Estoy
bastante cansada, de eso no hay duda alguna. Mi cuerpo resiente todo lo que le
hago, desde el no haberlo dejado dormir hasta haber hecho una caminata rápida
por una cueva en la que los entes sólo saben mirarme e intentar perseguirme. No
me dejan en paz en ningún momento. Aunque lo único bueno del día sea que ya es
la hora gris, no parece ser mi consuelo.
En
un día común en casa, estaría despierta a esta hora con una taza de café para
contemplar el amanecer mientras pienso en lo que me estaré o no perdiendo de
ser una persona normal. La luna me acompañaría en mi viaje por el ultramar de
mi mente, y el café alimentaría mis impulsos con el suficiente tacto como para
obligarme a entrar de nuevo, sentarme y empezar a escribir alguna historia de
desasosiego o desamor, o incluso un diario personal con los nombres cambiados
para no poner en evidencia a ninguno de mis acompañantes eternos.
Pero
no es un día común… ni estoy en casa.
Me
vuelvo a sentar en la orilla de la carretera, mi pierna está mejorada, pero no
lo suficiente como para aguantar el ritmo que me toca soportar después del
amanecer, y dormir un par de horas no me hará daño.
Me
enrosco, dejando que mi cuerpo descanse y finalmente sucumbo ante el sueño que
no se escapa de mi cuerpo.
Después
de unas dos horas de sueño, amarillenta de la mañana ilumina mi mirar para
despertarme con suavidad…
Pero
eso no evita que dé un grito espantoso.
-Señorita,
buenos días –dice alguien a quien no sentí llegar en ningún momento de la noche
y que ha decidido colocarse justo enfrente de mi rostro, como si aquello fuera
una excelente idea. Mi extrañeza y espanto son tales que pierdo el equilibrio y
caigo de costado contra el suelo terroso. No puedo con el dolor, el brazo derecho
no puede con el dolor. –perdón, ¿te espanté?
-No…
sólo me gusta caer sobre mi brazo roto –respondo con demasiado sarcasmo, me
ayuda a levantarme y pone sus manos sobre mi brazo. Su calor me ayuda a bajar
el dolor. Ojalá me repare el hueso.
-No
era mi intención –dice, entonces lo volteo a ver a los ojos.
Me
llevo una sorpresa al verlo. Ojos color miel rodeados por pestañas muy largas y
enchinadas, nariz aguileña poco pronunciada, dientes derechos que delatan que
alguna vez usó aparatos de ortodoncia, tez blanca, barba incipiente y un cuerpo
promedio con espalda ancha y alto, viste una playera de manga larga color azul
marino, pantalones de mezclilla oscura y un collar de colmillos negros. Sonríe
con jovialidad y me mira a los ojos.
-Soy
Axel –me informa, pero no le he preguntado nada –y soy soltero.
Abro
los ojos, creo que casi se me van a salir de las órbitas.
Quiero
decirle que obviamente está soltero… ¡está muerto! ¿cómo se le ocurre
presentarse así? Aunque no ha sido un evento tan pesado, porque me río nerviosamente
un poco de lo que me ha dicho.
Crudo,
pero cierto, me han sonrojado las palabras de un fantasma, lo cual es una pena,
porque si estuviese vivo, o me agradaran los vivos, me
aseguraría de mantenerlo cerca de mí.
Pero
no es así.
Tiene
algo que me agrada, y a la vez que me mantiene alejada, por algún motivo me
recuerda mucho a Jaden, tal vez sus sonrisas se asemejan demasiado, o tal vez
es por el cinismo e indiferencia con el que dicen lo que piensan o lo que son,
mostrando una faceta tan distinta como distante, pero que a la vez se conecta
conmigo de un modo cálido y diferente, siendo que uno señala que es soltero sin
sentir que existan mayores consecuencias, y el otro… bueno, intenta llevarme
con un psiquiatra.
Empiezo
a moverme por mi camino y arqueo las cejas cuando lo veo acompañar mi paso
lento y apesadumbrado por el dolor. Tal vez, se me ocurre, sólo tal vez, que
sea uno de esos minúsculos e improbables casos en los que quiera algo de mí.
Volteo a mirarle directamente a esos ojos citrinos que tiene y lo encaro.
-¿Qué
quieres de mí? –le digo directamente, no me gusta que me estén acechando tan de
cerca –eres demasiado invasivo para ser un fantasma y eso es demasiado decir
últimamente.
-¿Te
molesta mi presencia? –me pregunta con una voz que me da hasta cierto punto un
poco de ternura. Lo empiezo a analizar de arriba abajo, entonces me doy cuenta
de una cosa…
Es
un alma neutra.
No
hizo locuras suficientes como para ameritar un castigo, pero tampoco fue la
persona más caritativa o bien portada durante su vida, por lo cual su alma
sigue en esta dimensión, vagando en búsqueda de un quehacer para enmendar lo
que hizo o tal vez, lo que no hizo.
