10 de septiembre de 2015

El viaje (Serie) CAPíTULO 3

Y tiene razón, no puedo ocultarme toda la verdad, y no puedo atribuir mis errores al don o maldición que me ha tocado. No el de hace dos semanas.
-No puedes engañarme, pequeña –me dice y se sienta a mi lado. No siento un calor real, pero el saber que al menos está ahí para mí es un poco reconfortante –pero tampoco voy a felicitarte por ello.
-¿Sabes qué es lo más duro de verte? –le pregunto un tanto tímida. No responde –lo más duro es ver a más de miles de almas y sentir que la propia se atrapa en un vacío generado por algo más allá de la vida.
Me levanto de la cama y volteo a verlo. Me mira compasivo, no me juzga, no me critica y no hace otra cosa además de escuchar, como si se tratara del mejor psicólogo que jamás tuve.
-No he vuelto al panteón desde hace ocho años –me digo a mí misma. Agarro un dinero que tengo ahorrado y salgo por la puerta de mi cuarto.
-Hija –llama mi madre desde el otro lado de la puerta, la ignoro y salgo corriendo -¿a dónde vas?
-Tengo un sitio al que ir –respondo sin responder –no me verás en algunas horas, es una advertencia –le beso una mejilla y me voy por la puerta de la entrada. Un pequeño viento corre por el pasillo y resopla sobre la cara de mi mamá. Veo que mi abuelo le ha dado un beso en la mejilla, sonrío para mis adentros.
No ha dejado de amarla.
Me dirijo a la parada de autobuses y me voy a la central. Pienso en mí y nada más en mí durante unas horas, en las que muchas personas se han sentado a mi lado, y sus demonios me han mirado con ojos vacíos. Me ven y yo los veo.
Y me miran complacidos y otros con ojos muy sufrientes, como si anduvieran en un infierno personal o en un paraíso eterno. Otros están enojados y me gruñen con fiereza, les devuelvo la mirada, pero los vivos me malinterpretan y me regresan unos ojos con igual furia.
Y mi teléfono empieza a sonar.
Jaden… un mensaje de texto.
“Te amo. Por favor intenta mejorar tu salud, porque nuestro futuro depende de ti y de lo dispuesta que estés a continuar, si de verdad me quieres o me quisiste, sé que la respuesta no será difícil…”
El mensaje es largo. Ni siquiera me digno a leerlo del todo, porque su opinión ha sido hiriente y cree que con un par de palabras de disculpa va a solucionarlo todo. Es un cretino cuando se trata de temas religiosos o de más allá, incluso cuando dijo que me aceptaría sin importar el rito religioso que yo profesase… y todo fue una mentira.
Me pongo a recordar esa tarde, la tarde en la que decidí acabar con él.
No es difícil de recordar los hechos. Viendo todo en retrospectiva, me empiezo a preguntar por qué no terminé esta relación antes, mas no puedo olvidar lo que me hizo tomar la decisión tajantemente.
Estaba con él, viendo una película romántica que se miraba barata desde un inicio, y lo era. Una cursi obra llamada Diario de una pasión en la que dos enamorados llegan a ancianos o algo así, la verdad no le presté mucha atención, pero me llamaba más el hecho de que Jaden no dejaba de abrazarme y besarme la cabeza, como siempre lo hizo de manera protectora, pero aderezados con mucho cariño extra.
-¿Algo te pasa hoy? –le pregunté, intentando despejar mi mente de aquellas escenas cursis y melodramáticas –estás muy extraño –le dije, y me había gustado. Desde que se enteró de lo que él llamaba esquizofrenia, había dejado de lado el cariño por mucho tiempo.
-Sí, que hoy estás radiante –me confesó –y que me gustas mucho desde siempre ¿sabías?
-Creo que me doy cuenta –le contesté sin tomarle mucha importancia a sus palabras.
-Sí, solo hay detalles contigo, pero sé que los vas a arreglar por lo fuerte que eres –me susurró –y luego encontrarás la verdad.
-¿Verdad? –esta frase me alarmó un poco. Si soy sincera, he descubierto mucho de la verdad con este dote, y ésta tiene distintas caras, pero siempre un patrón común que viene a repetirse -¿y cuál es tu llamada verdad? –reté un poco dura.
-Que no hay nada de cierto en esa teoría del “mundo de los espíritus” y que tampoco hay ni dioses ni monstruos, o diablos y ángeles –aquí me detuve en seco y lo alejé un poco de mí.
–¿En serio estás aprovechándote de un momento de cariño para sacar este tema? –le pregunté de verdad hastiada por su estrategia -¿creías que un montón de oxitocina producida por besos va a hacerme cambiar de parecer?
–En mi mente era una buena estrategia –se lamentó un poco –¡vamos! –me dijo –ambos sabemos que lo que ocurre contigo tiene una explicación neurológica o similar ¿de verdad crees que hablas con el espectro de tu abuelo? ¡él ya está hecho polvo…!
Y entonces le di una bofetada en la cara.
Jamás me había sentido más liberada.
-¿Sabes, Jaden? Ahora sí has cruzado la línea –le espeté –meterte con la religión en general es una cosa, pero no permitiré que le faltes al respeto a mis creencias o a la memoria de alguien que de verdad es importante para mí.
-Tienes que saber que me importas mucho, y por eso te digo lo que pienso.
-¿Me estás diciendo que me hieres porque me amas? –intenté comprender con la lógica menos caótica que había en mi cerebro para poder procesar las palabras de Jaden, pero todo fue inútil.
–…¿Sí? –respondió dudoso, lo miré con los ojos en blanco y me levanté del sofá.
–Esta relación se ha acabado –sentencié sin mirarlo a los ojos. No lo necesito, creo que nunca lo hice.
–¡No seas dramática! –me exigió –¿por esto vas a terminar lo hermoso que tenemos?
–No, voy a terminar lo nuestro porque se acabó lo hermoso en ello –finalicé –se acabó desde que empezaste a insistir.
Y cerré la puerta.
Han pasado dos semanas desde entonces y Jaden no me deja en paz. Creo que está demasiado desesperado por estar solo y que me busca nada más por ese motivo. Si insistía tanto en ayudarme con mi problema de “esquizofrenia” era porque a él le molestaba y su juramento de amor no era cierto, no me amaba al grado de aceptar todo lo que hubiera en mí, pero lo que en realidad colmó mi plato fue que insistiera en que algún día encontraría la verdad.

Pero he de admitir que en el fondo, extraño estar con alguien que sea opuesto a mí.

3 comentarios: