis ideas se entremezclan, esperando todas y cada una de ellas para resolverse a sí mismas, mas yo no las dejo. Mi cabeza vuela y yo no tengo las alas tan fuertes como para soportar hasta dónde voy a llegar, y mucho menos tengo fuerza suficiente para soportar la caída.

Daniel se acerca a mí y me da una taza de chocolate caliente, la que sostengo con unas manos que aparentan al tono del fantasma más que al de un ser vivo y que se asemejan a un par de témpanos de hielo.

–Tu semblante no cambia… -me notifica Daniel, como si yo no pudiera ver mi reflejo en el vidrio -¿qué fue lo que viste ahí?

–Un cadáver y una nota para mí…
Abre los ojos. Siempre tuvo unas enormes pestañas que adornaban su mirada, que intensificaban los momentos en los que él necesitara poner una expresión.

–¿Y qué dice la nota?

–Es la letra de una canción de Britney Spears… Womanizer, “I know just just what you are”… lo único que me preocupa es la literalidad del mensaje.

–Sé qué eres… ¿iba dirigido a ti? ¿fue esa chava que fuiste a seguir al baño?

–Tengo mis sospechas -¿quién más podría ser? Me mira Daniel de nuevo con ojos inquisitivos,  o si es que así se le puede llamar a la mirada que me dirige, arqueando las cejas y torciendo un poco la boca. He aprendido con el tiempo a imaginar lo que alguien piensa o dice sin siquiera abrir la boca, pero este conocimiento cabe dentro del plano imaginativo, por lo que aun así, tengo mis dudas –la pelirroja, la de la bolsa, Leo…la que iba a entregar el dinero.

–No podemos sacar una conclusión apresurada e ir detrás de alguien –me indica, pero no sé qué hacer ahora, si seguir lo que me dice o escuchar los gritos de mi corazón y tenderme en mi cama a dormir –voy a checar las redes de esta mujer, debe estar en activo por algún lado, si es así, la podremos rastrear.

–Prende la tele, quiero que haya algo de ruido –pido de favor mientras sigo mirando al cielo… ¿habrá sido Leo? Es la única que acompañó a Graciela en todo el trayecto; si consigo más información sobre ella, podré hacer un perfil completo y determinar quién es ella en realidad. Es la de los pagos, y una jefa estricta, tal vez jefa del Brayan también ¿la habrá matado como ejemplo para los que no cumplen? No… Graciela fue leal, ella entregó a los niños al Brayan para el matadero, pero pudo haberse enojado porque no habían llegado a tiempo y encargarse ella misma del asunto, sin mediar palabra con Brayan. Brayan, ¿él tiene alguna conexión con Leo o sólo es un achichincle? ¿estoy excluyendo algún factor extra? Sí… esta persona sabe de mí.

La televisión resuena…

Un extra informativo.

–Nos encontramos afuera del bar Bombay que se vio envuelto en la muerte de dos jóvenes asistentes identificadas como Graciela Enríquez Ledezma y Leonela Arco del Villar, quienes fueron asesinadas brutalmente por asfixia y encontradas en el baño y basurero del bar respectivamente. Las autoridades correspondientes llevarán el caso al departamento de Feminicidios del estado. Scarlett García reporta para…

–Esto está jodido… exclamo, tratando de reunir las piezas en su lugar.

–Ve el lado bueno –me dice Daniel –ya no tendremos que buscar a Leo.

–Ve el lado bueno –repito con tono de burla -¡tendremos trabajo extra!

Los focos titilan y de repente la luz se va. La oscuridad de la ciudad es impresionante, el brillo de sus luces me deja pensando que tal vez a nosotros se nos acabe la propia.

Regresa la energía, y algo me llama la atención por debajo de la puerta: un charco rojo se hace presente y notorio y el olor a hierro me enerva los sentidos.
Mis muertos detrás de la puerta.

Daniel la abre lentamente y entonces cae un bulto pesado con una nota clavada…

Memo.
“No suelo escatimar en envolturas,
Continúen siguiéndome y habrá más de dónde vino este…”


27 de octubre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective. CAPíTULO 15 "Dolida"

Y todo ocurre de nuevo, se muestra en mi cabeza de mil maneras distintas. Golpes de luz en mis ojos que me consumen hasta que la imagen se hace nítida.  Y todo vuelve a cambiar.

Primero el bebé necrótico, asfixiado; después, las bolsas negras, el agujero; todos los secuestros a niños y ahora los anuncios en los postes y periódicos, todos cumpliendo el patrón de edad, dos años de edad o menores sin importar el sexo. Para colmo, no siento que Lisandro vaya a volver a mi vida en un largo tiempo. Todo me remonta al inicio de esta época rara de mi vida, en la que incluso mi cerebro empieza a sentir espasmos.

Cuando Graciela vino a mí.

Sí. Ese momento alteró todo en cuanto fuimos descubriendo Adrián, Memo y Daniel lo que fue ocurriendo, y hasta que seguimos a ese Brayan, fue cuando pudimos unir los hilos.

Entonces mis pechos intentan explotar de placer, pero algo se desordena en mi garganta, en mi cuerpo, en mi corazón, en mi cabello, en mis palabras… en mi vida. Y más cuando volteo a mi costado en este momento. Me encuentro con una mirada fría y expresiva; esos ojos morenos y grandes que miran a mi cuerpo con hambre y recelo, que buscan con intensidad a mi cadera, suben hasta mis senos y culminan en mis ojos.

Se está esmerando en hacerme sentir algo, pero lo cierto es que no puedo sentir nada.

Se atora todo de nuevo, y la boca que se supone debe de gemir sólo queda cerrada, ahogando al placer. Y todo acaba en un orgasmo de lo más aburrido.

–¿Terminaste? –le pregunto, pero no me escucha y sigue besando cada uno de los poros de mi piel.

–Sí –responde.

–Ahora vete.

Me mira extrañado totalmente, diría yo que perplejo, pero esa palabra no puede abarcar lo que sus ojos totalmente abiertos me han dicho sin expresar ni una sola sílaba.

–Wow, sí que estás dolida –indica, pero no respondo. Me pongo mi ropa y lo invito a salirse 

–vuelve a llamarme cuando puedas disfrutar.

–Dudo que sea pronto –contesto sin que me interese –pero de aquí a que ocurre, pasa buena noche.

–Igual –y entonces se va.

Regreso a lo mío; me meto a bañar y en plena ducha me sigue llegando a la mente la joven Graciela, quien no deja de estar metida hasta el cuello y tal vez ni siquiera sepa lo que está haciendo. El agua me recorre y se lleva los residuos de esta tarde, en la que, por dolor y despecho, usé brutalmente a un chico esperando poder desahogarme, hasta que quedé más rota en el proceso.

Salgo de la ducha, uso mi teléfono… llamadas perdidas de mi madre. Siempre he tenido ese problema con ella, no deja de marcar, y no ha cesado esto desde que me mudé a vivir sola. Le hablo todos los fines de semana, y pareciera que esa rutina, aunque viva en China, jamás cambiará. Paso de las llamadas hasta que llego al número que me interesa.

–Daniel –hablo con entusiasmo, él me responde de igual modo mientras busca entablar conversación conmigo… como siempre –bien, aún dolida, pero voy mejorando, creo… mira, no estoy para discutir mi fallida vida amorosa, estoy aquí para pedirte un mega favor de trabajo.

–No puedo trabajar hasta que hayan depositado el pago.

–Graciela ya depositó todo, lo revisé –aclaro –pero precisamente de ella es quien sospecho algo importante…

–Qué cosa.

–Que no está consciente del todo de lo que hace.

–Mujer, ella secuestra niños, más culpa no puede tener.

–Sí, los secuestra y de eso no la eximo, sólo quiero asegurarme de que de verdad no sabe lo que pasa con ellos después de que los entrega al mensajero del rastro.

–Te pasas de benévola.

–Toda persona merece el beneficio de la duda, aunque ahora ella ya está en el hoyo, creo que puedo conseguir razones por las cuales está haciendo lo que hace.

–¿El dinero te parece una razón fuerte?

–Sí ¿por? –respondo. Aún tengo la vieja manía de caminar por toda mi casa hasta llegar a sentarme de cabeza en uno de los sillones.

–Te enviaré lo que encontré –me levanto, pongo en pie y me dirijo a la computadora.

Reviso mi correo electrónico; las imágenes que me envía son impresionantes, conversaciones en correo electrónico y algunos enlaces de perfiles, pero lo que llama mi atención es la cantidad de ceros que adorna una cifra que le habían prometido a esta mujer.

–Interesante cifra –sigo revisando las conversaciones, y de inmediato aparece una en la que ella ha planeado ir a un bar esta misma noche para encontrarse con quien le pagará todo. Facebook no es el mejor lugar para guardar tus secretos, menos con Daniel presente –¿ya mejoró tu costilla?

–Ya puedo caminar sin sentir mucho dolor, si a eso te refieres ¿por qué preguntas?

–Necesito que me lleves a un lugar en especial…

–NO –responde tajante –siempre que vamos a un lugar, las cosas acaban mal. Tienes malas ideas

–Nunca dije que ésta fuera la excepción –se me dibuja una sonrisa que seguramente le resonó al otro lado del teléfono, pero no puedo dejar de pensar en qué demonios me encontraré ahí si voy –y necesito que vayamos.

–Llevaré el auto, pero me parece mejor que le digas a Memo… o Adrián.

–Memo está vigilando al gobernador y Adrián tiene otro trabajo como fotógrafo esta noche. 
Estás en el hoyo.

–Nos vemos en veinte minutos.

–Vale…

Y cuelgo el teléfono con dureza mientras me enfoco en preparar mi atuendo para ir a un bar que en apariencia es muy fresa, dinero para una cosmo, tal vez y también empacar en mi bolsa guantes para agarrar cosas asquerosas. Todo puede pasar en esta vida.

Llega Daniel en un carro viejo, pero útil para el momento. Me subo y le saludo ahí mismo.

–Espero que sepas lo que haces –me espeta en la cara, y aunque no estoy segura en realidad de lo que quiero ir a observar, sé que algo tendré que encontrar ahí si se encuentra Graciela.

–Tal vez encontrar a una persona a la que le dicen Leo y que ésta le dé millones por secuestrar bebés que maten, eso es lo que busco ahí.

–Entonces deberás ser más discreta, por cierto, te ves bien.

Me reviso el cuerpo: mezclilla ajustada, de esa que no me deja respirar; una camisa fajada traslúcida que deja entrever mi brasier negro, botas altas y mi cabello despeinado. Mis pestañas no son más negras nada más porque no las remarqué más.
Joder, me he arreglado para hacer mi trabajo.

En silencio hemos llegado al bar y nos hemos sentado en la mesa. El lugar es tranquilo, y hay muchas mujeres bien arregladas y vestidas, la mayoría intenta verse despampanante, buscan resaltar con joyas y vestidos muy ajustados, pero debo admitir que se ven muy bien.

Y ahí sigo yo, observando como de costumbre mientras las veo hablar conforme avanza la noche. Daniel se está aburriendo, por lo que ha pedido unas botanas mientras fingimos hablar un rato.

–Entonces te acostaste con el pintor –me dice Daniel –¿no que no te acostabas a menos de que sintieras algo?

–Quería probarme a mí misma que podía sentir algo, ¿ok? –se acerca la mesera y le pido una margarita sin alcohol.

–Enseguida –dice ella, se marcha y puedo continuar platicando con Daniel.

–Sí sentiste algo, sentiste peor –sonríe y se lleva las botanas que pidió a la boca –no te culpo –insiste –cuando Jessenia y yo terminamos, creí que moriría y que jamás podría sentir algo por ninguna otra mujer… ¡y mírame! Siento algo por Melanie.

–Tal vez necesito distraerme sin involucrar sexo –indico,  pero no le convencen mis palabras. Abren la puerta de entrada, y en cuanto veo la cabellera morena de Graciela, me pongo mis gafas y una boina que estaban en mi bolso para evitar que me vea.

Funciona mi ridículo camuflaje y mientras la vigilo, noto que se va a sentar a la barra y pide un clericot para pasar el rato.

–¿Es ella? –me pregunta, sólo asiento con la cabeza –wow, sí que cambió mucho.

–Se llama recibir dinero por coger –respondo cabalmente. Cuando reviso el historial de esta mujer, me doy cuenta de que ha ocultado mucho. No sólo no trabajó en gobierno, sino que en apariencia hacía favores sexuales al gobernador y peor tantito, secuestra para cobrar cantidades enormes de dinero… lo único que podría ayudarle aunque fuera un poco sería que no supiera qué pasa con los niños que entrega, pero ya a estas alturas, dudo que no lo sepa.

Tal vez ella sólo recibía la paga directamente del gobernador, pero no creo que sea ese pago en ropa. Pasé de muchas hipótesis hasta comprobar la realidad, pasé de creer que la mujer del gobernador era estéril para terminar viendo cómo tiraban restos de bebés a un hoyo en un campo de terracería. Es mucha información a procesar. E igualmente el dinero que le van a dar hoy se me figura exclusivo de la venta de bebés, pero el nombre que no me cuadra es Leo, porque Brayan negociaba directamente con ella.

Reviso la conversación completa de ella con Leo, y en apariencia hay una buena relación entre estos dos sujetos, pero Graciela aparece cansada de tratar con Brayan, por lo que le pide que otra persona le pague, y esa persona será Leo, hoy mismo, treinta millones, sin mencionar que se hablan con cariño, lo que la hace sentir un poco confiada.

Una mujer bien parecida se sienta a un lado de Graciela, pide una bebida y entablan conversación de inmediato.

Arqueo la ceja en cuanto veo que hay signos de coquetería de una hacia la otra, y de pronto, estos signos se volvieron mutuos, desde agarrarse el cabello hasta rozarse los brazos. Ambas lucen hermosas, ambas se miran directamente a los ojos.

Y ambas se besan con premura. La otra chica agarra la bolsa que lleva y se meten al baño.

Esto explica el cariño con el que se hablaban en el chat.

–Eso es incómodo –dice Daniel enfrente de mí.

–Ni me lo digas –respondo… volteo a mi alrededor, y todas las chicas se han puesto de pie para bailar entre ellas, algunas para besarse entre ellas y otras simplemente se han ido corriendo, como desesperadas –un bar de lesbianas. Jamás lo creí.

Y una chica llega a pedirme bailar con ella.

–Tengo acompañante, gracias.

–Te lo pierdes, hermosa –responde y me guiña el ojo. Se ha vuelto más incómodo.

–¿No dices que quieres sentir algo? –se ríe Daniel por lo bajo mientras lo culmino con los ojos.

–Ahorita regreso –entro al baño, pero no dejo de sentir las miradas de las chicas sobre mi trasero… creo que no es un lugar fino, es otro de esos antros a los que la gente va a buscar algo para coger rápidamente y entonces irse.

Algo así como lo que yo hago cuando estoy dolida.

Entro al baño, todo parece estar en orden. Un lugar muy limpio, pareciera respetar las reglas de higiene… la ventana está abierta, por lo que el frío aire corre por todas las partes de mi cuerpo. Y distingo algo a lo lejos, en uno de los rincones del baño, una pierna acostada.

“Genial, también está en drogas” pienso y me acerco poco a poco, pero no se altera, no se mueve.

No me escucha.

Eso sí es preocupante, por lo que me acerco a velocidad y veo a Graciela caída, desfallecida, pálida… los ojos abiertos y la expresión de sorpresa más horripilante que haya yo visto en mi vida. Sé que es inútil, pero le tomo la presión, me quiero asegurar de que aún respire.

Pero no lo hace.

Me pongo los guantes, porque es algo que aprendí en Criminalística, y toco el cuerpo. Del cabello rizado de Graciela cae una nota de papel.

I Know just, just, what you are…
También va para ti, Madeline Quetzali”.

Llegué tarde, se salió por la ventana y ahora tengo un muerto aquí.

Antes de que me inculpen por un asesinato, procedo a tomar fotos de lo ocurrido con mi teléfono, enviarle un mensaje a Daniel que dice “Paga todo, te veo en el carro” y salir por la ventana.

Y cuando llego al carro, Daniel sólo me mira con extrañeza.

–¿Algo que me quieras explicar? –pregunta, pero decido mantenerme al margen.

–En la oficina te cuento…

20 de octubre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 14: "Dolo"

–Estarás bien, no es el fin del mundo –para ellos no es el fin del mundo acabar con una relación, entregarse abiertamente a otras personas es un evento que ocurre día con día.

Y sin embargo, sigo aquí, escuchando las palabras del que es uno de mis mejores amigos; sí, Adrián está fungiendo como un consejero emocional, y aunque la mayoría de sus palabras son conformadas por un “no sé cómo les haya ido a ustedes dos, no soy para juzgar…” entiendo su punto, y ese es el mismo que me he estado repitiendo, el mismo punto que el sentido común repite como mantra hasta el cansancio.

Seguir adelante.

–No siempre se sigue adelante, a veces sólo pasan los días. Y en lo que pasan, sólo quiero que sigamos vigilando a ese carro –respondo apuntando al auto del Brayan en lo que tomo un sorbo de una bebida que yo desearía fuera cloro –mira, ya se mueve.

Y entonces Adrián avanza y sigue al auto a varios metros de distancia mientras yo lo vigilo, aún enfocada en todo lo que ha pasado en estos días.

El carro se ha desviado, toma la ruta que va directamente a la conexión con el puente intermunicipal y decide perderse entre otros carros de distintos colores, modelos y tamaños, pero la placa es fácilmente identificable.