-Sí,
¿te molesta su presencia? –se asoma Nael a la conversación –a mí sí, sólo nos
retrasa.
-¿Quieres
irte, por favor? –le replico a mi fantasma favorito.
-Si
éste se va primero –responde –seguramente te va a pedir un favor que nos va a
retrasar.
-Si
ese favor tiene que ver con su “soy soltero” puedo de una vez decirle que se
puede ir por un tubo –replico –ahora no estoy de ánimos para aguantar una
estupidez sobre noviazgos, siendo que salí de uno.
-¿Tenías
novio? –pregunta Nael extrañado.
-Sí
–respondo tratando de esquivar el tema –tenía un novio.
-¿Alguien
te quería con esa actitud tan asquerosa? Me impresiona…
-¡JÓDETE!
–grito sin pensarlo, pero no puedo darle ningún golpe. Mi brazo sigue lastimado
y mi pierna aún necesita de su bastón para apoyarse, sin mencionar que sólo lo
atravesaría -¡jódete, jódete, jódete, jódete!
-Nieta…
-aparece mi abuelo y me toca la boca para callarme –no digas más esas palabras.
-¿Qué
quieres que les diga? –grito -¿quieres que sea linda y comprensiva con alguien
que sólo quiere ver por sí mismo?
-No
se trata de sólo ver por mí… -medita lo que dice por unos segundos -bueno, sí,
pero es por una buena causa.
-¿Qué
clase de causa puede ser buena contigo? –pregunto sin vacilar más.
-No
creas que te voy a decir.
-Tiene
que saberlo –replica mi abuelo –si lo que quieres es que te ayude, explícale,
en el fondo es una buena persona…
-Muy
en el fondo –dice Axel, completando la oración de mi abuelo –pero tampoco creo
que tenga un corazón de piedra.
Y
mi abuelo no debate ese argumento.
-¡Abuelo!
–reclamo.
-La
verdad es la verdad, nieta –responde –eres… un… un poco… fría.
-Gracias
por el apoyo –respondo.
Me
siento y dejo que el sol me caliente ligeramente mientras pienso en lo que
estoy viviendo ahora… y esta situación me remonta a pensar en Jaden.
No
creí pensar en él en este viaje de regreso, no creí pensar siquiera en el hecho
de que lo extraño siquiera un poco, ese fantasma extraño y simpático que se
hace llamar Axel me hace recordarle, por la esencia de su alma, por el color de
su aura tan gris que existe en ninguno de los dos lados.
Siempre
creí yo que debía haber un blanco y un negro, mi experiencia con las almas no
me deja mentir. Mas cuando recuerdo la esencia de Jaden y la contrasto con la
de Axel, me digo a mí misma que no es cierto.
Hay
gente muy gris y que finge de manera excelente tener un color que incluso crees
poder asignarle uno, y yo ya se los asigné. Respiro con fuerza y miro la
carretera abandonada por los carros que prefieren a las rutas rápidas por sobre
las convencionales, siendo esa la historia de cualquier ruta que tomamos en la
vida en cuanto se nos presenta una solución más fácil. Sigo respirando con
fuerza, y el dolor se aviva, muestra su fiereza y me hace llorar.
–¿Triste?
–pregunta Axel, quien se sienta a mi lado y se acerca tal vez demasiado –vamos,
señorita, estoy seguro de que algo te aqueja.
-Me
impresiona siquiera que te importe –rezongo –camino sola en una carretera
solitaria y a los únicos que conozco no saben a dónde van.
Respondo
un tanto melancólica mientras traduzco una canción de Green Day en mi mente, sintiendo que la letra va perfecta con este
momento.
-Sí
conozco a Green Day ¿sabes? –responde
con una risa simpática –ya, dime lo que te pasa.
-¿De
verdad quieres saber?
-Pues
estoy muerto, no me queda de otra además de hablar con alguien que se ve
interesante, todas las almas se ignoran entre sí, si eres observadora lo
notarás –me comenta, pero lo ignoro sumiendo mi cabeza entre mis piernas –oh,
ya veo.
-Sí…
-le replico –esto me ha costado todo lo que conozco.
-¿Te
importaría explicarte? –me pregunta. Pero rompo en llanto.
-Sé
que no es importante, pero los he visto toda mi vida –explico –y también los he
sentido cerca, moviendo cosas, cuidando a sus familias o haciendo estropicios
cuando yo estoy ahí. Eso me volvió el bicho raro en todos los sentidos ante
todos los de mi edad e incluso mayores –Axel me escuchaba atentamente –si veo a
alguien… de inmediato veo a sus fantasmas. Llegaba a espantarlos a todos cuando
hablaba de sus antepasados al ver a mis compañeros a la cara.
-Debió
ser difícil –respondió –no sé qué decirte.
