18 de diciembre de 2011

Reflexión

Ocurrió demasiado pronto, no podía creer que hubiera pasado, era un hecho que, por más que lo intentaba, parecía que jamás podría asimilarlo.


Mi corazón a cada segundo latía más lento, la sangre que bombeaba dejaba de correr, mis ojos perdían aquel brillo que caracteriza a todo ser viviente, mi piel cambiaba del color carne a un color cercano al blanco perla, de mis ojos escapaban lo que parecían ser mis últimas lágrimas y, para finalizar con la descripción, el poco aire que quedaba dentro de mi ser se escapaba.


Se preguntarán “¿qué le pasó?” o “¿por qué describe todos estos signos y síntomas?” he aquí la respuesta: como todo ser viviente sobre esta tierra, he llegado a aquel punto al que tenemos que llegar todos en algún momento de nuestra existencia, un momento doloroso para algunos por el cariño brindado pero para personas de mi índole, el que ciertas personas llegasen a este punto de su vida, era un motivo de alegría… una alegría incomparable a cualquier otra porque el sentido de una existencia como la mía es ver sufrir a otros para ahogar alguna pena o llenar un vacío, pero ya no iba a poder disfrutar de eso, más bien, demás gente sádica como yo va a poder alegrarse del sufrimiento que apenas estoy empezando a experimentar.

Estás en lo correcto, estoy muriendo lenta y dolorosamente, la vida se escapa de este inútil cuerpo, lo que alguna vez tuvo sentido para esta mente ahora se va tornando más y más borroso con el pasar de los segundos.

Lo sabía desde el momento en el que viví mi primer velorio: este cuerpo sólo lo tenemos prestado, nada es eterno pero jamás creí que fuera a pasarme tan pronto. Los cinco minutos más dolorosos de toda mi vida pasaban lentamente, pareciera que el dios del tiempo gozaba de ver como sufría silenciosamente, no tardé en cerrar mis ojos.

Podría decirse que desperté sobresaltada cuando noté que podía ver mi cuerpo acostado en ese frío y sucio suelo. Mi primer reacción fue mirar mis manos, estas eran traslúcidas como el resto de mi ser, de haber estado en mi cuerpo humano hubiera sentido miedo y mi corazón hubiera comenzado a palpitar con ese extraño y rápido ritmo que, ahora extrañaba con cada fibra de mi nuevo ser… quería, nuevamente, formar parte de aquellos tejidos a los que podía llamar cuerpo, quería poder cortarme las venas para sentir aquel líquido caliente recorrer mi piel, quería volver a sentir el amor y el odio, la alegría y la tristeza, la ansiedad y el alivio; ahora todos esos sentimientos se veían lejos para mí.

¿Qué más podía hacer este ser sin cuerpo? ¿Cómo pretendía poder seguir mi camino si, cuando tenía vida, no tenía propósito alguno en mente? ¿Para qué, aunque fuera sólo un ánima, seguía existiendo siendo que debería descansar de una vida llena de decepciones? ¿Para qué?


Por lo que llegué a saber sobre los espíritus estando con vida, una vez fuera del cuerpo mortal debería descansar pero algo impedía que dejara este mundo. Incluso estando fuera de las manos del destino éste podía manipular mi actual ser.

Quería ser capaz de llorar para desahogarme de todo aquello que invadía mi mente, quería ser capaz de golpear algo o de expresarme por escrito o pintando al óleo, en vida la creación del arte era un talento en especial que poseía, incluso llegué a desear poder cortarme las venas para sentir la sangre recorrer mi cuerpo y, de alguna manera, consolarme con el dolor.


¿Por qué destino cruel me haces esto? ¿Por qué no me dejas descansar como a todos los demás? ¿Acaso el odio que sientes por mí es tal que tengo que sufrir para complacer tus malditos deseos?

Quería que el maldito que me hizo esto respondiera alguna de estas preguntas, quería dejar de sufrir de esta forma, quería acabar con todo este dolor, o al menos que se me permitiera expresarlo de cualquier manera.
Veía mi cuerpo inerte, pálido, sin brillo, abandonado. Una experiencia tétrica que me puso a pensar: “las cosas no ocurren de la nada, para merecer este castigo algo debí haber hecho en el pasado.” Este pensamiento me hubiera hecho encolerizar en mi vida terrenal, pero ahora que ya no tengo el tiempo contado decidí recapitular mi vida, tal vez no debí hacerlo, tal vez si, bueno, eso es algo que jamás sabré porque en aquellos momentos había tomado la decisión de recordar.

Varias cosas llegaron a mi mente, llegaron al momento en el que me puse a recordar todo lo que había vivido; desde el cómo me burlaba de los animales que eran brutalmente golpeados por aquellos civiles en las calles hasta cuando quise ahorcar a una compañera de clases por mero ocio, desde aquellos oscuros momentos en los que me cortaba las venas para tratar de sentir algo más doloroso que el desprecio que me era mostrado día a día por todos a mi alrededor hasta los instantes en los que me inyectaba heroína para sentir un placer el cual sabía que duraría muy poco, desde los pocos minutos que derrochaba contemplando aquella sección de dibujos creados por mí, a los cuales titulaba “galería del dolor” hasta cuando escribía aquellos textos llenos de sentimientos encontrados en los cuales pretendía proyectar y descargar aquellas lágrimas derramadas durante horas y horas.

Ahora, con la mente más limpia y más madura, era más que obvio lo que había ocurrido, estaba acostumbrada al sufrimiento como modo de vida, no podía hacer nada que no se relacionara con la tristeza y el dolor, no podía vivir un momento de alegría real porque ésta desaparecía al instante en el que pensaba de nuevo en mi realidad. Ahora lo entiendo todo, ahora comprendo por qué me tuvo que tocar de esa manera tan drástica, lástima que sea demasiado tarde para comprender que el sufrimiento jamás llevará a nada positivo, pasa lo mismo que con el fuego, este engendrará más fuego.

Y ahora me era imposible redimir aquellos errores del pasado.

Morí gracias a la poca inteligencia que se presentaba en mi mente, inyectándome droga, no revisé la aguja y algo de aire se coló en mi sistema circulatorio… mi muerte fue el sufrimiento más grande que jamás haya experimentado, también fui capaz de comprender que el burlarme de quienes se hayan en desgracia jamás mejoraría mi situación, sólo era un acto cobarde para afrontar mi realidad. Me di cuenta de ello cuando me retorcía por el dolor más intenso jamás sufrido en mi vida, lamenté todo lo que me hice siendo ya demasiado tarde.

Jamás podré arreglar mis errores, me habían dado una lección incomparable en sólo diez minutos de reflexión.
Lo único que me alegra es que mi cuerpo dejará de sufrir por todo lo que le hice, en cambio recorreré este mundo en forma de espíritu con el peso del remordimiento sobre mis hombros.

[FIN]

4 comentarios:

  1. Es un privilegio, sin duda, ser una de las personas en conocerte, en comprenderte y en leer todos estos grandes pensamientos que florecen dentro de cabeza.

    Niña esto es un capitulo del principio de una obra maestra, por favor, continua escribiendo tan apasionadamente.

    Tienes un talento impresionante y toda una vida por delante.

    Sabes muy bien que eres lo máximo para mí y que siempre va estar mi mano estirada para ti

    Santi :)

    ResponderEliminar
  2. Oh genial -.- al menos tú si tienes un comentario

    ResponderEliminar
  3. de nuevo creo que tienes talento y de verdad espero hacer tus fotos jejeje un abrazo

    ResponderEliminar