–Tengo un mal presentimiento de este sujeto –indica Adrián, yo sólo sigo mirando a los carros y en lo que él habla, yo sólo busco hilar los hechos…

Un bebé asfixiado en casa de Graciela, y de pronto las reuniones se efectúan con rapidez.

Y ayer recibí una llamada extraña.

El celular indicaba el número de la señora Inés.

“–Señito –me dijo por el teléfono mientras Adrián abrazaba mi casi inmóvil cuerpo. De pronto, todo lo que este sujeto me hacía sentir… la taquicardia, los mareos y el olor que se desprendía de su ropa, ya no tenían ningún efecto en mí.

Esta fábrica de cariñitos se cerró para siempre.

¿Sí?

Vi las noticias y que disque según que ya encontraron al chamaquito –dijo con la voz aguda, como si implorara que le dijéramos… a mi criterio, su voz iba muy teatralizada -¿está bien el escuinclito?

Sí, sólo con el detalle de que lo encontramos verde y sin mucha vida…

Está muerto…

¡¿Qué?! ¿Cómo pasó? –gritó, parecía a punto de llorar.

Lo asfixiaron con una almohada –no respondió.

Se me figura que fue esa vieja loca, la Graciela esa o uno de sus achichincles de gobierno. Pero a lo que iba. Esta desgraciada mujer regresó con más niños, ahora son chavalitos de como 5 a 6 meses de edad y quiere que los cuide a todos. Se fue en su carro, una cosa blanca y bien hechecita con una W –se le salía la tonada clásica de la capital, y encima tenía un tono enojado –vienen casi cada semana con críos nuevos y recogen a uno y así cada siempre…

Enterada, gracias por hacérmelo saber.

Entonces colgué la llamada”.

Se sigue la carretera hasta llegar a tierra caliente, donde toma otra desviación a algunos kilómetros que decido pasar en silencio. Vamos a una velocidad prudente, no nos dejamos delatar y eso está bien, para personas que conocen poco del sigilo…

El camino es de terracería, y aparte es bastante largo, por lo que esperamos unos 10 minutos antes de volver a seguirle.

Me recargo de nuevo en el asiento del copiloto y contemplo todo el camino que falta por recorrer; mientras empiezo a pensar en mi vida y en lo rápida que se está yendo. Adrián intenta hacerme plática, pero no me dejo. No quiero hablar ahora. No quiero que otra cosa que no sea el sol calentando mi ropa negra comunique nada que no tenga que ver con un pequeño sufrir que pueda ser incluso peor que el hecho de haberme roto el alma o haber fragmentado la realidad.

–Síguelo –le ordeno, pero no hace caso hasta que le digo –sí, sigo rota ¿feliz? Ahora tenemos que hacer nuestro trabajo.

No media palabra alguna. Intenta entender mi posición puesto que no soy la única persona a la que le hayan roto el corazón y ni siquiera es la primera vez, por lo que no entiendo por qué duele tanto. Respiro y veo la terracería avanzar con nosotros encima de una carcacha y siguiendo las huellas de otra carcacha.

Llegamos después de unas horas, llegamos al atardecer y sobretodo llegamos a una carpa, la que está haciendo una sombra bastante tenue para lo que significa una tarde despejada y naranja como la que se despliega en el cielo del santo ocaso. Adrián se ha estacionado justo debajo de un árbol muy frondoso, detrás de unos arbustos y el viento ha creado otra cortina de tierra que nos ha camuflado más de lo que esperaba. Tanto ha sido el camuflaje que no distingo mucho, sólo una pequeña luz que se ha encendido en el interior de esa tela y aparte, escucho muchos intentos fallidos de palabras…

Muchos “Da dá” o eso es lo que llego a comprender.

Y al final: sollozos.

El atardecer ha terminado, y entonces la noche se pinta sobre nosotros para delatar a un sujeto que ahora tiene bolsas oscuras que bota a un agujero escarbado detrás de la carpa. 
Busco entender lo que ocurre, y no es difícil de comprenderlo cuando se ve algo gotear de las bolsas.

La situación hizo enfurecer a Adrián; y a mí, atar los cabos sueltos.

Las fechas de las conversaciones fueron previas al día en el que encontramos el cuerpo del niño asfixiado, y entonces las reuniones se volvieron a efectuar...

Brayan mató al bebé y se lo dejó a Graciela como amenaza.



27 de septiembre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 13: "Noticias"

–Ya regresé –grito al departamento, pero nadie responde… Lisandro no responde. 
Llevamos con esta rutina de no vernos durante ya un tiempo considerable, unos meses en los que sale y vuelve. Nos conocimos igualmente hace un año, mensajes y algunos encuentros hasta que decidí que era buena idea el compartir morada, sin embargo no pasa mucho tiempo aquí porque tiene que ir a trabajar a otro estado, donde despierta, trabaja, come y duerme para volver a seguir con esa rutina que nos aleja mucho; a pesar de que la hemos podido sobrellevar, es una situación dolorosa para mí, y una de las razones por las que Adrián y yo hemos tenido más cercanía.

Ha llenado la soledad sólo con su risa.
Me siento a la computadora y me llega más correo de Daniel, quien ha hecho el trabajo que le pedí, ahora desde su casa porque sigue en reposo desde lo ocurrido con ese cliente insatisfecho. Aunque a veces me echo la culpa por ello.

Y entonces toca un timbre a la puerta y me preparo con emoción; sé que es Lisandro. Él me aventuró que llegaría poco antes de las cuatro de la tarde, y ahora lo tendré de frente para poder abrazarlo como me gustaría hacer diario a cada hora, como me gustaría poder hacer siempre.

Abro la puerta y le doy un abrazo como los que acostumbro: tiernos y suaves, al igual que un beso dulce en la mejilla y un pico en los labios, el que responde con dulzura, con la misma dulzura de siempre, el mismo vigor y una sonrisa llena del afecto que siempre me da, que siempre me regala sin pedirme nada a cambio, pero noto algo distinto en la tonalidad de su voz cuando enfatiza la frase: “tengo que hablar contigo”.