-No
digas nada –me abraza por atrás y me recargo levemente en él. Expide un aroma
agradable que me adormece ligeramente –solo me agarró la nostalgia.
-Con
ese poder, me pregunto si alguna vez quisiste a alguien –dice en voz baja.
-Sí
–respondo con naturalidad –se llama Jaden –empiezo a explicar –era mi novio con
quien duré cerca de dos años nada más porque le parecí atractiva. Estaba reacia
a hablar con él siquiera, pero se empeñó tanto que decidí ignorar a todos sus
fantasmas y confiarle la verdad de mi persona.
-¿Y
cómo salió? –preguntó curioso.
-Fatal,
resulta que él es ateo y no cree en una vida después de la vida –respondo –y es
demasiado orgulloso como para siquiera intentar creer en algo superior a él…
Me
quedo callada mientras me abraza con dulzura, calentando cada uno de los poros
de mi cuerpo, entonces recuerdo con claridad el día en el que me enfrenté a
Jaden.
Llevábamos
un año de noviazgo y le había mandado un mensaje de texto, dándole a entender
que tenía algo muy importante que decirle y que no podía esperar más.
Rápidamente me contestó, preocupándose por aquello que requiriera su atención
inmediata y llegó a mi casa en alrededor de diez minutos.
-Amor
–saludó, pero rápidamente me abrazó sujetándome por la cintura -¿pasó algo
importante?
-En
realidad, está pasando –dije sin poder desviar la atención de los ojos de su
bisabuela Isabel –siempre pasa.
-¿Hice
algo mal? –preguntó apresurado –si fue eso, lo corregiré, amor –me dio un beso
en la cabeza mientras se sentaba.
-En
realidad no –contesté –sólo quiero que sepas algo de mí –lo invité a sentarse y
se acomodó para escucharme –resulta que… ay, no sé cómo empezar a explicarlo.
Volteé
a ver a su abuela Marisa, quien acababa de integrarse a la familia fallecida de
Jaden, venía caminando con una sonrisa de satisfacción mientras se acumulaba a
la fila de antepasados. Ya sabía que su abuela estaba muy avejentada, por lo
que no me extrañó tanto verla ahí a sus noventa y siete años de edad.
Pero
eso no significó que hubiera sido prudente.
-Tu
abuela… -dije en voz baja –tu abuela acaba de morir.
-¿Qué
dices? –se extrañó –no bromees con eso, Leah.
-No…
no era eso lo que quería decirte –repuse en cuanto pude –solo que… la estoy
viendo… justamente… atrás de ti.
Volteó,
pero como supuse, no vio nada.
-Esto
ya no es divertido.
-¡Veo
fantasmas todo el tiempo! –exploté perdida por la cantidad de pensamientos que
se hallaban en desorden adentro de mí –ya lo dije…
-¿Qué?
–preguntó extrañado -¿fantasmas? Leah, esas cosas no existen.
-Sí
que existen y vaya que los veo –rezongo –eso quería decirte.
Se
echó a reír estrepitosamente enfrente de mí, yo sólo reaccioné con un enojo
sepulcral que no pude ocultar.
-Lárgate
–le dije mientras abría la puerta.
-Espera,
Leah –respondió aguantándose la risa –creo que podemos arreglar esto.
-Que
te largues… -insistí –si no me vas a respetar…
Solo
dejó de prestarme atención para revisar su teléfono, el que había sonado con
una molesta tonada que indicaba un mensaje, en cuanto lo leyó, se me quedó
mirando con extrañeza.
-Mi
madre te dijo –exclamó, le llegó la noticia de su abuela.
-Jaden…
-intenté razonar, pero no se pudo.
-Te
dijo ¿sí o no? –exigió una respuesta.
-No
me dijo nada –reclamé.
-¡Mientes!
-No
miento –dije en voz baja –al menos no a ti.
-Entonces…
ves cosas raras.
-Sí
–contesté, en general era eso –veo cosas raras.
-¿Pensaste
en ir al médico? –dijo con inocencia absoluta, como acostumbraba hacerlo, sin
intención alguna de herirme, pero sin tacto.
-Adiós
–abrí la puerta y lo saqué de mi casa sin decirle nada.
Y
así fue como se enteró Jaden de mi habilidad, la cual confundió con
esquizofrenia después de indagar mis supuestos síntomas en Google.
-¿Te
sientes mejor? –me pregunta Axel mientras me veo a mí misma en su lugar… y me
planteo si estar muerto es en realidad mejor que estar en mi posición actual.
Solo
volteo a verlo. No tiene heridas visibles, ni una sola marca de balazos o algún
tipo de corte, pero se ve que su alma es reciente.
-¿Y
tú cómo llegaste aquí? –pregunto sin pensarlo, mientras el sol ilumina nuestro
pequeño intercambio de miradas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario