29 de julio de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective: CAPíTULO 10 "Revelación esperada"

No quiero ser prejuiciosa, nunca lo he sido, y no me puedo dar ese lujo en este trabajo dado que requiero todas las variables posibles y también porque la misma experiencia me ha dejado ver que las personas tienen sus sorpresas, tienen elementos que las delatan o encubren y que finalmente son tan imprevisibles como todos los humanos sobre la tierra.

Sí, son personas y por ende no son buenas o malas, sólo actúan según un instinto de supervivencia que no queda del todo claro al intentar salir de un problema o ejecutar una acción. Y guiarnos por un nombre para juzgar a alguien es inútil, y aparte una pérdida de tiempo, sin embargo esta conversación no ayuda a este sujeto.

El que de por sí, se hace llamar Brayan.

No demerito su nombre… bueno, en realidad sí, y no por el hecho de la fonética del mismo, sino por el contexto en el que se da. Un contexto en el que no somos ni estadounidenses y en el que, por ende, tampoco cubre los requerimientos socialmente aceptados como para ser llamado así, como consecuencia, va a ser discriminado por todos, hasta por las mentes que se digan “incluyentes”.

Pero después de pensarlo todo, termina valiéndome quince kilogramos de pepino bien verde y me echo a reír en lo que trato de descifrar los jeroglíficos en los que este sujeto aparentemente escribe.

“Hal shile, krnala, t, bngo abizando namas pake no dijas ke no te abice, el mro mro kiere pa ya ah zuz morralitos, k entre + xikitoz + tiernito0z.”

No llevo leyendo mucho tiempo, pero la primera frase definitivamente me va a causar un incurable cáncer de ojos. Me tallo y continúo leyendo, aunque la ortografía de Graciela no es del todo mala, me cuesta trabajo concebir que haya gente que escriba sin acentos…

No tengo tiempo para hacer + que eso, tengo q pasar mañana x el otro que me pidieron de la doña Meche, que ya estan apareciendo las notas chairas esas en el periódico y no puedo tardar mas dile que el lunes le entrego a su chilpayatito ese.”

Y su lenguaje raro me sigue causando problemas, por suerte Adrián sabe de estas cosas y el comportamiento no verbal es uno de sus fuertes, al igual que la interpretación de códigos lingüísticos como imagino que lo es un “hal shile”.

Sociedad… a veces te odio un chingo.

Pos a la vrga t ztaz tardndo + d lo ke habiamoz kedado morra keremos a los chilpayates kmo les dices thu pinxe naka jodida te ofrcist a darlos ahora t acuants kmo masho lo speramoz mñna o lla verás…”

El autocorrector aparentemente se hizo presente en la última palabra, pero eso no es lo entretenido, sino lo siguiente.

Eres un pinche gato q ni escribir sabe…”

Y yo al leer todo esto, me digo a mí misma: tampoco tú, pendeja…

“Si no dejas de amenazarme, te acuso con el mero mero como le dices tu, así q dame l tiempo q necesito para conseguirle. Mañana te entrego al chilpayate de la Meche y pasadomañana te entrego al de cuatro meses, que lo esta cuidando la regordeta esa a la que me yevan a ver para que los guarden, ya sabes que puede tardar porque no son los únicos para los q trabajo.”

–Entonces aquí hay ratas encerradas –digo a Adrián, quien me mira mientras cierra el puño con fuerza suficiente como para doblar el hierro de mi silla –oye, cálmate.

–Perdón, sólo que esto me asquea de sobremanera –dice –esta mujer se dedica a secuestrar niños y dice que ese Brayan no es el único para el que trabaja…

–Es un Brayan –remarco -¿crees que de verdad trabaje por autonomía cuando menciona a un jefe?

–Cierto, tal vez trabaje para un Kevin –y me echo a reír mientras leo lo que queda de la conversación.

Erz una putha bn echesita, mamy cria una pna ke nuestro jfcito c diera kuentha d ke no erz leal de lealz t va a mter una putisa ke no imajinaz morra, reqerda ke s l todopoderoso gober ii ke t puede akbar kuando l kiera…”
Oh oh…

–Qué nos acaba de decir el Brayan… -responde Adrián mientras tira su vaso de agua en el piso y el estruendo me hace voltear a verle.

–Y bien, se supone que esta es la parte en la que alguien se desmaya, ¿verdad? –digo con un tono un poco desairado. Sabía que él le financiaba algo, pero ¿conseguir niños? Esto podría significar que su mujer sí es estéril… sólo faltaría corroborarlo con Memo.


–Por favor, eso no pasará –dice Adrián… antes de desmayarse y caer como res al piso.

22 de julio de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 9: "Espía"

Elegí el negocio de la investigación porque solamente es caro si se te solventan tus gastos o si se trata de una investigación de ciencias duras, además de que es bien retribuido, sin embargo la investigación privada es todavía más remunerada de lo que se cree. No hay demasiados ejecutores en la ciudad, y entre nosotros nos conocemos y recomendamos clientes y casos por practicidad, no por altruismo. En general es sencillo, sólo hay que tener una cámara, una grabadora, binoculares y mucho sigilo…

Y sigilo es algo que no tengo.

También por eso cobro caro, para poder pagarles a mis socios, de quienes dependo por ser más sigilosos que yo y quienes obtienen algunas cosas extras en la investigación que mi torpeza sería capaz de limitar. Sin Adrián yo no hubiera podido tomar esas fotografías de Graciela, o sin Daniel, no podría haber obtenido ese historial de conversaciones, el que hasta la fecha se sigue revisando.

Igualmente necesito a Adrián porque es la conexión más cercana que tengo con la forense Karen, quien se siente muy atraída por él al parecer, porque se coquetean en plena escena del crimen, con miembros amputados en una mano o cadáveres completos en la otra…

Y por eso es que lo necesito, porque es fácil extraer información de una chica enamorada.

–Y ahora que tienes lo que necesitas –me habla Karen -¿qué procede con ustedes?

–Tenemos las horas de muerte, dices que fue por asfixia con una almohada hace aproximadamente un día, y por la nula perturbación del lugar de los hechos, el cuerpo fue trasladado y aparentemente no hay testigos… por decirlo así, fue una muerte limpia.

–No usaría ese término, pero sí. No hay firma o un método en particular, a menos de que aparezca otro niño así. Nos vemos Quetzali, cuídate, Adrián –le sonríe con coquetería, imagino que es coquetería por la manera en la que se clavan las miradas y por cómo se sonríen el uno al otro.

–Adiós –le responde con la misma coquetería y mostrando una sonrisa muy graciosa a mi gusto.

Cuando Karen se va a su puesto de trabajo, Adrián regresa conmigo a la oficina y empieza a ver cómo ligar los hechos, pero no encontramos nada de utilidad… el asesinato fue muy limpio y no tenemos oportunidad de obtener pista alguna sin seguir a Graciela o a Inés, pero empiezo a descartar a la señora de la lista.

Y si hay un lugar al que Graciela va a volver, va a ser o a la oficina de detectives o a la oficina del gobernador… pero a esto sumamos el espiar a éste.

Anoto su nombre en la libreta como uno de los relacionados, y se la muestro a Adrián, quien me mira arqueando las cejas.

–¿En serio? –me dice –¿espiar al gober?

–Para llegar a su esposa,  tengo algunas conjeturas… -le recuerdo, pero me vuelve a mirar fijamente, cosa que me hace sentir incómoda -¡puedo sacar buenas conclusiones!

–¿En serio? –me vuelve a preguntar -¿y qué te hace creer que la mujer va a querer matar al niño?

–Los rumores de su esterilidad y posiblemente una celosa patológica capaz de hacer lo que sea para mantener a su esposo cerca de ella.

–Te concedo la razón por ahora, nada más por ahora… pero yo no me acercaré a ese sujeto, se rumora que es un asesino.

–¿Entonces quién? Daniel sigue en recuperación por lo de las costillas… -empiezo a pensar -¿Memo?

–A ese tipo no le importa su vida, me parece bien –dice entre risas.
Saco el teléfono y por medio del whats app le contacto, por fortuna aparece en línea y me responde…

“Trabajo nuevo” envío.

“Cuándo, dónde y de qué va?” me dice de vuelta.

“Seguir a la señora del gober todo el día e informarme de cada movimiento en al menos una semana”.

“…Sobres” contesta y acaba la conversación… me encanta platicar con él, es siempre tan rápido y cumple muy bien.

–Ha aceptado –informo.

–¿Sabe lo que hará?

–Sabes que a ese tipo no le interesa qué hacer mientras sea divertido, me late que consideró que estar en riesgo de muerte es muy divertido.

Entonces mi teléfono empieza a sonar con el tono de Daniel… otra canción desagradable para que no se me pase el contestar. Pero su mensaje es una imagen, una captura de pantalla de la computadora, y lo que dice es lo que me intriga.

Chécale…”.

Me encanta su pie de foto, tan claro, tan específico y sobre todo tan directo.

Y cuando “le checo”, noto que la captura es de una conversación que aparentemente Graciela sostuvo con un chico que se llama a sí mismo en Facebook Brayan “el chinos” Stark… y creo que ya sé por dónde ir en la investigación.

La conversación no sólo tiene de llamativo el nombre, sino todo lo que engloba, porque habla de encuentros en ciertos sitios de la ciudad, como los parques o las tiendas de autoservicio que se encuentran en cada esquina siendo todas de la misma cadena o los cafés más underground.

–¿Y esto qué crees que signifique? –le muestro a Adrián la imagen, sólo me ve de reojo y se pierde en la conversación…

–¿Qué?

–¡Ven a ver! –le digo, la mira fijamente y entonces sonríe de lado, la misma sonrisa de coqueteo…

–Que tenemos otra variable.



15 de julio de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 8: "Variables"

El sexo.

Nombrada como una de las actividades deportivas tal vez no de las más fáciles de hacer, pero sí como una de las más productivas y, para muchos que pregonan ser abiertos pero que en realidad están muy vacíos por dentro, como una de las más entretenidas. Imagino que usan esa palabra por no encontrar otra para definir dicha actividad.

Aunque no les quitaré el mérito. Es muy entretenido.

Pero se puede decir que es fácil es demeritarla, porque hay una serie de pasos a seguir, y el número uno es encontrar una pareja para después proceder con calma... o intensidad.

Es usar demasiado esfuerzo, sentir que el aire sale sobrando del estómago con cada embestida, sentir tener el calor de otra piel cubriéndote como si fuera una manta de la que no quieres deshacerte, imaginar que una corriente eléctrica recorre los nervios sin parar y perder la sonrisa que tanto halagan los hombres en una mujer para pasar a poner una expresión en apariencia vacía, pero que lo significa todo cuando sale todo ese aire del estómago en forma de un gemido cada vez más ruidoso, en el que la tensión acumulada en el cuerpo y traducida en músculos endurecidos se esfuma, trayendo una paz que se camufla con el descanso similar al de una actividad física que tal vez no podría tener ningún acierto o simbolismo.

Pero de no tenerlo, no sonreiría después de cada roce de esa piel que me trata con cariño, uno capaz de hacerme sentir como si pudiera hacer en esa noche todo lo que se me imposibilitaría en un día común.

Como verlo a los ojos.

Lisandro besa todas y cada una de las partes de mi piel que la sábana no puede cubrir mientras yo busco desesperadamente sus ojos para contemplarlos por una última vez hasta que llegue el momento en el que dejaré de hacerlo.

Nunca lo había notado hasta que le conté cómo me sentía y que, por algún extraño impedimento mío, no me sentía cómoda viendo a los ojos de las personas. Siempre busco una distracción para no hacerlo, y cuando estoy relativamente cerca de vencer ese hábito, recargo mi visión en un pómulo o incluso en las cejas o pestañas… pero nunca en una pupila o iris.

Es un inconveniente extraño, pero no por ello anormal en mi vida o en la vida de Lisandro, quien decidió vivirla junto a mí, y yo junto a él.
Pero dejo de mirarlo a los ojos, porque mi mente voló en un santiamén y recuerdo al bebé verde…

Lo cual apaga mi pasión y desvía mi mirada a la nariz de Lisandro, quien se percata y agarra mi mejilla a besos en espera de que se me olvide aquello que me distrajo. Pero no puedo olvidarlo, y para colmo, el teléfono suena con el tono de los mensajes que le asigné a Adrián.

Nunca he hablado con Adrián de cosas que no se traten de trabajo o de sus amoríos fallidos, no necesito hablarle de mi relación con Lisandro, porque ello fungiría como factor de envidias y traiciones, situación que no necesito con un compañero a quien le tengo un afecto importante, pero nunca superior o similar al amor… si es que es eso lo que siento por Lisandro, porque el amor y la lealtad se parecen en demasía en el sentido de que haría lo que fuera por ver a mis seres queridos felices, tal vez incluso realice imposibles con el afán de ver a las personas que me agradan felices, felices hasta el límite de mi paciencia o incluso de mi propia felicidad.

Y hasta cierto punto, cuando haces lo que sea por alguien a costa de tu propio ser y sacrificas las oportunidades de ser egoísta… podría decirse que lo que experimentas es similar a cumplir una condena. Llega un momento en el que el hacer el bien por otros se vuelve un martirio, un sacrificio personal.

Eso ocurre cuando no conoces otra forma de vida, y el altruismo se convierte en cadenas únicamente reforzadas por la rutina.

No es por ser buena persona. Es no saber cómo despegarte de ese itinerario, de esa vida que se forja por dentro y no se irá porque no sabes cómo hacer que se marche.

El molesto tono de las canciones de Maluma no se va. Sí, le asigné a Adrián el tono de Maluma porque sé que le desagrada en demasía como a mí, y aparte es un excelente método para hacer que vea sus mensajes con rapidez porque me esmero en hacer que se apague.

“Karen ya sabe la causa de muerte… asfixia, almohada, todo encaja.”

Me hace ruido su mensaje, no sólo por la estúpida canción de Maluma, sino por los hechos en cuestión… si el bebé fue sustraído de la casa de Inés y después ha muerto por asfixia y el cadáver fue regresado a Graciela, me queda como alternativa esperar a que Graciela se venga a quejar conmigo con lágrimas y mocos que simplemente no comprenderé porque Noel no era su hijo.

“Vete preparando para recibirla enojada o triste o como sea, si no me falla mi intuición (siempre falla) va a regresar a reclamar o algo así, aparte, no me gusta cómo se van conduciendo las cosas ¿leíste la entrevista que le hice a Inés? Si hay tantos bebés, siento que algo va muy mal”.

Envío…

–Deja ese celular y ven –me dice con un tono que llaman pícaro, como el que usan las parejas de la televisión que se encuentran fornicando y terminan cansados después de sesiones de media hora o cuarenta minutos.

Pero doy un suspiro largo mientras aviento el teléfono al buró y abrazo a Lisandro del tórax, sintiendo su piel más ardiente que nunca, pero no me despego, porque sé que él es mi pilar en la vida y que si por un momento dejo de aferrarme, tal vez le pierda.

–Tengo que ir al anfiteatro –anuncio sin más, a lo que Lisandro me voltea a ver.

–¿Qué ha ocurrido, Madeline? –pregunta, pero no puedo verle a los ojos, por lo tanto, volteo al primer objeto al que mis ojos apuntan y sin mayor problema, le confieso el caso hasta ahora, desde cómo empezamos a sospechar de Graciela y también le conté del bebé muerto y mis siguientes conjeturas.

–Si lo que creo termina por ser verdad, lo que ocurrirá será que Graciela se enojará con nosotros y nos pedirá que investiguemos a Inés por ser la posible asesina.

–Pero las cosas no indican que lo sea, ¿verdad? –me recalca, y lo miro a los ojos.

–Era la más cercana al niño… a los niños que llevaba a cuidar con ella.

–Por eso mismo no tiene sentido, si está resentida y fuera una asesina, ya les hubiera hecho algo a todos ellos ¿por qué engancharse a uno solo?
Pienso la situación, y a veces no le doy las vueltas que debería, hasta que sonrío al intentar pensar en variables que son capaces de llegar.

–¿Crees que Graciela haya mandado matar a los niños por venganza contra Inés?

–Tendría sentido si hubiera una conexión más allá de los pedidos entre ellas. Inés se escucha resentida contra ella por tener dinero, pero es de esas personas humildes que sólo reprochan lo que otros tienen, no se me figuraría una asesina, pero no puedes descartar las opciones. Tienes dos variables, ahora, busca una tercera.

–Graciela salió con cosas de la oficina del gobernador… -me pongo a pensar –y se rumora que la mujer de éste es estéril.

–Ahí tienes tu tercer variable. Esterilidad que impulsa a Graciela a darle bebés, y la mujer del gobernador la descubre dándole cosas a cambio, considera que hay un engaño de por medio…

–Mata al niño… y se lo manda a Graciela.

–Lo cual es una incongruencia psicológica en caso de desear ser madre, pero podría funcionar.

Feliz como nunca y atenta como siempre, retribuyo la ayuda que me ha dado con besos, abrazos y el placer que sólo puedo yo darle.

Dicen que para hacer el amor no hay reglas, que sólo debe haber personas dispuestas a hacerlo y lo demás viene con la imaginación, pero para mí sólo hay una regla fundamental de la que se deriva todo lo demás:


Siempre deberé amar a la persona con la que esté.

8 de julio de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective: CAPíTULO 7 "Forense"

“¡Apesta! ¿¡Qué demonios..!?” exclamó una voz aguda y chillona en el video que Adrián me hizo el favor de grabar. La distancia no ayuda en absoluto a la calidad del video, pero se distinguía quién era quien.

El video había corrido algunas horas antes de que esos espantosos gritos ocurrieran, era la voz de Graciela, mi clienta, la que sonaba de una zona departamental bastante barata para alguien que pregonaba tener mucho dinero, sin embargo logro detectar esa zona de la ciudad y entonces la dirección de la chica no se me hace desconocida. En ese trozo de departamentos viven unos conocidos que salieron en la toma, pero se vuelve únicamente interesante en el instante en el que ella ha gritado y en el que Adrián se movió para obtener la grabación.

Pero la casa fue cerrada y entonces Adrián me mandó un mensaje, pidiéndome que fuera en ese mismo instante.

“Y aquí estoy…” murmuro para mí misma en cuanto me doy cuenta de lo que he hecho al pasar por la ventana de ese cuarto, y en donde se supone que no debemos estar, porque estamos investigando para ella, no a ella.

–En todos los años que llevo trabajando contigo, creo que esto es lo más triste que me ha tocado ver –dice, pero volteo a verle incrédula mientras me sigo tapando la nariz.

–¡Llevas tres semanas y media! –respondo sin más tapujos –y no te ha tocado ver siquiera lo peor.

Me inclino y apunto una lámpara para descubrir que el hedor asqueroso y muerto viene precisamente de un bebé que corresponde a las facciones y a la edad del que nos pidió Graciela que encontrásemos, pero no es del todo el mismo, porque ahora su piel está teñida de un color verde necrótico que cubre todo su diminuto cuerpo, sin mencionar que los ojos y la lengua están salidos, deformando su rostro.

Y tomo un trago de saliva y valor para poder seguir mirándole de frente sin intentar conmoverme, porque ese color sólo se obtiene cuando se ha asfixiado a alguien. Pero la escena del crimen está intacta, no hay objetos y nada está en desorden como debería estarlo tras un asesinato, aunque sea a un menor o un neonato, pero esto fue sumamente limpio.

Sea quien haya sido, a diferencia de Graciela, sabe lo que hace.

–Hazle unas fotos y vámonos de aquí.

–Necesitaremos ayuda del forense, ¿sabes?

–¡Aquí está tu forense! –le muestro el dedo anular mientras él hace las fotos y entonces me llega un mensaje de Daniel.

“Me costó trabajo, pero ya tengo todas las conversaciones que me pediste, y no es bueno”.

En momentos como este pienso que Daniel nunca me decepcionará.

–¿Qué te dice? –pregunta inquieto, pero sé que no podrá escucharme ahora y entonces empieza a tomar las fotos que sé que debe tomar y las manda directamente a la PC de Daniel, quien ya sabe qué hacer con ellas… y eso es anexarlas a un archivo.

–Que tal vez haya más en esto de lo que parece…

–¿¡En serio!? –usa un tono de voz que deduzco como sarcasmo y volteo a verle para darle un golpecito en la cabeza con los dedos, como acostumbro hacerle cuando me habla usando esos modos –bueno, ya, me calmo –insiste –pero sí debemos llamar a un forense.

–Cuando la gente es verde siempre es una de dos posibilidades –remarco –o son hijos de Hulk o fueron muertos por asfixia –le digo –y como este bebé no tiene músculos ni cuadritos en el abdomen, creo que cabe la posibilidad de que sea la segunda opción.

–Chistosita –no me mira, sólo saca su teléfono y empieza a marcar –hola, Karen –marcó a su amiga, una chica un poco estrafalaria a la que le gusta trabajar en laboratorios y que al parecer me tiene aprecio, pero cuando nos vemos, surge algo que no me da buena espina –sí, hay un cadáver aquí. Te mando mi ubicación para que vengan por él.

Sólo pongo atención a lo que me tiene interesada, el resto no es útil para mí, porque de alguna manera terminan coqueteándose.

Siempre es lo mismo, aunque ella tenga un brazo muerto entre las manos o esté bañada en sangre de los muertos que tiene que recoger por pertenecer a los médicos forenses, se coquetean y pareciera que los cadáveres salen sobrando. Sólo me molesta porque esa situación desconcentra a Adrián de sus deberes que tiene conmigo como institución, no como amiga, porque siendo sincera, sus relaciones me importan un carajo.

…Hasta que lo lastiman.

Entonces sí me enojo, porque mi lealtad hacia él es similar a la que él tiene para mí.

–Listo. Llegará en quince minutos –responde Adrián con una sonrisa ladina, quiero creer que está queriendo llenarse de confianza para abordar bien el trabajo… o que quiere abordar a Karen, sea lo que eso signifique.

–¿Y tenías que tardar quince minutos en pedirle a Karen que viniera su equipo de forenses? –remarco. No me gusta que me hagan perder el tiempo.

No pasan ni cinco minutos y ya están entrando los médicos a la casa, donde me encuentro cara a cara con Karen, una chica de tez blanca y ojos de carbón que sonríe un poco al verme y me saluda ligeramente mientras analiza al cuerpo del bebé verde, al cual toma sin aparentemente sentir nada.

No es que yo sea una gran experta en tener emociones o sentimientos a través de los demás, pero como mínimo tengo un poco de piedad hacia los animales y humanos que no tienen dientes, por lo cual el hecho de que lo esté tomando por las piernas y lo coloque debajo de una bolsa negra en una camilla con tanta naturalidad me desconcierta un poco.

–Adrián, Quetzali –odio que me digan así, pero prosigue -¿qué vienen a hacer aquí? –pregunta sin más rodeos, pero solo mira fijamente a Adrián, recorriendo sus ojos hasta bajar a sus labios. El flirteo nunca lo he comprendido, pero la intención no es algo en lo que me guste pensar.

–Tenemos un caso nuevo… involucra a este bebé –responde, yo sólo decido no hablar, no me gusta interferir en cosas de grupos; no encuentro el patrón en el que vea más fácil el hacer algo para interactuar –si tienes información de la causa de muerte, me gustaría saberlo –y le guiña el ojo en señal de más rituales de cortejo, tal vez es en señal de aceptación ¡o yo qué sé!

–Te suplicaré que colabores con nosotros para encontrar también al asesino –le digo, pero no parece ponerme atención hasta que voltea a verme y me sonríe con ligereza. Sé que no es mala persona, pero no me gusta que flirtee con Adrián, porque no sé si lo vaya a lastimar más adelante, porque cuando eso pasa, la que tiene que limpiarse el hombro lleno de lágrimas soy yo.

–No te preocupes, averiguaré todo lo posible –me dice mientras voltea y escanea con la mirada a Adrián nuevamente. Me dan ganas de decirles que la habitación está en alguna de las puertas, pero al parecer mi cinismo no llega a tanto, porque mantengo la boca cerrada, pero ya no es necesario, porque los forenses han abandonado el lugar.


Al igual que nosotros.

1 de julio de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 6: "Proxeneta"

Estoy buscando las redes sociales de esta mujer, de Graciela Enríquez, quien aparece en una foto muy esplendorosa de perfil en la que muestra las piernas y se le ven muy afilados los ojos, sin embargo, se ve muy blanca su piel, cuando ella en persona tiene un tono tostado muy atractivo.

Su información dice que tiene su cuenta activa desde hace como cinco años, pero no hay información de ella de aquellos tiempos, aunque por información puede entenderse fotografías, publicaciones, amistades o eventos que haya marcado en su muro de red social.

Nunca entendí el uso de estas aplicaciones para computadora, sólo me sirven para promover mis servicios en un sentido estricto de la palabra, porque no me puedo dar el lujo de gritarles a todos los transeúntes que soy una detective privada ni parecido. Cuando manejo mis redes personales, lo hago con un buen de fotografías porque me carcome la ansiedad de la estática, odio que todo sea igual, y el único uso que le doy es el de quejarme sobre la situación que ocurre, informarme de noticias nuevas o recientes y en su mayoría: compartir estupideces escritas por personas que tienen aplicaciones en sus teléfonos para crear memes o algo similar, pero no tiene nada de interesante manejar una red social, porque en general… me importan todos un rábano.

Pero desde cierto punto del año 2014, Graciela dejó de pensar así, si es que alguna vez lo hizo, porque las fotos de su avatar empiezan a hacerse más y más presentes, porque las publicaciones de sus amigas en y los antros son más frecuentes y porque se le ve etiquetada en muchas fotografías con distintos hombres, y en un momento del año pasado, anota como evento importante su trabajo en el gobierno del estado, y entonces el contacto con sus amistades antiguas se ve disminuido… lo detecto por la frecuencia con la que le publican algo en su muro, sin embargo, otros hombres han empezado a publicar fotos y más fotos de ella en fiestas y en eventos diversos.

En la mayoría de las imágenes está borracha.

Suspiro un poco y me llevo la mano izquierda a la sien mientras que con la otra, anoto más y más nombres que podrían ser personas clave para el caso, para saber quién es el bebé, para saber por qué demonios lo encargan y para saber quién demonios le hace el favor de llevarlos, o quienes, porque no son la misma persona.

–¡Daniel! –hablo a través de mi teléfono con un mensaje de voz de esos del whats app, diciéndole que necesito ciertas conversaciones de ciertos nombres de cierta cuenta de Facebook, sí, las conversaciones de Graciela con estos tipos que parece que no saben abotonarse las camisas y dejan ver las desgracias que tienen en el lugar donde debería haber un pecho de hombre –cuando tengas los historiales, me avisas… y de paso te llevo a que te hagan una limpia.

Sí, me encanta cómo te agrada la gente de la alta.

–¿Alta? Altas las jirafas, éstos sólo viven del erario.

Te entiendo… te lo mandaré todo.

Sólo le dejo en visto mientras hago un virtual sociograma y trato de entender qué más ha pasado, junto con las relaciones de todos estos personajes, pero lo básico me parece obvio. Realmente me dan tanto asco las vidas de las personas con dinero, que sólo desearía tener todo su dinero para quemarlo y tal vez así aspirar a que dejen de hacer estupideces.

Doy otro suspiro mientras coloco mis pies en el escritorio para ver que Daniel ya me ha mandado archivos con las conversaciones.

Y entra en escena Adrián, un amigo mío. Un fotógrafo al que le pido que haga el trabajo sucio, principalmente porque ahora anda sudando toda el agua que no toma y ahora busca entre las cosas del garrafón un vaso para tomar agua como desesperado.

–¡Chingue su madre! –exclama y bebe con las manos. Se ha quemado todo lo que es la cara, y de paso me ha sorprendido su actitud tan, tan…

–¡Neandertal! –exclamo sin pensarlo siquiera una vez cuando lo veo beber el agua directamente de sus manos, y entonces me echo a reír en cuanto me mira y por la manera en la que lo hace.

–Intenta conseguir una fotografía de esa gente de gobierno sin que te armen un escándalo–me reclama en segundos, pero entonces sólo me sonríe y me deja las imágenes ya impresas en el escritorio –por cierto, encontrarás irregularidades.

–¿Fecha y hora?

–Son el pie de foto –informa y las veo con claridad… es bueno en este arte de la fotografía,  pero es mejor para no ser visto, aunque no entiendo qué pasó en el edificio de gobierno para que me dijera eso.

–¿Te vieron?

–Casi –me dice mientras me mira con esas pestañas gigantes que le adornan los ojos –ocurrió –y por poco atrapé a un funcionario robando, pero eso es para otro caso. La foto está entre las doce que logré captar.

–¿Graciela?

–Muy diferente ¿no? –me señala la foto en la que se ve ella caminando cerca de la puerta del gobernador –no coincide con lo blanca que es gracias a los filtros de Retrica.
Y casi se me sale una risa cuando dice eso. Es un chico simpático, con déficit de atención y una sonrisa tierna cuando quiere hacer un chiste.

–Tal vez son filtros de Rétrica, o tal vez sólo tiene demasiada baja autoestima, pero eso ya se verá conforme avance este caso –digo mientras las voy pasando una a una y veo con un efecto de stop motion cómo es que Graciela entra y sale de la oficina del gobernador.

Entra sin nada, y después sale con una bolsa de marca elegante llena hasta el tope con telas y en el otro brazo lleva cargando una bolsa de otra marca todavía más cara.

–Pregunté por ella en los pisos –me informa mientras sonríe de lado con una mirada firme y certera, es obvio para los libros de lenguaje corporal que he leído que eso significa complicidad. Sólo me limito a arquear las cejas –no la conocen, no labora ahí.

–¿Estamos ante la zorra del gobernador? –insisto con una risa maligna y confirmando lo que yo ya sabía de antemano… esa mujer no sólo es madre, sino que tiene un proxeneta.
Me llevo un trago de agua que me ha dado Adrián y busco tragar tranquilamente.

Baia baia –dice y entonces me echo a reír, sacando todo el líquido hasta por la nariz.