Y como cabe esperar, me preocupa que me diga algo así, tal vez por el prejuicio social impuesto a esas palabras fuertemente ligadas a un rompimiento amoroso o algo similar. 
Cuando dicen que tienen que hablar, generalmente es para terminar un evento.

Nos sentamos en el sofá mientras me abraza por la cadera y me dice que hay algo que lleva un tiempo rondando en su mente. Me vuelve a abrazar con fuerza, como si procurara dejar las piezas juntas en caso de que me fuese a romper.

No se equivoca, me quiebro en cuanto dice: “Hay que dejar la relación hasta aquí y retomar cuando tengamos más tiempo para ello” y no importa cuántas veces retorne a mi mente la frase “retomar cuando tengamos más tiempo para ello”, simplemente me echo a llorar y dejo a mis ojos abrirse para entender que tal vez el futuro de las relaciones y su concepto nunca fue para mí.

Sólo sé que le abrazo con fuerza mientras algo adentro de mí busca no quebrarse. Se aferra a la posibilidad de lo irreal, el alma muere y renace, se convierte en un pasado y en un futuro y entonces ese golpe del olvido regresa para hacer doler a ambos ojos. Una reacción de bloqueo por parte de mi mente, una debilidad latente la de querer evitar y evadir la realidad; las muertes internas a las que se somete la emoción, la abstinencia de la droga del amor se hace presente, e incluso es increíble la velocidad con la que una persona empieza a añorarla, a necesitarla.

Fugaces salen mis lágrimas para recorrer mi cara y acabar en mi barbilla, que es justamente donde él las está limpiando mientras me abraza con ambos brazos, creyendo que así no me quebraré más de lo que ya estoy ahora.

Me recargo levemente en su pecho para escuchar cómo su corazón está acelerado, cómo el mío se ha desbocado por la novedad tan desagradable y para después voltear a verle a los ojos y descubrir que brillan un poco más y al final, sentir una lágrima suya caer en mi mejilla.

–Nunca te rindas, eres la persona más inteligente que he llegado a conocer –me dice, me incorporo al sofá y entonces lo acompaño a la puerta –vales más que nadie en el mundo y cuando estemos listos para poder continuar, te buscaré de nuevo. Y jamás olvides que te amo.

Sin percatarme de mis movimientos, le abro la puerta para invitarle a salir, no puedo dejar que me vea más destrozada de lo que ya me vio. Le abrazo nuevamente y entonces se va por donde vino…

Adrián de inmediato me manda mensaje sobre el caso, aparentemente se ha comunicado con Memo, a quien le di la orden expresa de buscar al famoso Brayan.

“Lisandro me terminó. Hazte cargo del caso por hoy” le digo a Adrián.

“Wow… ¿estás bien? Memo ahora puede esperar”.

“No” contesto con sinceridad y entonces dejo de lado el teléfono para recargarme en el muro y llorar con la fuerza que me faltó demostrar.


Vuelve a sonar el teléfono, lo ignoro y pasados unos quince minutos, tocan a mi puerta…

12 de septiembre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 12: "Transacción"

“No es estéril” informa muy rápido, prácticamente en un día ya tenía los archivos de la señora. Muchas veces yo me hago cargo de esos casos, pero ahora es mucha información la que debo de abarcar, porque están muchas personas implicadas, y en estos momentos voy a buscar con Adrián al “Brayan” ese.

Si lo que dicen las publicaciones del sujeto este en las redes de Graciela, quedan de verse en una cafetería que conozco en las partes bajas de la ciudad, una cafetería en la que el soundtrack es bueno, Pxndx, Enanitos verdes, Led zeppelín, Sex pistols y más música, pero la locación es peligrosa, muy cerca de la casa de Inés.

–¿Lista para irte? –pregunta Adrián mientras se pone una chaqueta de imitación cuero, la que le acentúa la espalda… y lo hace ver muy bien, pero procuro darme un respiro mientras desvío la mirada.

Pero para mi buena suerte, él no ha notado que lo miré más de dos segundos. Eso me resguarda en una seguridad invisible, una barrera que, por más que me atraiga alguien, sé que no romperé, por más canciones de Pxndx como Procedimientos para llegar a un común acuerdo o Lunes 28 me dedique.

Se ha distraído. Eso suele pasarme a mí muy seguido, por lo que entiendo qué ha pasado con él en ese momento, pero sigo sin poder descifrarlo del todo, porque incluso yo soy un misterio para mí misma. Es una sensación muy similar a la de un pinchazo en la frente, exactamente en las sienes, y ese pinchazo te hace olvidar de golpe, y generalmente es acompañado con un dolor en alguno de los ojos.

Y entonces todo queda en blanco.

No sabes de lo que estás hablando, ni por qué y a qué iba el tema e incluso el por qué estás en ese momento y en ese lugar hasta que haces una relación de hechos y entiendes qué ha pasado. Como si un haz de luz deslumbrara y a la vez te regresara a un mundo en el que se supone que estás y del que a la vez despegas de la tierra.

En fin, es como fumar marihuana, pero sin el placer.

–Oye, ya vamos –le recuerdo, entonces regresa de golpe a su cuerpo. Esa sensación en la que simulas hacer un viaje astral es lo más absurdo del mundo cuando te detienes a la mitad de un pasillo y después continúas con tu camino.

–Sí… -dice y camina conmigo.


“–¿Crees que vaya a llegar? –preguntó Adrián sin mirarme, sólo ajustaba los lentes de su cámara y también el obturador.

Tiene qué. Siempre que le publicaba un mensaje de amor era señal de que debía leer el chat, y siempre se citan aquí.

Mientras yo revisaba los espejos retrovisores del carro que Adrián condujo hasta estacionarlo en ese pequeño lugar. Por suerte nadie nos había visto o distinguido o creído que éramos de otra avenida. Este lugar es una comunidad y al ver que algo discorda, van contra ese elemento resaltante, y a veces ese elemento resulta herido de muerte.

Empecé a platicar con él de las cosas triviales de la vida, algunas sonrisas salieron de la nada, muchas risas y canciones que brotaban de nuestros labios sin pensarse dos veces.

Hey soul sister, ain't that mister mister on the radio, stereo 
The way you move ain't fair you know 
Hey soul sister, I don't wanna miss a single thing you do
Tonight.

Solamente fui capaz de sonreír ante la canción más tierna que hube escuchado en mi vida, corearla con él y recargarme en sus hombros mientras me envolvía con sus brazos, pero no dejaba de poner atención a los espejos retrovisores, y entonces en uno de ellos, vi al engendro del demonio que escribía como si tuviera retraso mental.

¡Ahí está! –indiqué y vi cómo fue que esos dos se sentaron. Tuve que deshacerme del abrazo de Adrián mientras él sacaba su cámara.

Pero fue demasiado para él el escuchar al crío que llevaba la desgraciada entre los brazos gritar y llorar sin final alguno, para mí no tanto, aunque mi amigo a mi lado me preocupaba…

Pero el trabajo se debe hacer, con o sin sentimientos de por medio.”

Hemos regresado con lo que necesitábamos… fotografías de una transacción muy cruel y horrible, una en la que Graciela se dejó ver en público con un niño de año y medio de edad, el que lloraba copiosamente porque no sabía qué estaba ocurriendo.
Mientras, yo tomaba las fotos, porque él no podía seguir atestiguando todo lo que ocurría en ese momento al grado de desviar la mirada y ocultarse entre sus pensamientos fugaces y, en ocasiones, llegar a perderse.

–¿Sabes qué es lo peor de este trabajo?

–Dímelo –respondí, como siempre, porque independientemente de mis respuestas, él va a expresarse libremente, porque le he otorgado esa libertad en esta institución amistosa. Una regla implícita, una unión que debe ser respetada sin importar nada.

–Ver que el mundo es peor de lo que quisiéramos que fuera.

Siempre fue un problema la depresión. A veces la sufro, y es estúpidamente confundida con un acto poético en el que la vida se ve levemente triste y en el que se pueden escribir obras de arte. No, canalizar las emociones malas en el arte es correcto, pero no lo es hundirte en ellas.

Aunque ésta es el pilar de nuestra relación como amigos.

“Yo te consuelo, tú me consuelas y a su vez, yo te hago reír y tú me haces reír en un sinfín de anécdotas que podamos o no compartir”.

Y como parte de nuestro trato, voy a abrazarle en un acto que sé que necesita. Como humano es piadoso; como amigo, leal; y como una razón por la que sonrío y canto.

Es simplemente perfecto.

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 12: "Transacción"

“No es estéril” informa muy rápido, prácticamente en un día ya tenía los archivos de la señora. Muchas veces yo me hago cargo de esos casos, pero ahora es mucha información la que debo de abarcar, porque están muchas personas implicadas, y en estos momentos voy a buscar con Adrián al “Brayan” ese.

Si lo que dicen las publicaciones del sujeto este en las redes de Graciela, quedan de verse en una cafetería que conozco en las partes bajas de la ciudad, una cafetería en la que el soundtrack es bueno, Pxndx, Enanitos verdes, Led zeppelín, Sex pistols y más música, pero la locación es peligrosa, muy cerca de la casa de Inés.

–¿Lista para irte? –pregunta Adrián mientras se pone una chaqueta de imitación cuero, la que le acentúa la espalda… y lo hace ver muy bien, pero procuro darme un respiro mientras desvío la mirada.

Pero para mi buena suerte, él no ha notado que lo miré más de dos segundos. Eso me resguarda en una seguridad invisible, una barrera que, por más que me atraiga alguien, sé que no romperé, por más canciones de Pxndx como Procedimientos para llegar a un común acuerdo o Lunes 28 me dedique.

Se ha distraído. Eso suele pasarme a mí muy seguido, por lo que entiendo qué ha pasado con él en ese momento, pero sigo sin poder descifrarlo del todo, porque incluso yo soy un misterio para mí misma. Es una sensación muy similar a la de un pinchazo en la frente, exactamente en las sienes, y ese pinchazo te hace olvidar de golpe, y generalmente es acompañado con un dolor en alguno de los ojos.

Y entonces todo queda en blanco.

No sabes de lo que estás hablando, ni por qué y a qué iba el tema e incluso el por qué estás en ese momento y en ese lugar hasta que haces una relación de hechos y entiendes qué ha pasado. Como si un haz de luz deslumbrara y a la vez te regresara a un mundo en el que se supone que estás y del que a la vez despegas de la tierra.

En fin, es como fumar marihuana, pero sin el placer.

–Oye, ya vamos –le recuerdo, entonces regresa de golpe a su cuerpo. Esa sensación en la que simulas hacer un viaje astral es lo más absurdo del mundo cuando te detienes a la mitad de un pasillo y después continúas con tu camino.

–Sí… -dice y camina conmigo.


“–¿Crees que vaya a llegar? –preguntó Adrián sin mirarme, sólo ajustaba los lentes de su cámara y también el obturador.

Tiene qué. Siempre que le publicaba un mensaje de amor era señal de que debía leer el chat, y siempre se citan aquí.

Mientras yo revisaba los espejos retrovisores del carro que Adrián condujo hasta estacionarlo en ese pequeño lugar. Por suerte nadie nos había visto o distinguido o creído que éramos de otra avenida. Este lugar es una comunidad y al ver que algo discorda, van contra ese elemento resaltante, y a veces ese elemento resulta herido de muerte.

Empecé a platicar con él de las cosas triviales de la vida, algunas sonrisas salieron de la nada, muchas risas y canciones que brotaban de nuestros labios sin pensarse dos veces.

Hey soul sister, ain't that mister mister on the radio, stereo 
The way you move ain't fair you know 
Hey soul sister, I don't wanna miss a single thing you do
Tonight.

Solamente fui capaz de sonreír ante la canción más tierna que hube escuchado en mi vida, corearla con él y recargarme en sus hombros mientras me envolvía con sus brazos, pero no dejaba de poner atención a los espejos retrovisores, y entonces en uno de ellos, vi al engendro del demonio que escribía como si tuviera retraso mental.

¡Ahí está! –indiqué y vi cómo fue que esos dos se sentaron. Tuve que deshacerme del abrazo de Adrián mientras él sacaba su cámara.

Pero fue demasiado para él el escuchar al crío que llevaba la desgraciada entre los brazos gritar y llorar sin final alguno, para mí no tanto, aunque mi amigo a mi lado me preocupaba…

Pero el trabajo se debe hacer, con o sin sentimientos de por medio.”

Hemos regresado con lo que necesitábamos… fotografías de una transacción muy cruel y horrible, una en la que Graciela se dejó ver en público con un niño de año y medio de edad, el que lloraba copiosamente porque no sabía qué estaba ocurriendo.
Mientras, yo tomaba las fotos, porque él no podía seguir atestiguando todo lo que ocurría en ese momento al grado de desviar la mirada y ocultarse entre sus pensamientos fugaces y, en ocasiones, llegar a perderse.

–¿Sabes qué es lo peor de este trabajo?

–Dímelo –respondí, como siempre, porque independientemente de mis respuestas, él va a expresarse libremente, porque le he otorgado esa libertad en esta institución amistosa. Una regla implícita, una unión que debe ser respetada sin importar nada.

–Ver que el mundo es peor de lo que quisiéramos que fuera.

Siempre fue un problema la depresión. A veces la sufro, y es estúpidamente confundida con un acto poético en el que la vida se ve levemente triste y en el que se pueden escribir obras de arte. No, canalizar las emociones malas en el arte es correcto, pero no lo es hundirte en ellas.

Aunque ésta es el pilar de nuestra relación como amigos.

“Yo te consuelo, tú me consuelas y a su vez, yo te hago reír y tú me haces reír en un sinfín de anécdotas que podamos o no compartir”.

Y como parte de nuestro trato, voy a abrazarle en un acto que sé que necesita. Como humano es piadoso; como amigo, leal; y como una razón por la que sonrío y canto.

Es simplemente perfecto.

12 de agosto de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective: CAPíTULO 11: "Vigilantes"

Eso de seguirle la pista a alguien no es sencillo, y ser discreto para lograrlo es aún peor, porque al menos yo como persona tengo la misma cantidad de sigilo que la de un todo enojado después de ver el color rojo.

Sí, para espiar soy un asco.

Por eso es que tengo un equipo grande; Daniel se encarga de informática, Adrián de fotografía y Memo de la vigilancia, y se lo encargo a él porque sé que es el más discreto de la zona.

“–¿Qué tranza, morra? –me saludaba siempre así, esas palabras estaban acompañadas por un choque de manos y puños que terminaban juntándose en un sonoro y a veces doloroso golpe que, en un barrio bajo, tiene connotación doble de saludo y amistad muy profunda. Me miraba con fuerza, con sus ojos oscuros y profundos como el ónix y su cabello perfectamente lleno de gel y peinado con picos estilo carcelero. Y así él era uno de los agentes de Asuntos Internos y siempre era enviado de encubierto a las zonas más bajas de la ciudad… al igual que a las más altas. Siempre se destacó en lo que hizo y por ello le tuve y tengo mucha admiración.

Nada importante, wey –siempre fui un poco ruda con él, puesto que se prestaba para ello –sólo con algunos formularios de las  investigaciones de los delitos recientes que debo llenar antes de que acabe la jornada –respondía indiferente; mi trabajo en Criminalística nunca me fue muy llamativo, puesto que tenía que recopilar información que no me interesaba demasiado, además del pobre salario que recibía en esa dependencia -¿y tú? ¿vas a ir de encubierto nuevamente?

Simona la mona –siempre respondía con eso. Nunca entendí la gracia de esa frase ¿por qué alargarla tanto si puede sencillamente decir “sí”? –si me necesitas, estaré en los barrios altos.

Cámara, cuídate –me despedí nuevamente con el ademán del puño y volví a mi trabajo.
Siempre fui especialmente buena ligando hechos con información nueva recopilada por los demás peritos, eso era lo que me encantaba de estar ahí: manejar información en cantidades importantes y mantenerme llena de esos datos que pudieran ser relevantes en cualquier caso, para terminar llenando un informe al final.

Nunca fui tan allegada a la Criminología, lo que explicaría mi aversión a tratar con los autores de un crimen de una manera tan directa, y sólo me limito a recolectar la información y sintetizarla, y en ocasiones también a dar mi opinión como experta en esta materia… pero mi opinión ha tenido que ser buena si es que con ella y mis deducciones hemos atrapado a cinco asesinos seriales con rasgos psicopáticos.

Me levantaba lentamente de mi lugar, toda la información de los archivos estaba entre mis brazos y entonces choqué con alguien que me había hecho tirarlo todo.
Un joven de ojos oscuros adornados con unas pestañas tupidas y chinas fue el autor de ese desastre burocrático en el que tuve que reacomodar todos mis papeles, los cuales no me fueron fáciles de armar y juntar, sin mencionar que dentro de unas horas iba a tener reunión oficial con los detectives del caso actual… podría decirse que yo solo era una simple asistente.

¡Perdona! No siempre me fijo por dónde voy –se excusa, pero ni siquiera su espalda ancha, pestañas tupidas o sonrisa tierna pudieron desviarme de aquello en lo que mi mente estaba enfocada. Sólo me fijé en su cámara de fotografías… una réflex marca Nikon d5300 bien equipada con lentes intercambiables y flashes listos para hacer su trabajo -¿segura de que no quieres ayuda? –argumentó al verme muy ocupada y desesperada al intentar juntar de nuevo todos los casos –por cierto, soy Adrián.

