14 de septiembre de 2015

El viaje (Serie) CAPíTULO 4

Bajo del autobús con pasos decididos. No me arrepiento ¿por qué habría de hacerlo? He tomado una decisión precipitada y no es una decisión mala, sólo una un poco más cómoda para mí en estos momentos.
Apago mi teléfono, no quiero a nadie persiguiéndome en todo el día ¿pero quién más me puede estar buscando? La única persona que me podría buscar es precisamente la última a la que quiero ver, y no pienso en Jaden, sino en mi madre, quien apenas le está agarrando la onda a los aparatos tecnológicos y ya ve mi ubicación por GPS.
¡Ah! ¡Qué cosas con la tecnología! Está hecha para facilitar y a la vez joder la vida.
Doy paso apresurado y llego al panteón, donde pido la llave de la capilla familiar. Abro, entro y cierro de golpe y me siento en el piso a respirar hondamente.
-Ya estoy aquí –le digo. Está sentado en su tumba, sin hacer otra cosa más que mirarme sin expresión. No me juzga, no me evalúa, no dice si he hecho algo bien o mal, solo está ahí observándome como si tuviera vida –¡dime algo como mínimo! –le exijo, pero sigue en silencio.
-Tranquilízate –me ordena. Era una persona firme, no me queda duda, pero no logro tranquilizarme del todo.
-Mi vida se desmorona y quieres que me calme… -le digo –mis padres me van a querer exorcizar, dejé a mi novio y no tengo amigos.
-Muchas gracias, nieta –replica.
-Amigos vivos.
-Sabes que no es tu culpa, pero no es eso lo que te pesa por completo ¿verdad?
-Estuviste presente cuando pasó –le recuerdo –ya llegaron a ese extremo.
-Y por eso decidiste salir de la ciudad –completa.
-Un exorcismo programado para las siete de la noche en la iglesia del centro nada más porque veo cosas que otros no es algo que da miedo ¿no crees? –le pregunto, pero no responde –no digas más.
-Lo entiendo, pero tampoco es normal o cómodo para ti el vernos ¿o sí?
-¿Crees que si me gustara la idea estaría tan asustada? ¡no quiero un exorcismo!
-Pero no pareces asustada.
Lo fulmino con la mirada.
-¡Claro! Me voy de mi ciudad a un pueblo a dos horas de distancia porque me gusta hacer viajes largos.
-Pero no pareces asustada –repite una y otra vez.
-No me asusta un exorcismo, me asusta que mis padres consideren que necesito uno –respondo y oculto mi rostro entre mis piernas. Las lágrimas me corren, no hago sonido alguno, las dejo caer sobre el concreto del suelo y entonces enciendo mi teléfono. Son las cinco de la tarde y ya tengo siete llamadas perdidas y un mensaje, cuatro de mi madre y dos de Jaden, la última es de mi padre y me ha dejado un mensaje.
“Te esperamos en la iglesia del centro” me dice, suspiro y doy algunos tumbos para poder levantarme. Las piernas se han querido dormir, y no las despierto con nada, mas me permiten estar de pie por unos minutos con ayuda de los muros que logran recargarme.
No pienso acudir a donde me dijeron, pienso quedarme una hora más aquí y seguir platicando con mi abuelo. Tal vez platicaremos de algo que fuere más interesante que mis miedos o penumbras. Camino un poco y me siento sobre la tumba. Mi abuelo de un momento a otro, ya está a mi lado.
-¿Y qué piensas hacer? –me pregunta.
-¿Con respecto a qué? –mis planes se han esfumado. Ya recaímos al tema de mi extraña vida.
-Con respecto a todo.
-Tal vez huir a una cueva y vivir comiendo semillas –respondo con un poco de ironía.
-Hablo de una solución real –me recuerda.
-Tal vez hablarlo con ellos –sugiero –deben escuchar a su hija.
-¿Y con Jaden?
-¿Él qué tiene que ver?
-Que te quiere y se preocupa –replica –si no te quisiera, no te buscaría, y a pesar de su ceguera espiritual, quiere lo mejor para ti.
-Precisamente por la ceguera espiritual que tiene es que no lo quiero cerca –replico –no quiero que me vaya a cerrar los ojos. Tendría que probarle lo que puedo hacer.
Me siento mareada, intento pensar en la posibilidad de que resulte y nada viene a mi mente.
Intento que los minutos pasen rápidos y de ignorar las llamadas de mi madre y de mi padre para que vaya a la iglesia. Pero sobretodo, regreso una y otra y otra vez a ese momento.
Estaba sentada en el comedor, hacía mis trabajos de la escuela, escuchaba música fuerte y entonces el azote de una puerta interrumpió mi concentración. Entraron mis padres, estaban teniendo otro conflicto causado por una pequeña diferencia de opiniones que se había maximizado terriblemente.
Llegaron al comedor a querer interrumpirme, mi padre me sacó los audífonos de la cabeza.
–Vas a ir con nosotros a la iglesia.
–No, gracias –respondí amable. Abandoné los ritos religiosos desde el momento en el que me habían dicho que necesitaba un exorcismo. Gracias a esa noticia, no quise tener nada que ver con ellos, porque veían con recelo a quienes no hubieran pedido tener lo que tienen.
–¡Cómo de que “no, gracias”! Vienes con nosotros.
–Antes hay que preguntarle su opinión –agregó mi madre.
–Sí, antes hay que preguntarme mi opinión –repetí –no pienso ir a ningún sitio en el que me han dicho que tengo prácticamente un demonio adentro.
–Es una causa muy probable, porque ver muertos no es normal –sentenció –vas a ir porque vas a ir.
–¡Así no se trata a nuestra hija! –gritó mi madre, pero eso no lo detuvo para que me siguiera gritando. Yo seguía expectante.
–Si digo que voy ¿dejas de gritar? –le pregunté tentativamente, lo que fue un gran error –pero yo elijo día y hora.
–Convénceme.
–Viernes a las siete…
Y heme aquí, intentando evitar la cita, sentada en una tumba de cemento y bloques mientras platico con mi abuelo muerto.
Al carajo con el exorcismo, al carajo con la vida normal, de todas maneras ¿quién quiere una vida así?

No hay comentarios:

Publicar un comentario