26 de diciembre de 2011

Insomnio

Insomnio: es aquella impotencia que sentimos a poder entrar al mundo de los sueños, el cual en estos simples momentos añoro con todas mis fuerzas, no se puede vivir un minuto sin soñar algo nuevo cada día. Para esta joven escritora aficionada, lo único que mueve al mundo reside en nuestra mente y en nuestro corazón.


Se cree que no hay relación alguna entre ellas e incluso se piensa que es contradictorio, además de contraproducente que exista alguna relación entre estas dos partes que componen a uno como persona humana en este mundo. Pero creo haber encontrado la respuesta de esta relación: el corazón anhela para que la mente pueda manifestar aquellos sentimientos y emociones de manera tangible como en una obra de arte.


Pero el insomnio es el limitante que nos imponemos para evitar que nuestro corazón sueñe y nuestra mente produzca aquello que deseamos con todo nuestro ser.


El insomnio es un arma de doble filo, mientras que con él se evita volver a soñar con aquello que sabemos perfectamente que adoramos como método de defensa, evitamos descubrir lo que por dentro nos mueve a seguir en esta vida.


[Quiero aclarar una cosa: en estos momentos sufro por la culpa de aquel asesino de ilusiones.]


{Fin}

25 de diciembre de 2011

La carta

En esta época del año es en la que más se estereotipa el concepto de la felicidad, la alegría y en el que se tiene la "buena voluntad". Bueno, al menos así es como debería de ser pero, en estas fechas, mi familia es capaz de recordar lo más horrible de todos y cada uno de sus miembros, sus errores, malos actos, defectos, persistiendo en dejar las virtudes atrás.


Incapaces de perdonarse mutuamente y tratar de pasar un rato agradable, hemos vuelto de estas fechas un infierno; uno del cual, por simple gusto, queremos vivir año tras año.


"¡Mami, mami! el abuelo no se siente bien" gritaba la pequeña Elizabeth, una inocente niña de siete años de edad quien desconocía, junto conmigo, el por qué de nuestro conflicto y estaba ilusionada con la idea de recibir algún regalo como una muñeca o un simple juego de té. La pequeña Elizabeth lloraba de tristeza por el estado del abuelo pero mi tía, enfrascada en su mar de odio, no escuchaba a mi primita.


"¡Mamá!" gritó Elizabeth con toda su voz hasta que la tía Paola reaccionó. "¿Qué quieres chamaca?" preguntó mi tía, después notó que estaba desconsolada. "¡Mi abuelito se siente mal!" sollozó y sollozó Elizabeth hasta que todos en la familia nos dirigimos a su habitación.


Éramos diez personas en total: mi primo más grande Alberto, mi prima Ximena y la primita Elizabeth, junto con mi tía Paola y mi tío Abel quienes formaban el lado paterno de mi familia, la cual era formada por mi hermana mayor Mayra, mi padre de nombre Jaime, mi madre de nombre Sandra y yo, Paco, con trece años de edad; el miembro restante era mi abuelo quien estaba tomando reposo en su cama. Alberto se acercó a la cama de mi abuelo para medir su temperatura puesto a que es médico. "Está muy mal de salud, se nota por su alta temperatura".


En esos instantes empecé a preocuparme, pues no se movía y su piel se tornaba color perla. "Va a estar bien, lo más probable es que sea una gripa leve, recuerden que es invierno, todos nos enfermamos en esta época" trató de consolarnos Mayra, mientras que Ximena le lanzaba una mirada incrédula. "¿Cómo puedes creer que a su edad es una simple gripa?" respondió Ximena, haciendo enojar a Mayra, no pasó mucho tiempo para que entre ellas comenzara una discusión la cual terminó por volverse una pelea entre ellas.


"¿Por qué permites que tu hija le hable así a la mía?" preguntó mi madre encolerizada. "¿Por qué llegas a hablarme en ese tono tan grotesco? ya veo de donde salió lo altanero de tu hija" respondió la tía Paola, cuyos oscuros ojos brillaban de ira.


Alberto no se había metido a la conversación porque estaba revisando a mi abuelito. Mientras todas estas escenas se desarrollaban, vi a Elizabeth llorar de manera desconsolada, "¿Qué tienes Elizabeth?" quise preguntarle para poder animarla, pero no me respondió, en vez de eso derramaba lágrimas como una fuente. "Nada, sólo que me preocupa mi abuelito"


Mientras yo trataba de animar a mi primita, la batalla campal del otro lado del cuarto seguía, ahora se le había sumado mi padre y el tío Abel, quienes discutían como si se odiaran a muerte, de todas maneras, ellos no se agradaban mutuamente.


"Disculpen, disculpen... ¡Disculpen!" gritó Alberto, logrando llamar la atención de todos. "¿Qué pasó? ¿Estará bien el abuelo?" preguntó Ximena con preocupación, "Me temo que no, ha fallecido. Pasó mientras ustedes discutían". Cuando dio la impactante noticia, Elizabeth lloró con más fuerza, después pudo calmarse pero se veía en sus ojos que se sentía cada vez más destrozada por la mala nueva. "Dejó una carta dirigida a sus hijos"


"¿Qué demonios estás esperando? ¿Una invitación por escrito? ¡lee la carta!" ordenó mi tía junto con mi padre, Alberto inició la lectura.


"Queridos hijos:


Quisiera poder desearles una feliz noche-buena y posteriormente una feliz navidad, quisiera también poder hacer aquello con mis nietos pues, no hay nadie en esta familia a quien no ame o a quien menosprecie, los quiero a todos, de diferente forma pero por igual.


Es una pena que esté mal de salud en estos momentos y no pueda bajar con ustedes al comedor para disfrutar de la deliciosa cena que prepararon y también es feo para mi el no poder disfrutar de la compañía de mis adorados nietos.


Pero... ¿Saben que es más que una pena? tener que estar escuchando sus discusiones desde mi recámara y saber que nadie está gozando de una noche tan agradable como esta por su orgullo estúpido y su tonto rencor. A mí me destruye por dentro el pensar que mis hijos se odian y además empeora mi estado de salud el presenciar sus gritos y peleas la única vez en el año que puedo estar con ustedes.


Me hacen pensar que he fallado al criarlos porque siemrpe es lo mismo, y tampoco es justo que traten de crear violencia entre sus hijos poniéndoles en contra de su propia familia.


Si Dios me lo permite, viviré mi última navidad lejos de aquel ambiente venenoso y moriré con la idea de que el odio entre ustedes es más poderoso que una plegaria de paz mandada al cielo. He fallado totalmente como padre.


Feliz navidad
Atte:
José Jaime Higareda Suárez."

Cuando Alberto finalizó la lectura de la carta, el ambiente pasó de ser tenso a triste, Elizabeth volvió a sollozar acompañada de mi, Ximena y Mayra, quienes llevaban una vida completa llena de rencor, se abrazaron entre lágrimas y palabras de reconciliación; mi padre y mi tía se tomaron de las manos y comenzaron a llorar de manera desconsolada. Alberto se incó a lado de la cama con la mano del cuerpo de mi abuelo entrelazada con la suya.

Mi madre se aproximó hacia mi y empezó a derramar lágrimas pesadas, no faltó mucho para que mi tío se uniera a nosotros; mientras tanto yo medité la situación por unos minutos, en los cuales la tristeza se manifestó a través de mi llanto, me aproximé al cadáver logrando ver sus ojos marcados por tanto llorar.

Abuelo... lo siento mucho.

[FIN]

22 de diciembre de 2011

Por amor

No me creía capaz de hacerlo, no podía concebir la idea en mi mente y mucho menos pensar en el poder de aquel sentimiento capaz de impulsar a mis acciones para realizar aquel acto del cual, a pesar de las consecuencias, no me arrepiento.

Eran esas consecuencias lo suficientemente nítidas como para que pudieran ser olvidadas, no solo se reflejaban en mi tez blanco papel, podía sentirlas en la lentitud de mi sangre, en mi entrecortada respiración, en mis agitados latidos y en el frío de mi cuerpo. Sin embargo mi alegría aumentaba cada vez más, en especial al ver esos ojos brillantes y pensar que formarán parte de esa cadena de recuerdos inolvidables.

Por más que llores, por más que maldigas y reclames al cielo lo recién acontecido, por más que intentes reanimar a este inerte corazón con palabras de angustia y dolor tendrás que afrontarlo con valor.

Por mi parte, dejo a este mundo con una sonrisa marcada en mi rostro; no por cobardía ni por esa vaga sensación de adrenalina después de lograr aquella meta añorada.

"¡Hagan algo, por favor hagan algo!" escuchaba a mi madre implorar a los médicos intentar hacer algo para que sobreviviera, pero mi destino ya estaba sellado desde el instante en el que sentí aquella dicha transformarse en aquella sonrisa indiscutible de amor, si, amor, eso fue lo que me orilló a salvar la vida de mi hermana. Mis signos vitales cada vez decaían más.

Antes sólo sentía que mi cuerpo empezaba a descansar, pero solo mi cuerpo. Ahora que he descubierto al sentimiento causante de toda esta conmoción, puedo dejar que mi espíritu vuele libre y deje de sufrir los tormentos de una vida vacía y terrenal como esta.

...Amor, es lo único que le da sentido a nuestra existencia. "¡No, no, no!" fue la última frase, acompañada de sollozos, que escuché decir a mi madre, lo último que sentí fue un beso en la frente por parte de mi hermanita después de un suave susurro rozar mi piel el cual decía entre lágrimas: "Descansa para siempre mi eterno salvador, te amo". Después de esa frase mi alegría aumentó a niveles indecibles y partí para siempre, no sin antes dejarle ver como mi nuevo ser en forma de espíritu emprendía su viaje a un nuevo mundo.

Hermana, perdón por no decirte antes que te amo.

[FIN]

20 de diciembre de 2011

Incertidumbre

"Perdón, ¿te lastimaste?" Me había preguntado aquella voz, la cual creía perfecta desde hace mucho tiempo. "No te preocupes, estoy bien" respondí aparentando calma al hablar, pero el hecho de escuchar su fantástica melodía dirigirse hacia mí era algo que hacía enchinar cada fibra de mi ser. "Deja que te ayude" decía mientras extendía su mano esperando a que la tomara, una vez teniendo nuestras manos entrelazadas pude apoyarme en él para levantar mi cuerpo del suelo.
  
No quería que aquella sensación que recorría todo mi ser dejara de fluir, quería seguir sintiendo su piel sobre la mía, quería seguir experimentando aquel latido intenso que caracteriza a este sentimiento al cual aún no podía dar nombre.


"Gracias" respondí ahora con voz entrecortada mientras trataba de esconder mis coloradas mejillas detrás del muro de cabello oscuro que pretendía crear, la alegría que corría por mis venas era tal que se me escapó una leve sonrisa.


Todo lo bueno suele durar poco, por desgracia es así como debe de ser para que sean apreciados todos y cada uno de esos momentos que parecen ser mágicos al instante de ser experimentados. Añoraba con cada parte de mi ser estar con él, sentir su piel tersa, mirar sus brillantes ojos, incluso poder abrazarle.


Quisiera tener el valor suficiente como para poder acercarme a él, tener una plática agradable, poder mirarle de frente, pero lo mucho que puedo hacer es observarle de lejos, escuchar su melodiosa voz y mantenerme ilusionada con su recuerdo.


Muchas veces llega a mi mente la siguiente incógnita: ¿Pensará lo mismo de mi? ¿Sentirá esa misma atracción por esta joven e ingenua niña? la mayoría de las veces me contestaba esas preguntas con un tajante "no", lo cual me obligaba a desistir de todas mis ideas sin embargo, algo dentro de mí le susurraba a mi corazón que no dejara de latir por una incertidumbre.


No había pasado ni un minuto desde que me puse de pie, apenas noté que seguía aferrada a su mano, no fui capaz de voltear mi mirada hacia la suya, el miedo al desprecio me consumía como el fuego a un trozo de madera. Cada segundo que pasaba se volvía un tormento por la constante idea en mi mente a favor del rechazo, en cambio, seguía sosteniendo su mano por lo que le era susurrado a mi corazón, dos ideas en conflicto, dos sendero que se habían entrecruzado, dos posibilidades existentes en esta realidad a la cual solamente él le daba sentido.


Sin embargo "la belleza del amor se esconde en la incertidumbre." Intenté consolar mi mente con esta frase pero sólo creó un remolino de dudas que vino a invadirme.


Apretó mi mano con una combinación de fuerza y delicadeza, al notarlo inmediatamente volteé mi mirada, la cual se cruzó con la suya. Al instante me abrazó con fuerza y al oído me susurró aquellas palabras que guardaré para siempre en mi corazón: "te quiero".


Logrando despejar mi corazón y esbozando una gran sonrisa lloré por la alegría y correspondí a aquel abrazo, logrando dar inicio a una hermosa historia, la cual jamás terminará.


[FIN]

18 de diciembre de 2011

Reflexión

Ocurrió demasiado pronto, no podía creer que hubiera pasado, era un hecho que, por más que lo intentaba, parecía que jamás podría asimilarlo.


Mi corazón a cada segundo latía más lento, la sangre que bombeaba dejaba de correr, mis ojos perdían aquel brillo que caracteriza a todo ser viviente, mi piel cambiaba del color carne a un color cercano al blanco perla, de mis ojos escapaban lo que parecían ser mis últimas lágrimas y, para finalizar con la descripción, el poco aire que quedaba dentro de mi ser se escapaba.


Se preguntarán “¿qué le pasó?” o “¿por qué describe todos estos signos y síntomas?” he aquí la respuesta: como todo ser viviente sobre esta tierra, he llegado a aquel punto al que tenemos que llegar todos en algún momento de nuestra existencia, un momento doloroso para algunos por el cariño brindado pero para personas de mi índole, el que ciertas personas llegasen a este punto de su vida, era un motivo de alegría… una alegría incomparable a cualquier otra porque el sentido de una existencia como la mía es ver sufrir a otros para ahogar alguna pena o llenar un vacío, pero ya no iba a poder disfrutar de eso, más bien, demás gente sádica como yo va a poder alegrarse del sufrimiento que apenas estoy empezando a experimentar.

Estás en lo correcto, estoy muriendo lenta y dolorosamente, la vida se escapa de este inútil cuerpo, lo que alguna vez tuvo sentido para esta mente ahora se va tornando más y más borroso con el pasar de los segundos.

Lo sabía desde el momento en el que viví mi primer velorio: este cuerpo sólo lo tenemos prestado, nada es eterno pero jamás creí que fuera a pasarme tan pronto. Los cinco minutos más dolorosos de toda mi vida pasaban lentamente, pareciera que el dios del tiempo gozaba de ver como sufría silenciosamente, no tardé en cerrar mis ojos.

Podría decirse que desperté sobresaltada cuando noté que podía ver mi cuerpo acostado en ese frío y sucio suelo. Mi primer reacción fue mirar mis manos, estas eran traslúcidas como el resto de mi ser, de haber estado en mi cuerpo humano hubiera sentido miedo y mi corazón hubiera comenzado a palpitar con ese extraño y rápido ritmo que, ahora extrañaba con cada fibra de mi nuevo ser… quería, nuevamente, formar parte de aquellos tejidos a los que podía llamar cuerpo, quería poder cortarme las venas para sentir aquel líquido caliente recorrer mi piel, quería volver a sentir el amor y el odio, la alegría y la tristeza, la ansiedad y el alivio; ahora todos esos sentimientos se veían lejos para mí.

¿Qué más podía hacer este ser sin cuerpo? ¿Cómo pretendía poder seguir mi camino si, cuando tenía vida, no tenía propósito alguno en mente? ¿Para qué, aunque fuera sólo un ánima, seguía existiendo siendo que debería descansar de una vida llena de decepciones? ¿Para qué?