Dile a quien le importe un carajo –respondí ruda, pero aparentemente no le interesó, porque me sonrió con una risa fugitiva escapándose de sus labios.

Es TDAH –me informa –tengo problemas de atención y creo que no te presté la suficiente.

Pero sabes usar una cámara compleja –remarqué.

Es sólo un privilegio por trabajar en un periódico.

Entonces eres buitre de la prensa… -dije sin pensar –no estás quedando exactamente bien enfrente de mí ¿sabes?

Huraña…

Ya me estás cayendo mejor, ahora sí dices lo que piensas –solté de golpe y le extendí la mano, él me la estrujó con una sonrisa en su rostro ligeramente cuadrado, el cual no se veía mal –Madeline.

Adrián…”

Sí, así conocí a esos dos; Memo, cuya apariencia ruda y comúnmente denominada “de barrio” intimida a casi todos los que se le acercan, a mí se me hizo muy reconfortante; y a Adrián, cuya presencia cubriendo los hechos en su trabajo como periodista me desestabilizó al momento de verle esas tupidas pestañas castañas, pero a mi temor y temblores quise encubrir con una respiración que terminó por volverse calmada, tierna… sin embargo, él al igual que un río, me llenaba y vaciaba a la vez. Sus ojos eran animales sedientos que buscaban a mi alma con desesperación, y al encontrar el vacío que suele dejar el cinismo y las ironías por las cuales tenemos que pasar a través del absurdo hecho de ser seres humanos, entendí que no sé lidiar con situaciones similares. Sólo comprendo que no me quedó más que hacer en ese momento que usar mi defensa ante situaciones nuevas e impredecibles, sepultar todo lo que estuviera volviendo mi mente loca, e intentar calmar a aquello que se desbocó y terminó por traducirse en lo que seguramente es tomado coloquialmente por una grosería.

Pero desde ese momento a ahora, ha pasado cerca de un año, y muchas cosas terminaron sepultadas bajo una tierra tan fina que es incapaz de mantenerse quieta, siendo erosionada con las risas o incluso roces ligeros de piel...

Sí. El más mínimo y leve toque de sus manos al abrazarme en un consuelo puede ser capaz de mover montañas, de vaciar el mismo mar, de alterar la presión de los cielos e incluso avivar los infiernos más exquisitos jamás inventados por la imaginación. Pero no hago más que aguantar todas y cada una de estas reacciones, creyendo que el infinito no se encuentra en las estrellas del cielo, sino en un lugar más recóndito e inimaginable: el soplar de sus labios.

Labios que sólo usamos para dirigirnos la palabra con insultos, porque de otro modo, sería incómodo y todavía más asfixiante. Al pensar en todo esto, al convertir las emociones en palabras, siempre faltará el aire que se necesita para exhalarlas todas.

En ocasiones el aire sobra y se aglomera en la garganta, busca un escape rápido, uno que sea comprensible para el cerebro y que también sea benigno. Tal vez, sólo tal vez unos orgasmos son capaces de deshacerse de ese aire de sobra, de ese momento en el que nos atoramos y buscamos no continuar. Eso es ese aire. Arrepentimiento que se junta y busca salir en espera de no existir nunca más.

Pero jamás se dará, se volverá un orgasmo reprimido en la espera de salir algún día por medio de respiraciones naturales que engendrarían más placer…

Si es que de golpe no les hubiera detenido, sustituyéndose por la calma que necesita un alma de vez en cuando.

Por la calma que me genera Lisandro.

Ese hombre me causa una calma impresionante, el extremo opuesto a mí, siempre capaz de apaciguar el fuego de mi alma con el frío de la suya. Una voz pasiva y tierna que evita que mis temblores se propaguen hasta el centro de la tierra y de vuelta. Me hace respirar tranquila e incluso su abrazo me hace dormir con anhelo de seguir despertando a su lado para seguir teniendo una vida simple…

…Pero yo no lo soy, siempre fui una persona desbocada cuyos pies jamás van a poder estar enraizados en un solo sitio en el mundo, eso es algo que jamás va a comprender o aceptar y aun sabiendo eso sigo ahí, con él, aniquilando con cada suspiro lo que él necesita. Aniquilo enamorándolo, aniquilo como total bastarda que sólo ilusiona con promesas que no se van a cumplir.

Debería sentirme culpable al pensar en esas cosas cuando de repente veo a sus ojos y la culpa se va, decidiendo que tal vez la calma propia de los lagos, en un universo alterno, sí es para mí.

Sonrío pensando en eso y analizando el cómo es que una persona puede hacerte cambiar tu vida, cómo es que una sencilla llovizna se puede volver un huracán que destruye todo a su paso y cambia los escenarios, creando nuevas perspectivas e incluso haciendo brillar las partes del paisaje que antes no se veían por estar sumergidas en el negro abismo del desconocimiento. Pero sigo sonriendo, tal vez alegre de que haya sido así o tal vez triste porque lo que yo creía de mí misma se derrumba enfrente de mis narices.

Volteo a ver mi teléfono. Desvío los pensamientos más aterradores de mi vida hacia ese aparato y le mando mensaje preguntando cómo va con el asunto que le encargué.

Me responde con rapidez. Siempre ha hecho su trabajo muy bien, y la verdad no me sorprende.

“Sólo ha hecho viajes al centro comercial a comprar vestidos caros y a conducir un carro caro. Estoy a dos cuadras de distancia con unos binoculares, entró a un hospital, ahorita te averiguo sus antecedentes”.

“Sigue vigilando” ordeno “algo con ella no cuadra”.

“Su ignorancia es lo que no cuadra. Llevo un rato viéndola y no se encuentra con el gober para nada, sólo regresa a dormir y sale a hacer compras y despilfarrar mis impuestos… culera”.

“Si ves algo nuevo, me avisas”.


“Simón”.