27 de septiembre de 2016

La increíble y un tanto absurda vida de Madeline Quetzali, la detective CAPíTULO 13: "Noticias"

–Ya regresé –grito al departamento, pero nadie responde… Lisandro no responde. 
Llevamos con esta rutina de no vernos durante ya un tiempo considerable, unos meses en los que sale y vuelve. Nos conocimos igualmente hace un año, mensajes y algunos encuentros hasta que decidí que era buena idea el compartir morada, sin embargo no pasa mucho tiempo aquí porque tiene que ir a trabajar a otro estado, donde despierta, trabaja, come y duerme para volver a seguir con esa rutina que nos aleja mucho; a pesar de que la hemos podido sobrellevar, es una situación dolorosa para mí, y una de las razones por las que Adrián y yo hemos tenido más cercanía.

Ha llenado la soledad sólo con su risa.
Me siento a la computadora y me llega más correo de Daniel, quien ha hecho el trabajo que le pedí, ahora desde su casa porque sigue en reposo desde lo ocurrido con ese cliente insatisfecho. Aunque a veces me echo la culpa por ello.

Y entonces toca un timbre a la puerta y me preparo con emoción; sé que es Lisandro. Él me aventuró que llegaría poco antes de las cuatro de la tarde, y ahora lo tendré de frente para poder abrazarlo como me gustaría hacer diario a cada hora, como me gustaría poder hacer siempre.

Abro la puerta y le doy un abrazo como los que acostumbro: tiernos y suaves, al igual que un beso dulce en la mejilla y un pico en los labios, el que responde con dulzura, con la misma dulzura de siempre, el mismo vigor y una sonrisa llena del afecto que siempre me da, que siempre me regala sin pedirme nada a cambio, pero noto algo distinto en la tonalidad de su voz cuando enfatiza la frase: “tengo que hablar contigo”.

Y como cabe esperar, me preocupa que me diga algo así, tal vez por el prejuicio social impuesto a esas palabras fuertemente ligadas a un rompimiento amoroso o algo similar. 
Cuando dicen que tienen que hablar, generalmente es para terminar un evento.

Nos sentamos en el sofá mientras me abraza por la cadera y me dice que hay algo que lleva un tiempo rondando en su mente. Me vuelve a abrazar con fuerza, como si procurara dejar las piezas juntas en caso de que me fuese a romper.

No se equivoca, me quiebro en cuanto dice: “Hay que dejar la relación hasta aquí y retomar cuando tengamos más tiempo para ello” y no importa cuántas veces retorne a mi mente la frase “retomar cuando tengamos más tiempo para ello”, simplemente me echo a llorar y dejo a mis ojos abrirse para entender que tal vez el futuro de las relaciones y su concepto nunca fue para mí.

Sólo sé que le abrazo con fuerza mientras algo adentro de mí busca no quebrarse. Se aferra a la posibilidad de lo irreal, el alma muere y renace, se convierte en un pasado y en un futuro y entonces ese golpe del olvido regresa para hacer doler a ambos ojos. Una reacción de bloqueo por parte de mi mente, una debilidad latente la de querer evitar y evadir la realidad; las muertes internas a las que se somete la emoción, la abstinencia de la droga del amor se hace presente, e incluso es increíble la velocidad con la que una persona empieza a añorarla, a necesitarla.

Fugaces salen mis lágrimas para recorrer mi cara y acabar en mi barbilla, que es justamente donde él las está limpiando mientras me abraza con ambos brazos, creyendo que así no me quebraré más de lo que ya estoy ahora.

Me recargo levemente en su pecho para escuchar cómo su corazón está acelerado, cómo el mío se ha desbocado por la novedad tan desagradable y para después voltear a verle a los ojos y descubrir que brillan un poco más y al final, sentir una lágrima suya caer en mi mejilla.

–Nunca te rindas, eres la persona más inteligente que he llegado a conocer –me dice, me incorporo al sofá y entonces lo acompaño a la puerta –vales más que nadie en el mundo y cuando estemos listos para poder continuar, te buscaré de nuevo. Y jamás olvides que te amo.

Sin percatarme de mis movimientos, le abro la puerta para invitarle a salir, no puedo dejar que me vea más destrozada de lo que ya me vio. Le abrazo nuevamente y entonces se va por donde vino…

Adrián de inmediato me manda mensaje sobre el caso, aparentemente se ha comunicado con Memo, a quien le di la orden expresa de buscar al famoso Brayan.

“Lisandro me terminó. Hazte cargo del caso por hoy” le digo a Adrián.

“Wow… ¿estás bien? Memo ahora puede esperar”.

“No” contesto con sinceridad y entonces dejo de lado el teléfono para recargarme en el muro y llorar con la fuerza que me faltó demostrar.


Vuelve a sonar el teléfono, lo ignoro y pasados unos quince minutos, tocan a mi puerta…

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