Por lo que llegué a saber sobre los espíritus estando con vida, una vez fuera del cuerpo mortal debería descansar pero algo impedía que dejara este mundo. Incluso estando fuera de las manos del destino éste podía manipular mi actual ser.

Quería ser capaz de llorar para desahogarme de todo aquello que invadía mi mente, quería ser capaz de golpear algo o de expresarme por escrito o pintando al óleo, en vida la creación del arte era un talento en especial que poseía, incluso llegué a desear poder cortarme las venas para sentir la sangre recorrer mi cuerpo y, de alguna manera, consolarme con el dolor.


¿Por qué destino cruel me haces esto? ¿Por qué no me dejas descansar como a todos los demás? ¿Acaso el odio que sientes por mí es tal que tengo que sufrir para complacer tus malditos deseos?

Quería que el maldito que me hizo esto respondiera alguna de estas preguntas, quería dejar de sufrir de esta forma, quería acabar con todo este dolor, o al menos que se me permitiera expresarlo de cualquier manera.
Veía mi cuerpo inerte, pálido, sin brillo, abandonado. Una experiencia tétrica que me puso a pensar: “las cosas no ocurren de la nada, para merecer este castigo algo debí haber hecho en el pasado.” Este pensamiento me hubiera hecho encolerizar en mi vida terrenal, pero ahora que ya no tengo el tiempo contado decidí recapitular mi vida, tal vez no debí hacerlo, tal vez si, bueno, eso es algo que jamás sabré porque en aquellos momentos había tomado la decisión de recordar.

Varias cosas llegaron a mi mente, llegaron al momento en el que me puse a recordar todo lo que había vivido; desde el cómo me burlaba de los animales que eran brutalmente golpeados por aquellos civiles en las calles hasta cuando quise ahorcar a una compañera de clases por mero ocio, desde aquellos oscuros momentos en los que me cortaba las venas para tratar de sentir algo más doloroso que el desprecio que me era mostrado día a día por todos a mi alrededor hasta los instantes en los que me inyectaba heroína para sentir un placer el cual sabía que duraría muy poco, desde los pocos minutos que derrochaba contemplando aquella sección de dibujos creados por mí, a los cuales titulaba “galería del dolor” hasta cuando escribía aquellos textos llenos de sentimientos encontrados en los cuales pretendía proyectar y descargar aquellas lágrimas derramadas durante horas y horas.

Ahora, con la mente más limpia y más madura, era más que obvio lo que había ocurrido, estaba acostumbrada al sufrimiento como modo de vida, no podía hacer nada que no se relacionara con la tristeza y el dolor, no podía vivir un momento de alegría real porque ésta desaparecía al instante en el que pensaba de nuevo en mi realidad. Ahora lo entiendo todo, ahora comprendo por qué me tuvo que tocar de esa manera tan drástica, lástima que sea demasiado tarde para comprender que el sufrimiento jamás llevará a nada positivo, pasa lo mismo que con el fuego, este engendrará más fuego.

Y ahora me era imposible redimir aquellos errores del pasado.

Morí gracias a la poca inteligencia que se presentaba en mi mente, inyectándome droga, no revisé la aguja y algo de aire se coló en mi sistema circulatorio… mi muerte fue el sufrimiento más grande que jamás haya experimentado, también fui capaz de comprender que el burlarme de quienes se hayan en desgracia jamás mejoraría mi situación, sólo era un acto cobarde para afrontar mi realidad. Me di cuenta de ello cuando me retorcía por el dolor más intenso jamás sufrido en mi vida, lamenté todo lo que me hice siendo ya demasiado tarde.

Jamás podré arreglar mis errores, me habían dado una lección incomparable en sólo diez minutos de reflexión.
Lo único que me alegra es que mi cuerpo dejará de sufrir por todo lo que le hice, en cambio recorreré este mundo en forma de espíritu con el peso del remordimiento sobre mis hombros.

[FIN]