14 de mayo de 2016

La nota

“Un irritamiento, no es otra cosa, sólo te irritas, agarras una botella de alcohol que vacías en un caballito lentamente y como si ya te supieras el movimiento de mecánico, te la llevas a la boca y lo vuelves a hacer, es así una y otra y otra vez hasta sientes que el mal sabor de boca se ha acabado.
Mis piernas tiemblan, mis dientes le hacen compañía, el trauma se hace evidente conforme avanza a través de mis músculos y no tienes con quién expresarlo. Sólo me hace compañía esa botella ese tequila viejo que ha estado ahí durante años, sin abrir, esperando el momento en el que necesita una excusa de lo más creíble para ser destapado y llevado a tus labios.
“Al mal paso, darle tequila” pienso, y me llevo otro caballito, me lo acabo y llevo otro, y otro, y otro, y otro más. No hay más que hacer, porque nada puede acabar con este sabor a sangre que me quiere hacer sacármelos ojos, que me lleva a querer llorar, tal vez gritar con la certidumbre de que nadie escucha, porque no hay nadie.
Llevo aire a mis pulmones, intentando cabalmente que mi cuerpo se llene de otra cosa además de etílicos y aparentes disolventes, con el fin de acabar con esta sensación que mi mente me ha generado.
No soy imbécil, es mi mente la que me hace esto, la maldita que no ha resistido, que no quiere dejar de recordar lo que ocurrió, la que no deja de bombardearme con recuerdos que se van torciendo, no sé si es afortunado, pero con cada gota de alcohol, todo se deforma… no tengo que lidiar con más de eso, pero no deja de ser preocupante.
Quiero vomitar, mis piernas ya se han calmado, pero no me dejan en paz. Quieren moverse, salir, correr, tomar aire fresco, mientras que mis ojos quieren llorar.
Antes no tomaba, de hecho esta es mi primera ocasión en la que estoy consumiendo tanto y de manera tan descomunal. Ahora el vómito quiere salir en algún momento.
Sé que no le voy a dejar, pero de igual manera sé que si no lo hago, este asco interno se va a manifestar y me va a dañar más y más, quisiera desahogarme, hacer algo que el cuerpo pida… y pide demasiado.
Pide disolventes que acaben con el mal sabor de sangre entre mi úvula y mi lengua, también piden mis piernas el salir a correr, pide sacar la poca comida que sé que tengo adentro, si es que no fue reemplazada con alcohol, y también pide algo a gritos, algo que se encuentra entre mis piernas y que busca que su paz sea perturbada. Tal vez llenar mi boca con algo sólido y morder, sin importar lo que sea.
Mas aquí estoy, acostada y esperando un milagro mientras me sigo llevando vasitos de vidrio a la boca, y pensando por qué demonios es que existe el alcoholismo en el mundo…
Tal vez es porque hay situaciones que ameritan querer deshacerte de esos mal sabores del cuerpo, y la acidez del alcohol junto con su reflujo, aparentan ser un buen remedio para sacarse las penas a través del vómito y la sensación anestésica.
Pero no soy imbécil…
No me alcoholizaré para resolver estos problemas físicos, al menos no hoy”.


Atte: El sujeto que  vio a su familiar morir y lo identificó en SEMEFO… 3 días posteriores de ser encontrado en su cama, después de una congestión alcohólica.

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